Absolutamente inseparables desde 1999
Desde que abandonó una promisoria carrera televisiva para dedicarse a lo que más le gusta –la música, qué va–, sabemos que Juana Molina prioriza hacer lo que siente por sobre lo que se supone que debería. De esa misma manera encontró su guitarra, una Martin acústica que debió haber dejado pasar y sigue tocando todos los días desde hace casi quince años. Celos, raspones y grandes momentos de una relación para toda la vida.
¿Cuál es tu instrumento favorito?
Es medio obvio: mi guitarra. En realidad yo tenía una favorita antes, pero me la robaron hace muchísimos años. Me estaba por ir de vacaciones, así que la había dejado en lo de mi papá, por si alguien llegaba a entrar en mi casa mientras yo no estaba. Tuve tanta mala suerte que al final entraron en la de él. En ese momento decidí pasarme de las cuerdas de nylon a las de acero. Toqué con varias guitarras prestadas durante un tiempo, hasta que en 1999 fui a Los Ángeles y me dijeron "tenés que ir a este lugar, no sabés lo que es".
¿Qué era?
Un negocio de instrumentos divino que se llama McCabe’s. Apenas llegué vi que en la vidriera había una guitarrita hermosa. "Ay, qué linda, ¿esa cuánto vale?", pregunté. Y salía una fortuna. "¿La puedo probar igual?".
Grave error...
Claro, apenas la toqué me pareció extraordinaria. Pero era mucha plata, así que la dejé ahí y le comenté al vendedor cuál era mi presupuesto. Después de como cuatro horas de probar guitarras, finalmente elegí una y me puse en la cola para pagar. La otra, la que había visto primero, seguía colgada en una vitrina, y mientras avanzaba la fila yo no la quería ni mirar. ¡Sentía que me llamaba! Entonces empecé a intentar convencerme a mí misma, me decía cosas como "esta que elegí me gusta mucho también, es igual de buena". Pero cuando llegué a la caja no me resistí y le dije al tipo: "¿Puedo probarla una vez más?"
¡Grave error de nuevo!
Y sí... ¡La volví a probar y la diferencia era abismal! La miré con los ojos del gato de Shrek y pensé: "la llevo, después vemos cómo me arreglo". Nunca hice una compra tan buena. Fue amor a primera vista.
¿Te acordás qué fue lo primero que tocaste?
Imagino que debe haber sido algo de lo que estaba componiendo, lo cual en ese momento me generaba mucha culpa.
...
Es que yo tenía una guitarra de la misma marca, Martin, que era buenísima pero me hacía doler el hombro porque era muy grande. Y cuando la miraba sentía que me decía "grrr, me dejaste por otra". Ahora se la di a mi hija, que está estudiando, y al menos siento que está acompañada. Porque la verdad es que desde que tengo esta, nunca más toqué otra.
¿Sos muy celosa de tu guitarra?
Sí, no la presto ni loca, esta muere conmigo. O sea, de última acá en casa la toca el que quiera, pero la guitarra no abandona nunca el cuarto donde estoy yo.
¿Y cómo la despachás cuando viajás?
Mirá, es fácil, me pasó mil veces que no me quisieran dejar llevarla arriba del avión, entonces digo: "OK, no hay problema, pero no viajo". Como las valijas ya están despachadas, a los tipos les da mucha paja tener que volver a sacarlas, y van aflojando. Igual siempre hay un mala onda que te dice que no se puede. Una vez fui a Australia: de acá hasta Sidney la llevé perfecto, y en Sidney no me querían dejar viajar con la guitarra arriba hasta Melbourne. No había caso, mala onda total. En un momento, después de mucho discutir, me dicen: "si el estuche en lugar de ser rígido fuera blando, entonces sería otra cosa". Así que despaché el estuche y me llevé la guitarra en la mano. La mina no lo podía creer. "Es su responsabilidad", me decía. Pero sí, todo bien, ¡si es re chiquita!
¿Sufrió golpes o raspones?
Tiene algunas marcas anteriores, porque la compré en el 99 pero es del 71. Yo tuve un solo percance, en un show en Chicago. Subí al escenario para tocar y la guitarra estaba en el piso. "Epa, ¿qué carajo paso acá?". La levanté y no tenía nada, pero cuando la toqué me di cuenta de que estaba toda desafinada. Me empecé a angustiar con todo el público ahí, imaginate... Dije: "perdón, pero acabo de ver esto y me estoy angustiando un poco". Intenté afinarla y ahí vi que tenía dos clavijas muy torcidas. A todo esto, el público impávido, como si nada. ¡Me dio una bronca! Yo esperaba una reacción, un mensaje de apoyo, porque encima era un escenario bajo, a través del cual la gente podía pasar. O sea que es obvio que alguno la tiró y se hizo el boludo. Nadie confesó.
¿Cómo la arreglaste?
Me llevaron a un lugar que no sabés lo que era: parecía una clínica médica, una sala de operaciones. Era un loft muy grande con unas ventanas inmensas, y adentro el dueño tenía miles de clavijas colgadas, clasificadas por año, edición, etc. Cuando le di la guitarra, se sacó los anteojos y con gravedad me dijo: "voy a intentar enderezarlas, pero hay una posibilidad muy grande de que se partan". En mi cabeza empezó a sonar una música de suspenso, el foco puesto en la pinza y en las clavijas, hasta que ¡tac!, las pudo enderezar sin romperlas. Me dijo: "si te hubiera pasado con clavijas de ahora, no zafabas". Eso fue hace como ocho años. Nunca más la tuve que llevar a un luthier, está impecable.
Por Lucas Garófalo
La semana que viene: el pedal de efectos de Zuker.
Mirá más de Los Instrumentos
#01: la guitarra criolla de Litto Nebbia | #02: el teclado monofónico de Daniel Melero | #03: la trompeta sin brillo de Gillespi
Otras noticias de Noticias
- 1
Shakira reveló el sorprendente rol que desempeñó Chris Martin tras su separación de Gerard Piqué: “Él estuvo ahí”
- 2
Con qué figura de la selección argentina habría tenido un romance secreto Emilia Attias
- 3
El mal momento que lo tocó vivir a China Suárez a pocos días de Navidad
- 4
Claudia Villafañe: su mejor rol, por qué no volvería a participar de un reality y el llamado que le hizo Diego Maradona horas antes de morir