Los Gucci: la historia oscura detrás de la dinastía de la moda italiana que apasiona a los cineastas
Corbatas, perfumes, smokings exclusivos; pensar en Gucci, la firma de alta costura con fama internacional, es ligar mentalmente Italia con el lujo. Para fanáticos de la ropa o intransigentes del vestir, la marca creada hace más de noventa años por el artesano de cuero Guccio Gucci, a quien se le debe la sigla GG, tiene algo más para ofrecer que vestidos y carteras. Hijos ocultos de amantes menores de edad, asesinatos por encargo y vínculos con la mafia son algunos de los hechos que escriben el pasado del clan italiano que se encargó de poner de moda a la moda. Aunque Gucci sea imagen, colecciones y productos, son los titulares del violento asesinato, la disputa de la herencia y los libros de una hija rechazada por la familia los que marcan una historia cuyo sello "a la italiana" proyectó las vanidades de la moda en su propia familia.
En 1986 el ex alcalde Rudolph "Rudy" Giuliani, que pasaría a la historia como el político que terminó con el crimen organizado de la ciudad de Nueva York, era un joven fiscal. Luego de recibir un anónimo con documentos, metió preso al "padrino" de la moda por evasión de impuestos. Aldo Gucci, el magnate del imperio que le puso etiqueta al glamour y la leyenda del Made in Italy, iba a la cárcel a los 81 años. El impacto ejemplificador de un "pez gordo" que necesitaba Giuliani. Marzo, 1995, calle Via Palestro en Roma. Maurizzio Gucci, director de la multinacional, se desploma en el mármol por la fuerza de los tres balazos que impactan en su espalda. El joven, tercera generación de la dinastía, muere a las 8:30. Más tarde se probaría que el sicario fue encargado por su exmujer. Vestía un traje de la firma. Los hechos que parecen la trama de un relato de ficción son reales y no escapó a la mirada de los cineastas: desde hace 10 años, la productora de Riddley Scott pelea por los derechos para llevar la historia a la pantalla grande. ¿Podrá ser la "famiglia" italiana de la moda el nuevo Versace de la ficción?
De artesano de cueros a modisto del jet set
Apenas iniciada la década del 20, un ex botones del Hotel Savoy de Londres, aprendiz del oficio de fabricación de cueros, tomó coraje y lanzó su primera línea de valijas y bolsos de lujo. Guccio Gucci, el joven marroquinero que comenzó la empresa en su ciudad natal, Florencia, supo captar mientras trabajó como asistente que el público de alto poder adquisitivo tenía un interés sobre el equipaje que trascendía su funcionalidad. Valijas y bolsos eran un símbolo de estatus, y su apuesta por producir estos objetos sofisticados, no solo cambiarían su destino, sino marcarían el rumbo de la moda en los siguientes 100 años.
El origen humilde sería superado en poco tiempo. Ya en los años 50, la firma había alcanzado una categoría de culto: las estrellas de cine y celebridades, socialités e incluso primeras damas querían llevar un producto con la insignia GG catapultando a Gucci a la estratosfera de la moda. Uno ejemplo de este romance con las celebridades fue la colección Flora, creada en el local de la Via Vigna Nuova y Via del Parione, de la ciudad de Florencia, para la actriz Grace Kelly que, devenida princesa por su matrimonio con Rainiero III de Mónaco tenía enamorado al mundo. Flora fue una línea de pañuelos de seda estampados con motivos diseñados exclusivamente, la colección seria retomada por la marca en los 2000 generando una reedición del producto y líneas de perfume.
En los 60 el trabajo era incansable. La marca se instalaría en Roma y le daría vida a algunos signos que conserva al día de hoy: los míticos mocasines de cuero, la cinta tricolor del equipaje, la perpetua fama del bolso Bamboo. Además, reforzaría los lazos con las estrellas de Hollywood, que perdurarían para siempre: Liz Taylor posó junto a la línea de barcos que desarrollo la firma, "The Aquariva by Gucci", Audrey Hepburn hizo campañas gráficas, Jodie Foster, en los 70 y Madonna, en los 80 fueron imagen de la marca y tantas otras figuras que tuvieron relaciones pasionales con la firma, cosa que para la época era algo notablemente nuevo.
La segunda generación: expansión y conflictos familiares
Los tres hijos del fundador, Aldo, Vasco y Rodolfo eran los herederos naturales de la firma, pero Aldo, quien se destacaba por su talento para los negocios, fue por decisión de su padre el que se puso al frente. El segundo de los Gucci comenzó a desempeñarse como presidente de la empresa en 1953, mientras que sus hermanos trabajaban en producción y diseño. El sucesor de Guccio Gucci aprovechó la reactivación económica luego de la Segunda Guerra Mundial y trabajó para impulsar la firma a una escala desconocida a la medida de sus pasiones.
Al contrario de su padre, Aldo entendía que la marca debía crecer fuera de Italia: una industria en expansión, que daba trabajo a cada vez más gente, se convertía en el marco perfecto para exportar la elegancia Made in Italy al mundo y con ello convertir la floreciente empresa familiar en un éxito transnacional. El emblema de ese logro fue la apertura de su primer local de bandera en Nueva York.
Casanova italiano
Aldo Gucci tenía una fama bien ganada, no solo en el ámbito de los negocios, en donde siempre se destacaba por su carácter fuerte, sino en el "terreno femenino". Si bien se casó a los 22 años con Olwen Price, una joven que trabajaba para una princesa rumana, con quien tuvo tres hijos, basta conocer los dichos de Patricia, su "hija conflictiva" en el libro En el nombre de Gucci, para poder construirse una imagen de su personalidad: "Una persona de carácter que era el mentor de la empresa y un casanova empedernido", del cual se decía, había llegado a tener un affaire con una monja durante un viaje en tren. Indudablemente en los mitos y verdades sobre Aldo se encarnaban muchas de las cualidades del estereotipo italiano de la marca: carisma, temperamento y sensualidad.
A la edad de 50 años, con sus hijos casi adultos, su destino cambiaría para siempre. Una joven de ojos grandes y sonrisa generosa se presentó para la entrevista por el trabajo de vendedora en la tienda Gucci de Roma. Bruna Palombo era el nombre de la joven de 18 años que fue contratada de inmediato y se desempeño como secretaria, después como su mano derecha y pronto se convirtió en su amante. La joven, que sería su compañera hasta los últimos años de su vida, le dio una hija a la que llamaron Patricia y le otorgaron el apellido de la familia.
La única heredera de la pareja de amantes vivió una niñez rodeada de lujos. Su primer hogar fue Londres, junto a su madre, donde asistía a un buen colegio y tenía una vida tranquila. Las visitas de su padre, aunque esporádicas, eran lo suficientemente repetidas para conservar la imagen de familia aceptando que Aldo "trabajaba mucho" como motivo de las ausencias. Este idilio con su papá terminaría a los 10 años, cuando mientras preparaban las valijas para volver a Roma por pedido de Aldo su madre Bruna, le confesó: "Patricia, tu padre y yo nunca hemos estado casados. Él tiene una mujer en Italia. Y tres hijos".
De sus impresiones del regreso a Roma no guarda un recuerdo amistoso. "Mantuvieron mi existencia en secreto durante casi un año", dice en su biografía. Después de otro breve paso por Londres, se instaló definitivamente con su madre en Palm Springs. En las soleadas playas de California fue donde la familia paso sus mejores momentos y los últimos días de vida de Aldo.
De ese hogar estadounidense es del que guarda los mejores recuerdos, ya que sería allí donde sus padres mostrarían su amor más libremente. Cansado de los misterios, poco antes que su hija cumpliera 20 años, Aldo Gucci terminó con los escapes y la presentó al mundo. Patricia Gucci ganó un lugar en el comité de dirección de la compañía cuya responsabilidad, hasta el momento, ninguna mujer había logrado alcanzar.
La joven acompañó a su padre por las giras y reuniones, entrevistó a Nancy Reagan, compartió eventos con el Príncipe Carlos de Inglaterra y hasta conoció a Frank Sinatra. Elegida para la campaña gráfica de esa temporada Patricia lució un traje de baño entero blanco frente a una pieza artística y el diario The New York Times la llamó en una nota "La chica Gucci" para terminar de despejar las dudas. La niña que había sido ocultada era ahora una estrella y estaba en su mejor momento.
El peor enemigo, en la familia
La muerte de Vasco, uno de los tres hermanos, provocó la reasignación de los porcentajes accionarios de la empresa. La separación fue mitad y mitad pero Aldo, repartió su 50% entre sus tres hijos. Entre ellos se encontraba Paolo, el más creativo de su generación que reclamaba, ante la negativa de su padre y su tío, la posibilidad de independizarse de la empresa familiar con una línea propia. Esta constante desautorización lo tenía furioso.
La compañía, durante los 80, había alcanzado un status impensado para el artesano de Florencia. Gucci tenia locales desde Beverly Hills hasta Tokio y Hong Kong y se había convertido en un modelo de negocios novedoso a imitar que había coronado su éxito cotizando sus acciones en la bolsa de Nueva York. Gucci había sabido interpretar su tiempo. Una década de cambios marcada por los avances tecnológicos, como el teléfono celular y la computadora personal, que también fue reconocida por el culto a la codicia y el dinero. La compañía, proyectada transnacionalmente, facturaba por mes más de lo que Guccio, su fundador, jamás habría podido soñar pero este éxito económico estaba sostenido por una familia cuyas relaciones pendían de un hilo. Bajo la figura de Aldo, hacedor incansable de ese presente, se tejía una venganza en su contra, entre los más cercanos.
Cerca de los 75 años, Aldo ya se había divorciado y estaba determinado a reconocer su amor. Para finales de la década Aldo, Aldo Gucci y Bruna Palombo se casaron en su residencia de Palm Springs, después de 25 años de relación, y dándole fin a tantos años de despechos. Finalmente, la vida personal del dueño de una de las firmas más grandes del mundo parecía ajustarse a sus logros empresariales. Sin embargo, la frustración de los hijos de un matrimonio sin amor y los celos de la descendencia no paraban de generar caos. Tanto Paolo, el resentido diseñador hijo de Aldo, como Maurizio, único hijo de Rodolfo, el otro hermano dueño de la empresa, eran una fuente inagotable de desafíos y disgustos.
Los jóvenes habían nacido en cuna de oro. Entre sus dichos más habituales solían escucharse "Prefiero llorar en un Rolls Royce que ser feliz en una bicicleta", recitado como un mantra en eventos sociales y fiestas. Fruto de uno de los tantos desafíos fue que Maurizio se casó con Patrizia Reggiani. La joven era hija de un magnate del transporte y desde chica había dado señales de su preferencia por el poder y el escándalo. Pero fue Paolo Gucci el que provocó el verdadero desastre y llevaría a prisión a su padre.
Varias versiones son las que indican que luego de una disputa familiar en el año 1983 el hijo de Aldo debió abandonar la empresa. El directorio lo habría obligado a tomar la decisión, hartos de la conducta impropia y los reclamos del diseñador. En un rapto de furia, Paolo, habría acudido al entonces fiscal Rudy Giuliani con documentos que certificaban que su padre evadía impuestos, un escarmiento que le costó más caro que lo que pensó.
"El Estado quería dar ejemplo -afirma su hija Patricia en el libro-. Era el presidente y el único Gucci con una green card. Y Giuliani era un joven que quería hacer carrera". Si bien Aldo negó las acusaciones, igual fue condenado a un año y un día de presión. Para 1987, ya había salido de la cárcel, pero el disgusto de los tiempos amargos le trajo un cáncer al que le dio batalla pero que finalmente se llevó su vida.
Mientras tanto, con el "terreno liberado", Maurizio asumió el rol de líder de la compañía. Por ser el único hijo de Rodolfo gozaba del 50% de las acciones y esa mayoría, más el lobby incesante de su esposa Patrizia, lo llevaron a asumir el cargo. Antes de cumplir los 30 años, el joven se hizo cargo del imperio pero no sabía que arrebatarle el cargo a su tío también le quitaría la vida.
Muerte, mafia y prisión
La mañana del 27 de marzo de 1995, a las ocho y media, Maurizio Gucci, el joven nacido en cuna de oro que tomó por asalto la presidencia de la compañia, ingresaba en su oficina de la calle Via Palestro en Roma, como todos los días. Luego de saludar a Giuseppe Onorato, el portero del edificio, tres disparos lo sorprendieron por la espalda mientras subía las escaleras. Cuando caía, otro mas le alcanzó la cabeza. El nieto de Gucci murió en los brazos de su empleado y las acusaciones apuntaron contra su exmujer, la ambiciosa Patrizia Reggiani.
Al momento del crimen, el divorcio era inminente. Su relación se había desgastado soportando las presiones de la compañía y las disputas familiares. Maurizio, un auténtico donjuán, tampoco colaboraba para sostener la paz famliar. El matrimonio había tenido dos hijas, Allegra y Allessandra, y pese a liderar todos los eventos de lujo y reuniones sociales, estaba deteriorado, ya no vivían juntos desde hacía una década y Maurizio tenía otra mujer, Paola Franchi.
"Patrizia había tramado el asesinato de su ex marido con la ayuda de su vidente porque, a pesar de haber pasado más de diez años desde el divorcio, era incapaz de aceptar el rechazo de su marido y la pérdida de su estatus social", dijo Franchi en el juicio por la muerte de su novio. El móvil de la "novia interesada" había sido desestimado rápidamente ya que esta era la segunda relación que Franchi mantenía con hombres poderosos. El primero era aun mucho más rico que Gucci.
Cuando murió, Maurizio Gucci estaba proyectando convertir la marca exclusiva que heredó en una "factoría de Pret a porter" . El mundo estaba cambiando; la década del 90 auguraba un protagonismo de la calle que nunca antes había existido. La dirección verticalista de la moda como imposición había cambiado y era la pasarela la que se inspiraba en los looks de la calle y no al revés. El nacimiento del street style y la moda sport de zapatillas y buzos para uso cotidiano había empezado a encontrar un lugar y las marcas de alta costura necesitaban un replanteo. La lectura de Maurizio era apropiada, pero la implementación de sus ideas colocó a la marca en una posición difícil. La velocidad con la que las otrora exclusivas carteras se volvieron masivas -podían verse los bolsos en locales que no eran de la firma, sin control de su exhibición, mezclados con productos de segunda línea- sumado a los cambios que experimentaba la cultura del vestir abocada a desarrollar lo masivo, hicieron devaluar la marca y depreciar el negocio. Las arcas de los Gucci perdían miles de dólares por día.
Tiempo antes del asesinato el líder de la compañía, quien contrató a Tom Ford para relanzar la empresa, Mauricio ya había vendido parte de las acciones de la firma. Ese hecho operó como distracción para la investigación que concentra en lo económico el movil principal del crimen, suponiendo un ajuste de cuentas relacionada a su fortuna. Sin embargo, el asesinato planificado y encargado por su ex mujer, en connivencia con sicarios de la mafia italiana, era la reacción pasional de una venganza. Reggiani atragantada por el odio de los sucedido, quería salvar a sus hijas de que compartieran la herencia y de que hubiera una nueva persona a la que llamar "Señora Gucci", diría Franchi, la segunda mujer de Maurizio, en una entrevista.
Después de años de juicio y recorridos por las distintas hipótesis, se probó, finalmente, la culpabilidad de Patrizia Reggiani como autora intelectual del crimen de su esposo. Habiendo cumplido 16 años en prisión y aun restándole tiempo para completar su condena, la peculiar mujer salió en libertad condicional, debido a su arreglo con la firma Bozart, una empresa que produce joyas, donde cumpliría parte de su pena a cambio de trabajo El primer trabajo de su vida.
La dama que fue el emblema del mundo brillante y ostentoso de finales de los 80, que se jactaba de jamás haber trabajado, cometió el peor delito y su encumbrada posición, como la libertad, se le desvaneció de un momento a otro. Cuando salió de la cárcel Reggiani estaba pobre y sin contacto con sus hijas ni nietos.
Sin embargo, sin perder las mañas, se las arregló para que esta situación le durara poco. En medio de su flamante trabajo por el que recibió la salida de prisión y la reducción de su pena, percibió el favor del estado de otorgarle el beneficio de la herencia. Hoy, Patrizia Reggiani esta libre y goza de un millón de euros anuales, vitalicios, con los que podrá imitar los lujos de antaño.
La promesa del film
Diez años duró el litigio de la familia con los productores que desean retratar la historia. La película, que se titulará Gucci, fue confirmada en 2016 aunque aún no se adelanta fecha de rodaje. En ella participarán Megan Ellison y su productora Annapurna, quienes ya trabajaron con Wong Kar Wai, el futuro director, en The Grandmaster.
Además, la compañía Scott Free de Ridley Scott se ha unido a este proyecto que, tras años emitiendo rumores (se hablaba de Leonardo DiCaprio y Angelina Jolie para interpretar la pareja de Maurizio y Patrizia como protagonistas) parece que por fin va a tener forma. Por el momento, las actuaciones no están confirmadas, pero se sabe que el film se centrará en la historia del asesinato en los 80.
La firma, que hoy goza de un prestigio renovado, fue intervenida en aquellos años de Maurizio por Dawn Mello, la directora de los grandes almacenes Bergdorf Goodman de Nueva York. De hecho fue Mello, junto a Maurizio Gucci, quienes seleccionaron a, en ese momento, al joven e ignoto diseñador Tom Ford, causando una revolución que reinstaló las utilidades y el prestigio de la firma.
Inspirada en la Nueva York de los setenta y con un fuerte componente sexual en sus prendas, las colecciones de principios del 2000 restablecieron paulatinamente el glamour perdido en los años 80. Apoyadas en el respaldo económico de Investcorp, el grupo económico a quien Maurizio en vida había vendido sus acciones, recobraron el ADN de la firma, lujo y sensualidad, que la llevaron otra vez hacia lo más alto de la moda y restablecieron los lazos afectivos con Hollywood. Las estrellas se agolparon, otra vez, para vestir sus prendas. La historia de crimen, traición y pasiones a la pocos familiares Gucci sobreviven, quedará marcada a fuego en la historia de la moda y esperemos, en el cine.
Para los más tradicionales, Gucci representa el estereotipo mismo del hombre italiano, impecable y acicalado; los "millennials" seguramente piensen en la actualidad de una marca que viste hippies maximalistas, de lentejuelas, tigres y bordados, que de la mano de su alquimista Alessandro Michele, el director creativo en medias deportivas a rayas, actualizó un lujo acartonado que atrasaba. Los más distraídos de la moda, no podrán evitar ver los logos en cinturones y carteras, donde la doble G se estampa en los brazos y cinturas de las estrellas, guardando con el cuerpo una relación escala "S de Superheroe". Gucci, la marca con "sello a la italiana" que le puso imagen a nuestro mundo fue el espejo de una familia descosida por las vanidades que hasta el día de hoy generan intrigas.
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