Los dos países bajo la batuta de Yeruham Scharovsky
No hay nada en el aspecto y manera de hablar de Yeruham Scharovsky que revele que pasaron más de cuarenta años desde que siendo un jovencito decidió seguir sus ideales e irse a vivir a un kibutz en Israel. Dejó una casa estable con todas las comodidades y una carrera musical que apenas comenzaba para levantarse a las 4 de la mañana y trabajar la tierra. También fue al ejército, donde lo hirieron en dos ocasiones, hasta que una vez cumplidos todos los requisitos pidió permiso para poder estudiar música que era su pasión desde niño. Desde ese momento ha dedicado su vida a la dirección y lo llena de satisfacción cuando lo presentan como argentino-israelí. Por eso, el hecho de venir a la Argentina para dirigir a la Orquesta Sinfónica de Jerusalén en el concierto para Nuova Harmonia con el que se conmemoran los 70 años de Israel es también una manera de mostrar un poco las dos facetas que lo definen.
"Me siento muy argentino a nivel de cultura, de hábitos y de sentimientos. Apenas vuelvo sé que estoy en casa a pesar de que han pasado tantos años desde que me fui. Pero, por otro lado, también me siento profundamente israelí. Israel simboliza el lugar en el que me formé como músico, allí me casé y fue donde nacieron mis hijos. Creo ser lo más representativo de tener dos nacionalidades y me gusta sentir a estos dos países que amo profundamente", afirma.
Scharovsky cuenta que durante su primera clase sobre principios de dirección al ingresar en la Academia de Música de Jerusalén (en Argentina había recibido clases de flauta y contrabajo con profesores del Colón y de composición con Jacobo Fischer) experimentó un shock eléctrico y supo a lo que quería dedicar su vida. Afirma que su segunda mejor escuela fue el haber descubierto que la Orquesta Sinfónica de Jerusalén ensayaba en un teatro muy cerca, por lo que cada mañana iba a escucharlos. "Mi historia con esta orquesta es la de un amor adolescente. Mendi Rodan, su director en ese momento y también mí profesor, me invitó a que preparara el Stabat Mater. Todavía recuerdo como me temblaban las piernas cuando me paré por primera vez frente a sus músicos. A partir de esa experiencia comenzamos a hacer cosas juntos y a pesar de que yo seguí mi carrera como director alrededor del mundo hemos mantenido una relación ininterrumpida en la cual siempre volvemos para reencontramos."
En la carrera musical de este músico, además de haber sido el ganador en 1990 de la competencia internacional de Zubin Mehta y haber dirigido la Filarmónica de Israel, están también asociadas los nombres de las más grandes orquestas del mundo. Pero hay algunas en particular con las que afirma tener recuerdos muy especiales. "Fui el primer director invitado que tuvo la Orquesta Sinfónica de Roma y para mi esas cuatro veces al año que viajaba a dirigirla eran maravillosos. Luego, fui director residente en la Ópera de Finlandia, que representó mi primera oportunidad frente a grandes producciones de ópera y de ballet. Después vinieron mis ocho años frente a la Orquesta Sinfónica Brasileira en Rio de Janeiro que fueron excepcionales. Pero mi recuerdo más memorable fue esa oportunidad en la cual Lorin Maazel me escogió para dirigir un concierto conjunto por los 3.000 años de la ciudad de Jerusalén. Creo que jamás volví a compartir un ensayo con alguien que dominara la musica como él."
El programa abre con un fragmento que corresponde a la "Danza Hora", extraída del poema sinfónico Emek compuesto por Marc Lavry e inspirado en la gente y en los lugares que vio cuando llegó a Israel huyendo de Berlín. "Me pareció bueno comenzar así, es una orquesta israelí y esto es como mostrar el pasaporte. Luego seguirá el Concierto para violín en mi menor de Mendelssohn con un joven solista llamado Itamar Zorman. Es un verdadero virtuoso, ganador del concurso internacional Chaikovsky en 2011. Me da mucha satisfacción poder darles una oportunidad a estos jóvenes talentos israelíes para que muestren su trabajo al mundo. Nacido en Israel, representa el verdadero fruto de esta tierra. Han estudiado y trabajado mucho para ser lo que son, mi único aporte es mostrarlos. Y para cerrar, la Primera Sinfonía de Brahms. Yo dirijo todo, pero, aunque sea una vez al año siento la necesidad física de tocar Brahms para purificar mi alma y recordarme porque amo tanto la musica. Creo que no hay música más perfecta que esta. Yo la dirijo desde hace años y cada vez que lo hago no puedo contener mi emoción".
Para agendar
Orquesta Sinfónica de Jerusalén
Director: Yeruham Scharovsky
Hoy, a las 20.
Teatro Coliseo, Marcelo T. de Alvear 1125
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