"Bien fuerte. Que penetre", le dice Kevin Johansen a su sonidista en La Tangente un sábado de agosto, después de tocar "So Lazy" en la prueba de sonido de su segundo show vía streaming. No le pide que suba ningún instrumento: le reclama que los aplausos grabados se escuchen más cuando comience la transmisión a través de Internet.
Además, a los que están detrás de cámara –el sonidista, un director de cámaras, un camarógrafo, un stage, su manager, la asistente de la manager, un fotógrafo, dos personas a cargo del streaming y dos empleados de La Tangente–, les dice, un minuto antes de salir al aire, que aplaudan, chiflen y hagan mucho ruido.
Y en el medio del show, le hace un gesto a su equipo técnico al cierre de "Oh my love, my love" con la misma demanda: que los aplausos suenen más. "Mentime que me gusta", acota el músico en complicidad con su equipo técnico.
Las exigencias de Johansen no son una cuestión de divismo o de alimentar su ego. Solo quiere cortar el silencio sepulcral que la nueva normalidad instaló en la música en vivo.
Adentro de La Tangente no hay más de 15 personas y a cada rato uno de los empleados pasa con un rociador tirando sanitizante para pisos –incluso cuando los músicos están tocando se escucha el "pssstt pssstt" del rociador–. En lugar de público, hay computadoras, equipos y muchos cables, cámara fijas y un camarógrafo con una steady cam. Y unos metros más allá, dispuestos debajo del escenario, están Kevin Johansen con sus tres músicos –Sebastián Massolo, Maxi Padín y Andrés Reboratti–, que forman una L, con al menos un metro y medio entre cada uno de ellos.
Se hizo larga la espera de los músicos por volver a tocar fuera de sus casas por primera vez desde que se decretó la cuarentena. Con el regreso a Fase 1 durante julio para controlar la curva de contagiados de Covid-19 en el AMBA, hubo que esperar para ver en acción el protocolo que había aprobado el Gobierno de la Ciudad. Recién el mes pasado se pudo comprobar cómo era esto de la nueva normalidad, no solo para los artistas que ahora deben moverse por el escenario con cuidado y un frasco de alcohol en gel al lado de sus instrumentos. El público ahora tiene que conformarse con verlos por pantallas y, lamentablemente, la experiencia no fue satisfactoria. Aunque no es un idioma nuevo porque ya se vieron festivales, como Lollapalooza y Cosquín Rock, y shows vía streaming en tiempos pre Covid-19, la industria se encontró con fallas técnicas justo cuando necesita monetizar este formato tras meses de parate.
"Estamos muy tristes porque teníamos mucha expectativa y trabajamos mucho para lograr esto. Pero nos excede porque estamos hablando de tecnología", dice el mensaje que la manager de Johansen, Margarita Bruzzone, les envió a las personas que habían comprado la entrada a 660 pesos en TicketHoy.com y no habían podido conectarse a ese segundo concierto del ciclo Desde La Tangente. A modo de resarcimiento, les ofreció la posibilidad de ver la actuación grabada, canjear la entrada para la próxima fecha del ciclo –que se realizó 10 días después– o la devolución del dinero que habían pagado. "Muchos lo entendieron y me agradecieron por el contacto. Uno me dijo: ‘Ni loco te pido que me devuelvas la plata. Hay que apoyar…’", cuenta Bruzzone un par de días después.
Lo que ocurrió en el show de Johansen no fue un caso aislado. Pedro Aznar, de los primeros en comercializar sus espectáculos durante la cuarentena, tuvo que reprogramar uno por fallas de conectividad; el aluvión de usuarios conectados para ver gratis a Los Pericos tocar desde La Trastienda generó que muchos no pudieran entrar al sitio y el show se retrasara media hora; y la ambiciosa propuesta del Cosquín Rock Online, con más de 70 artistas tocando desde el Luna Park, el Teatro Vorterix y La Trastienda, tuvo que reprogramar los sets de A.N.I.M.A.L, Los Tipitos y Attaque 77 por "inconvenientes técnicos", según explicó su creador José Palazzo.
Igualmente, la preocupación por resolver estos puntos débiles en un eslabón vital de esta nueva forma de trabajar no llegó a opacar la alegría que genera el regreso de la actividad, aunque sea barbijo de por medio. "Hablaba con unos colegas que estuvieron en el Cosquín Rock y estaban felices de volver a tocar una consola", cuenta Néstor Stazzoni, ingeniero de sonido que trabajó con IKV y Tini, entre otros artistas, y durante la cuarentena fue parte de las transmisiones del Quilmes Rock y las grabaciones auspiciadas por Mercado Libre con Abel Pintos y Vicentico tocando para trabajadoras de la salud.
"Laburó la gente del estadio, del sonido, la gente de las luces y la de las cámara", enumera Leandro Corneli, manager de Kapanga, que tocó desde el estadio Malvinas Argentinas el 1º de agosto. "Esto fue mover un poco la rueda".
***
‘Apenas se declaró la pandemia, fuimos los primeros en movernos y hablar con músicos, artistas y productores para ofrecerles streaming, pago o gratuito", explica Diego Balán, socio de TicketHoy, una de las once ticketeras con mayor actividad en el país y la región, que, como algunas de sus competidoras, con el apagón del entretenimiento en vivo, amplió sus servicios de corte de boletería digital a plataforma integral de streaming. Al cierre de esta edición, llevaban más de ciento cincuenta shows emitidos en menos de cinco meses y habían cortado 500.000 entradas, con un valor de entre $300 y $700 por unidad.
Pero a comienzos del mes pasado, la empresa se ubicó en el centro de una controversia mediática al cancelar un show de Valeria Lynch –previamente reprogramado por fallas técnicas– y también un espectáculo del actor Martín Bossi, que habría tenido un caudal de 20.000 espectadores saturando la plataforma sin siquiera poder dar play. Según pudo saber Rolling Stone a través de fuentes extraoficiales, la compañía sospecha que los problemas surgieron por un posible ataque a la seguridad de la plataforma, a partir de solicitudes no habituales dentro de la base de datos.
Aquel fin de semana en que TicketHoy lidiaba con eso, el Cosquín Rock, que había vendido abonos para sus dos jornadas entre $1.000 y $5.000, enfrentó problemas que no solo derivaron en transmisiones defectuosas: la falta de encriptación del código de la plataforma inclusive provocó que varios usuarios tuvieran la posibilidad de ver el festival sin cargo y otros hasta lo retransmitieran gratis vía Twitch. Sin embargo, la productora de José Palazzo anunció que 170.000 personas disfrutaron del evento, una cifra alentadora.
La urgencia de la industria es en parte el catalizador de los problemas que aparecieron. "No se está teniendo en cuenta la curva de aprendizaje porque esto no es lo mismo que hacer un show físico. Las empresas piensan que es apretar un botón y ya podés streamear, y no es así. Hay que aprender un montón de cosas, sobre todo si no venís de este palo", dice Pablo Granate, ex jefe de Transmisiones de Vorterix y actual Chief Technical Officer de streamweb, compañía con la que hizo eventos en el Teatro Colón, conferencias TEDx y transmisiones para la ticketera Livepass. El presente muestra que no alcanza con que las empresas sean técnicamente proficientes sino que también tienen que poner énfasis en la programación de una plataforma robusta, que lleva meses desarrollar, corriendo contra el tiempo y la falta de ingresos monetarios. "No había nadie preparado para esto en la Argentina", dice Alejandro Varela, presidente de S-Music. "Algunos te daban buen soporte, pero mal servicio de ticketing o al revés, buen ticketing pero mal streaming, y creo que todavía no hay una plataforma 100% confiable".
Pero si antes no fallaba, ¿por qué ahora sí suceden estos problemas técnicos? Algunos ejecutivos de la industria sostienen que, con el encierro, el aumento del tráfico de datos por el consumo on demand y el crecimiento de la oferta de eventos virtuales estarían afectando la performance de los sitios de transacción de entrada y los CDN, las siglas en inglés de red de distribución de contenidos, que son los servidores que contienen copias de datos para maximizar el ancho de banda y evitar así que un flujo alto de demanda sature la señal del streaming.
"La diferencia es que antes no tenías el pago de la entrada y una plataforma que validara el ticket o el IP del usuario para dejarlo pasar a la segunda instancia, al streaming propiamente dicho", dice Granate, que sostiene que los conflictos no están en la plataforma del video sino en "el entorno del primer sitio, el de enlace y el servidor donde se genera la transacción, que hoy no está adecuado para recibir 15.000 usuarios a la vez".
Para que eso no suceda "tener un servidor dinámico es esencial", dice Fernando Lang, director de Marketing y Comercial del Movistar Arena, venue desde el que este mes se transmitirán shows. "No se te puede generar un cuello de botella durante el logueo en la parte previa del show". Pero con el mal estado económico del sector, asegurarse de que una plataforma no falle y lograr que no se caiga sin importar cuánta gente entre no es sencillo ni accesible. Un ejemplo: en su último streaming, solamente para dar soporte de transmisión a 1.000 espectadores, la producción de Coti tuvo que pagar 1.700 dólares.
Y hacer que suene bien también es costoso. Como antes eso no era una prioridad, según cuenta el ingeniero de sonido Néstor Stazzoni, muchas veces se ha encontrado con que los equipos trabajaban con consolas baratas o en mal estado y que en otras oportunidades, por ejemplo, para la transmisión de recital por un canal de televisión le han pedido conectarse a la consola de la sala para obtener la señal, sin tener en cuenta que esa mezcla no se iba a escuchar bien en ese entorno. "Nosotros salíamos de una mesa de 100.000 dólares y para el streaming entrábamos a una Mackie de 200 dólares", dice Stazzoni. En los últimos meses, esto empezó a cambiar. El audio es una parte fundamental de la experiencia y parece haber más sinergia entre los equipos de sonido y de video, con sus integrantes aprendiendo de los requerimientos técnicos de cada área para que la señal que les llegue a los usuarios sea de la mejor calidad posible. "Si vos ponés otro ingeniero a mezclar para el streaming, el tipo se puede abstraer de la acústica del lugar y puede mezclar de cero otro concepto, puede jugar con el estéreo u otras cosas que el operador de sala no puede hacer".
Además de la señal de origen, en este contexto hay que tener en cuenta el equipamiento y la conectividad con la que cuentan aquellos que compran los tickets. En este punto, el Cosquín Rock Online tuvo una buena práctica sugiriendo a sus espectadores que escuchen la transmisión con auriculares, que la vean, si era posible, a través de una computadora para aprovechar el mapa interactivo y la navegación entre los distintos escenarios, y compartiendo información acerca de la velocidad de conexión recomendada para verlo en calidad SD, HD o Ultra HD.
La aplicación del protocolo también cargó más peso sobre otros costos en la organización de un show. Además de elementos como el alcohol en gel y sanitizantes que aumentan la cuenta en miles de pesos, está la multiplicación de horas hombre. "En vez de usar tres horas para el armado, usamos seis", dice Corneli, el manager de Kapanga, sobre la fecha que realizaron en el estadio Malvinas Argentinas el mes pasado.
"Preparamos turnos para que la gente no conviva en el escenario como antes", cuenta Corneli. "Cuando nosotros llegamos con los equipos, la gente del sonido, las luces y energía salieron del estadio. Volvimos a desinfectar, montamos lo nuestro, entró la gente del sonido y luces, pero solo los operadores para patchear todo. Salieron ellos y volvimos a entrar nosotros para hacer el check. Y ahí llegaron las cámaras. Siempre mantuvimos ocho o nueve personas; nunca estuvimos las 17 personas que somos Kapanga arriba del escenario".
Corneli aclara que todo el tiempo el staff usó barbijos y que cada integrante tenía un rociador con la solución de 70/30 de lavandina y un frasco de alcohol en gel. También se buscó que los instrumentos no pasaran por tantas manos. De esta manera, el stage vio que su trabajo se redujera al armado y desarmado, ya que no estuvo probando guitarras ni pasándoles instrumentos a los músicos. En cuanto al catering, las viandas estaban personalizadas al igual que los vasos.
"Y yo estuve encima de todos", aclara Corneli, "diciéndoles: ‘chicos, un poquito más de distancia’. Salió natural, pero estábamos un poquito contracturados todos".
***
La incertidumbre de los meses de aislamiento generó que no haya propuestas renovadoras desde lo artístico. Parte del circuito de músicos locales simplemente ajustaron en una mínima expresión sus sets, replicando el físico en el contexto digital sin mayores sorpresas. "Hay muchas bandas que no entienden el lenguaje del streaming y no ven la oportunidad. Es como que van y cumplen", dice Gastón Fernández, Director de Marketing de S-Music. "No está fluyendo la creatividad desde todo punto de vista".
Una vez que se habilitó el protocolo y empezaron a surgir las fechas, hubo quienes siguieron con el formato desde casa (el show fallido de Valeria Lynch, por ejemplo) y otros que tocaron como si enfrente suyo, en lugar de un par de cámaras, hubiera público, como fue el caso del Cosquín Rock en sus diferentes sedes. La cámara 360º logró, cuando estuvo disponible, romper la posición pasiva del espectador/usuario, y fue Andrés Ciro el que entendió que había que hacer mucho más para que esta experiencia de verlo tocar a distancia valiera la pena: antes de la fecha, les pidió a sus seguidores que les enviaran fotos desde sus casas para sumar a la pantalla en el clásico momento de la lectura de banderas, y cuando cantó "Tan solo" en el campo vacío del Luna Park es, quizás, la imagen más impactante y representativa de este momento que vive la industria musical.
"Pienso todo el tiempo en generar nuevos contenidos", asegura Corneli, el manager de Kapanga, que apostó a una especie de night show con el Pollo Cerviño de conductor. "La respuesta de la gente fue buena y a nosotros nos encantó". El plan es repetirlo a fines de este mes o en las primeras semanas de octubre y sueñan con llevar el formato a un canal de cable a la medianoche, con la banda tocando con invitados.
Otra opción para atraer a la audiencia es convertir ese momento de estar frente a una pantalla en lo más parecido posible a la experiencia de ver un show en vivo. Para sus conciertos, Bebop Club ofrece junto a las entradas una tabla de fiambres y una botella de vino para consumir en tu casa mientras ves el espectáculo. La fiesta Bresh, uno de los eventos online más convocantes de la cuarentena, hace algo similar gracias a su unión con Pedidos Ya: a través de la app de delivery, a la hora que se realiza el evento, podés comprar un pack que incluye un vodka Skyy, golosinas y glitter.
Salvo la "gira" de Conociendo Rusia –lograda gracias a la geolocalización que ofrecen algunas plataformas con la que Mateo Sujatovich pudo tocar desde Buenos Aires para distintos países–, la escena independiente no se volcó de inmediato a hacer shows online. Facundo Cruz, manager de Ca7riel y Paco Amoroso, Chita y Lara91K, entre otros artistas, recibió varias ofertas para que toquen, pero prefirió declinar. "Después de ver lo que hizo Travis Scott en Fortnite, me quedé con ganas de hacer algo online, pero solo si se rompía la situación de un escenario", dice Cruz. "Si no hay público adelante, ¿por qué hay que estar en línea? ¿Por qué no podés moverte por el lugar en el que estás?". La única prueba que tuvo fue con Lara91K haciendo un set en el que estrenó dos temas llamado En Casa, con la dirección de OrcoVideos: "En lo que se viene, llevar a tu propio director va a ser como llevar a tu operador de sonido".
En septiembre, la oferta de shows vía streaming va a crecer con la aparición de los venues con mayor capacidad de Buenos Aires, el Movistar Arena y el Luna Park, en los que se pueden cumplir fácilmente las medidas de distanciamiento social que exige el protocolo. En el estadio de Villa Crespo se realizará el ciclo "Se siente desde casa", con actuaciones de Miranda! (viernes 4), El Kuelgue (viernes 11) David Lebón (sábado 26), Vicentico (3 de octubre), Dante Spinetta (9 de octubre) y Bandalos Chinos (29 de octubre, entre otros. "Nos vimos obligados a repensar la manera en la que les hacemos llegar el show a los clientes", agrega Lang. La propuesta apostará al despliegue tecnológico con más de 140 equipos en la planta de luces, 150 metros cuadrados de pantallas LED en el escenario y un set de cinco cámaras HD, dos cámaras robóticas y una grúa. También, en una segunda pantalla, buscará ofrecer una experiencia íntima para la audiencia, con recorridos por el Arena con los artistas, conocer los camarines, poder ver las pruebas de sonido o acceder a un meet & greet. "La idea es mostrar mucho la previa y lo posterior del show", completa Lang.
"Creemos que el show en streaming no tiene que ser tratado como un vivo normal sino que tiene un formato más bien televisivo", dice Eduardo Baragaña, director de +VIVO, la productora detrás de la presentación de La Beriso (sábado 12) en el Luna. Su apuesta incluye sonido 8D (también conocido como binaural), escenografía tridimensional y una plataforma publicitaria con geolocalización para que las marcas puedan segmentar audiencias según ciudad, edad y otros datos.
Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, la banda del Indio Solari, también tendrá su prueba de fuego en el terreno online este mes: el sábado 26 celebrará sus 15 años con un concierto transmitido en la plataforma de Ticketek Live. En el flyer del evento, se anuncia una hora de ingreso, las 17 horas, como si fuera un recital con su tradicional apertura de puertas, y que tiene capacidad limitada. "Se pone un techo y este formato de ingreso para evitar a toda costa que se caiga el sistema", dijeron a Rolling Stone desde la productora Rock & Reggae, a cargo del espectáculo.
Hay un detalle importante que devela el auge del streaming y es la industria madurando la posibilidad de encontrar distintas fuentes de ingreso. En S-Music aprovecharon los contenidos resultantes de la producción de un ciclo de shows online de Los Nocheros para distribuir en plataformas como Spotify: "Mejoramos el audio y nos sirvió para mostrar un sonido 2020 de los primeros discos de Nocheros que ya tenían 30 años. Es una puesta en valor de ese catálogo. Y estamos con una idea a punto de aterrizar un poco más ambiciosa que tiene que ver con un club de afinidad, donde vamos a poner todo este material fílmico para cierto público", explica Alejandro Varela de S-Music.
También destaca el relacionamiento de los artistas con la audiencia: "Hicimos ya cuatro shows y la venta del primero al último fue creciendo hasta un 200%. Aprendimos mucho y mejoramos la comunicación, hicimos tutoriales, generamos mucho trabajo previo en las redes para que todo salga bien. El punto está en entender que los streamings no es solo hacer un concierto sino relacionarse con la audiencia de otra manera. Y si le das un buen producto, la gente vuelve".
Como si esto fuese poco, a diferencia del vivo tradicional, lo que también trae el streaming a la industria es impulsar lo que en la jerga corporativa se conoce como Business Intelligence; la información y los datos utilizados para elaborar estrategias, tomar decisiones y construir storytelling. Varios ejecutivos destacan la posibilidad de conocer mejor a la audiencia, transformando tendencias en datos cuantificables. "Cuanta más info tenés, mejor podés accionar", agrega Varela. "Ese es el gran punto hacia el futuro: entender que hay otras maneras de generar y conectarse con el público. El que al término de la cuarentena haya entendido esto habrá subido un escalón".
Los casi cinco meses que tuvo de parate total la industria de la música en vivo desnudaron las condiciones desfavorables en las que trabajan la mayoría de los técnicos y otros trabajadores involucrados en que un concierto llegue a realizarse. En abril, Toby Peralta, sonidista de Los Pericos y miembro de la comisión directiva del Sindicato Argentino de Técnicos Escénicos (SATE), decía a Rolling Stone que de sus 1.200 afiliados "solo el 20 por ciento trabaja en relación de dependencia". Y en julio, Goyo Degano de Bandalos Chinos contaba que en las reuniones por videollamada con sus compañeros uno de los temas que más se tocaban era cómo hacer para mantener la estructura que habían empezado a armar desde que su popularidad y cantidad de fechas había crecido.
Con el apoyo de la Asociación de Empresarios Teatrales y Musicales (AADET), los integrantes de ACCMA e Idear, la cámara que se formó en cuarentena y reúne a 3.000 venues de recitales y discotecas de todo el país, siguen atentos la evolución del proyecto de pymes culturales. El mes pasado hubo una segunda reunión en Casa Rosada con integrantes del gobierno nacional, la AFIP y el Ministerio de Cultura en la que se analizó la posibilidad de que las bandas y locales pueden figurar inscriptas como pymes culturales, lo que les daría la posibilidad de acceder a un régimen tributario diferente que el actual e incluir a trabajadores que, por la actividad que realizan, no tienen ningún código asignado, o sea, que actualmente no están alcanzados por ninguna política fiscal. Entre los managers, esperan con optimismo que esto sea aprobado para aliviar el impacto de la cuarentena en una industria que emplea a 500.000 personas de manera directa e indirecta.
Además, en esa reunión, el gobierno garantizó, al menos hasta diciembre, la extensión de la Asistencia a la Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP) para las empresas de hasta 800 trabajadores que registraron pérdidas con respecto al año pasado. También se habló de la implementación de créditos a monotributistas y autónomos con tasas subsidiadas o 12 meses de gracia.
***
Mientras aprenden a moverse en el streaming, los actores de la industria siguen trabajando con la incertidumbre de no saber cuándo podrán volver a realizar shows con público.
"Esto del streaming es una medida a mediano plazo que de alguna forma se va a convertir en un complemento. Nosotros vemos un 2021 con público. En etapas, pero con público", dice Lang. El Movistar Arena tiene una fecha sold out con el ex One Direction Louis Tomlinson el 21 de mayo. Las entradas salieron a la venta en julio y se agotaron en dos minutos. "Esto te marca también las ganas de la gente de volver a los shows presenciales".
Otras fuentes de esta nota no son tan optimistas de cara a los próximos meses, un período que debería ser de mucho trabajo entre las fiestas de fin de año de las empresas (un ingreso importante para muchas bandas) y los festivales que empiezan a realizarse con la llegada de la primavera. "Estábamos todos confiados en que venía el calor y no te ibas a contagiar esta gripe, pero eso no está pasando", dice Corneli, de Kapanga, poniendo como ejemplo lo que sucede en Europa, con algunos gobiernos limitando las actividades de entretenimiento por algunos rebrotes del Covid-19 en sus territorios.
"Falta bastante. Dependemos 100 por ciento de que aparezca la vacuna para volver a la actividad regular", dice Facundo Cruz. "El último show que hice antes de la cuarentena fue el 7 de marzo con Ca7riel, Paco Amoroso y Chita en el Auditorio Oeste de Haedo. Hacía un calor terrible y fue el show más enérgico de estos pibes. No sé por qué, pero decidimos grabarlo con cámaras. Ahora miro esas imágenes y me pregunto: ¿cuánto va a pasar para que podamos volver a ver eso, 1.500 personas saltando transpiradas todas juntas en el mismo lugar?".