"Los gigantes patacones no eran fantasías"
"Tan grande era ese hombre que nuestra cabeza apenas le llegaba a la cintura", narraba Antonio Pigafetta, cartógrafo y cronista de la expedición de Hernando de Magallanes, en 1520, cuando se produjo el primer encuentro con los nativos de la región, en los alrededores del puerto de San Julián.
"Es que los gigantes patacones no eran fantasías de cronistas alucinados por las privaciones y los largos viajes, eran los primeros habitantes que tuvo América, los tehuelches. Enormes cazadores de casi dos metros de altura, corpulentos, de unos 150 kilos, tez oscura y ojos asiáticos, que vivían de la carne de guanacos y ñandúes y se vestían con pieles. América es como un gran embudo, y las culturas más primitivas estaban muy abajo, en el vértice. Los tehuelches son los más antiguos, aparecieron hace unos 10.000 o 12.000 años", explica el doctor Rodolfo Casamiquela, de paso por Buenos Aires para recibir el Premio Konex de Platino Humanidades 2006 en Antropología y Arqueología Cultural.
Casamiquela nació en Ingeniero Jacobacci, Río Negro, es paleontólogo, antropólogo especializado en lenguas indígenas, doctor en Ciencias recibido en la Universidad de Chile, y defensor apasionado de la cultura tehuelche.
–¿Cómo llegó a interesarse por la cultura indígena?
–A los 14 años, cuando fui a estudiar a Buenos Aires. Un día, en la Biblioteca Nacional, encontré un libro escrito en una lengua muy extraña: mapuche. Después descubrí que en mi pueblo la mitad de los chicos de mi edad hablaban esa lengua, pero no se lo confesaban a nadie, ocultaban su origen. Sentí una rara mezcla de intriga y fascinación por mi descubrimiento y decidí seguir adelante. Un día mi padre me contó que, en la empresa donde trabajaba, los peones que enfardaban la lana en las barracas eran indígenas. Fui a verlos y pasé un verano fabuloso, escuchaba y anotaba lo que decían en su lengua. Dos años más tarde, con los elementos que pude ir recopilando, fundé uno de los primeros museos sobre el tema.
–¿Pero y los tehuelches?
–Poco a poco comprendí que, entreverado con lo mapuche, debajo de lo aparente, había algo mucho más viejo: la cultura tehuelche. Muy anterior a 1820, año en el que llegaron los primeros mapuches y se establecieron en el centro de La Pampa, o 1890, cuando se afincaron al sur del río Limay.
–¿Por qué desapareció?
–Un pueblo no desaparece, se va mestizando, es absorbido por otra cultura. Los tehuelches se disuelven en las culturas mapuche y la criolla. Por ejemplo, la lengua mapuche era más práctica para tratar y negociar con los blancos, tiene un significado atractivo, significa gente de la tierra. Y así, uno encuentra personajes importantes como el cacique Yanquetruz, rival de Cafulcurá, que siempre habló tehuelche y nunca renunció a su origen; sin embargo, su nombre es mapuche. Otro caso es Sayhueque, un gran cacique que hablaba tehuelche en la vida diaria, se vestía con indumentaria tehuelche y se envolvía en el quillango de vicuña, pero cuando se encontraba con el perito Moreno se ponía las botas europeas y hablaba en castellano. Mi maestro pudo tratarlo porque Sayhueque murió en 1903, cuando él tenía 33 años.
–¿Cómo era su maestro?
–Un ciego que se trasladaba muy poco. Lo encontré en 1953, en Gan Gan, en pleno corazón de Chubut. La lengua tehuelche había desaparecido prácticamente en 1920, y él comprendió que era el último que quedaba para hablarla, entonces trató de reflotarla. Se llamaba José María Cual. Su nombre tehuelche era Kalakapa, que significa cuello. Se comunicaba conmigo en castellano y podíamos hacer traducciones del mapuche al tehuelche e ir componiendo una gramática.
–¿Cuál es la situación actual de la lengua tehuelche?
–Murió con mi maestro, en 1960, y no hay interesados en aprenderla. Hoy es una lengua muerta. Incluso yo, en realidad, soy pronunciante de tehuelche, porque nunca oí un diálogo. Mi tarea es estudiar, enseñar, tratar de convencer a los descendientes de que no renuncien a un legado muy valioso, un tesoro. Estoy trabajando en dos libros, uno es una gramática de la lengua tehuelche, y el otro, un texto de 500 páginas que se llama Guía de las creencias religiosas y ceremonias de los tehuelches de la Patagonia.
–¿Qué más se puede decir sobre los tehuelches?
–Han dejado inscripciones extrañas en las rocas, diseños que se repiten en los tejidos y que se transmitieron a otros pueblos. El tema, que le encantaría a Jorge Luis Borges, es el laberinto. Nudos de donde parten caminos perdidos que vuelven a encontrarse sin llegar a ninguna parte. Se los encuentra en una zona comprendida entre los ríos Chubut, Negro y Limay, región donde se desarrolló la cultura tehuelche. Son un pueblo de estepa, meseta, cazadores de guanacos. Es curioso, pero si un tehuelche llega a la orilla del mar no se alimenta de peces.
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