Los impactados: el despertar de los sentidos a una nueva e inesperada vida
Envuelta por momentos en una gravedad innecesaria, la nueva película de Lucía Puenzo logra sus mejores momentos cuando se enfoca en el conflicto interno de su protagonista y le da centralidad al cuerpo femenino
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Los impactados (Argentina/2023). Dirección: Lucía Puenzo. Guion: Lucía Puenzo, Lorena Ventimiglia. Fotografía: Nicolás Puenzo. Edición: Misael Bustos. Elenco: Mariana Di Girólamo, Germán Palacios, Guillermo Pfening, Omar Nuñez, Mariana Anghileri. Calificación: apta para mayores de 13 años con reservas. Duración: 90 minutos. Nuestra opinión: buena.
Un rayo cae de repente del cielo. Impacta en el cuerpo de Ada (Mariana Di Girólamo), una médica veterinaria que asiste a una vaca durante el parto. Seis semanas después despierta del coma con severas marcas que atraviesan su cuerpo, ríos de sangre que confluyen en los puntos donde la electricidad inició su camino. Es difícil volver a la normalidad para Ada; los recuerdos de su infancia se amontonan en su memoria, la insistencia de su padre (Osmar Núñez) sobre la medicación psiquiátrica la agobia, no hay lugar para la normalidad que promete su matrimonio con Jano (Guillermo Pfening). En ese desconcierto, una misteriosa visita le deja una pista: el doctor Juan (Germán Palacios) parece tener la respuesta a sus interrogantes. La electricidad como nueva reina de su cuerpo, los estímulos eléctricos que despiertan su memoria y sus sentidos. En ese grupo de “impactados” con los que se reúne, Ada encuentra una sintonía propia, los nuevos contornos de un cuerpo que responde a impulsos desconocidos, que rechaza los químicos de esa pretendida normalización. ¿Cuál es el límite para esa nueva vida que le espera a Ada?
Los impactados contiene varios relatos en su interior. En primer lugar, la búsqueda de Ada tras el despertar en su nuevo estado, aquel en el que la vida anterior parece una meta inalcanzable, o quizás insuficiente. En esa lógica, Lucía Puenzo pega su cámara al mundo de Ada y al cuerpo de Mariana Di Girólamo, una actriz perfecta para el personaje, con un equilibrio potente entre fragilidad y misterio. Ese viaje interior contiene los destellos de recuerdos sumergidos que ahora, tal vez gracias a la electricidad del rayo y sus consecuencias, salen a la superficie e impulsan a Ada a lidiar con fantasmas silenciados por las pastillas y las recetas médicas. En segundo lugar, está el encuentro con el grupo de “impactados”, cada uno con su mambo, el creciente comportamiento sectario y los vaivenes de esa cofradía de autoayuda que nunca termina de resolverse en virtud de una creencia compartida o de un coro de divergentes desesperaciones.
Y, en tercer lugar, está la historia de amor con Juan, un hombre que se va desplegando ante los ojos de Ada y de los espectadores de manera caprichosa, como un rompecabezas que al final apura el hallazgo de sus piezas. La película, por momentos envuelta en una gravedad innecesaria, consigue sus mejores momentos alrededor del conflicto interno de Ada, su pasado y presente. Las narrativas colectoras no siempre se amalgaman, y se extravían al sumar personajes apenas delineados, para luego olvidarlos en la bruma del contexto. Como en la mayoría de sus películas, la centralidad del cuerpo femenino es lo que mejor atiende Puenzo, con una puesta virtuosa, signada por una cercanía sensorial y elocuentes composiciones a la distancia. Y aquí hay un riesgo implícito en el tema, su conexión con las adicciones, su roce con el fantástico, que Puenzo maneja con audacia y sin cálculo alguno. Su cine celebra una bravura que, despojada de cierta solemnidad residual, es el gesto más elocuente de su libertad artística.
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