Los héroes también exigen imaginación
Reglas de combate" ("The rules of engagement", EE.UU. /2000). Presentada por UIP. Dirección: William Friedkin. Guión: Stephen Gaghan. Música: Mark Isham. Fotografía: William Fraker y Nicola Pecolini. Con Samuel L. Jackson, Tommy Lee Jones, Ben Kingsley, Guy Pearce, Bruce Greenwood y Anne Archer. Duración: 128 minutos. Para mayores de 13 años. Nuestra opinión: Regular .
"Reglas de combate" es uno de esos productos del cine hollywoodense pensados para consumo interno que por alguna sibilina razón atraca en estas costas. Historia militar y judicial, es también un síntoma de las actuales paranoias norteamericanas: los ataques a sus embajadas y el terrorismo árabe.
¿Cuáles son las reglas de combate? Son aquellas normas que determinan cuándo un soldado puede efectivamente atacar. El film de William Friedkin (errático director de clásicos como "Contacto en Francia" o "El exorcista") se centra en la amistad de dos marines veteranos. El coronel Hays Hodges (Tommy Lee Jones) acaba de retirarse, mientras que su par Terry Childers (Samuel L. Jackson) sigue en acción. El segundo le salvó la vida al primero en Vietnam. Después de aquello, herido, Hodges debió dedicarse a las tareas de escritorio, a la abogacía militar y al alcohol. Por eso, cuando Childers debe enfrentar una corte marcial por una misión en Yemen que terminó en tragedia, acepta, a pesar de no ser la persona idónea, el pedido de su amigo: que lo defienda.
No es una tarea fácil. El rescate del embajador de la sede norteamericana en la capital yemenita, liderado por Childers, terminó en la masacre de ochenta civiles después de determinar que entre la turba de manifestantes había hombres armados disparándoles a sus hombres.
Ante un argumento tan transitado y un guión de pobreza escalofriante, un director debe encontrar la fórmula para transformar lo obvio en excepcional. En el comienzo del film hay algunas crudas escenas bélicas en Vietnam (mejor lo había hecho Spielberg en "Buscando al soldado Ryan). Está lo mejor: la amistad marcada por el pasado entre ese militar blanco, fracasado, de vieja estirpe militar, y el hombre de color triunfante que termina cayendo en desgracia. Hay un largo juicio en el que no aparecen las cintas que demostrarían que, sí, había terroristas mezclados con la masa de gente al pie de la embajada. Un diplomático cobarde e influible que testifica en contra del hombre que lo rescató. Un asesor gubernamental tan maquiavélico como torpe.
Esperanzas perdidas
Todos estos elementos dispersos amenazan con constituir un film aceptable. Childers, al fin de cuentas, se asemeja a un héroe griego agobiado por un sino trágico: por haber cumplido ciegamente con su misión y las ordenes en vigor, está a punto de perder todo lo que significa algo en su vida, incluida la confianza de Hodges.
Pero todo resabio de ambigüedad moral (que le daría algún relieve) pronto queda de lado. Childers es el chivo expiatorio de un conflicto diplomático mayúsculo. Cuando el fiscal militar le muestra fotos de las víctimas (entre ellas, niños y mujeres espantosamente masacrados) y le pregunta si eran terroristas, responde afirmativamente en un crescendo tan tenso y desagradable que por momentos se espera el quiebre moral que la película reclama a los gritos. Nada de eso, por supuesto, ocurre. A pesar de la solidez de algunas actuaciones (principalmente la de Lee Jones), el film logra lo imposible: despertar la risa involuntaria cuando Hodges, después de dar ante el jurado uno de los alegatos menos convincentes jamás vistos, escucha de boca de su padre (Philip Baker Hall): "Sí que se las hiciste difícil".
En vano se aguarda un brusco golpe de timón y la historia finaliza como cualquier adivino poco imaginativo podría haber previsto desde el inicio. El héroe atrapado en las redes compartidas de la burocracia y el destino se transforma en héroe con mayúsculas. El remordimiento no forma parte de su vocabulario y su trabajo es arriesgar la vida por la patria a cada segundo.
Para graficar el tufillo reaccionario del film basta una instantánea. Hodges, tras la masacre, va a recabar información a Yemen y encuentra en la calle a una niña que perdió una pierna en la masacre. Más tarde se la ve en primer plano disparando con un arma a los marines al pie de la embajada. A buen entendedor, pocas palabras.
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