En la entrevista más reveladora de su historia, los amos mundiales del dance muestran qué esconden detrás de los cascos
Los estudios de los Daft Punk quedan en un barrio feo y ajetreado de París, junto a una autopista al sur de la ciudad, cerca de una estación de tren y un hospital, detrás del portón verde de un garaje. Para entrar hay que tocar el timbre y mostrar la cara a una cámara de seguridad. Recién ahí la puerta se abre y revela un patio muy lindo de adoquines y algunos edificios de piedra París cubiertos de enredaderas. Estamos a principios de primavera y Guy-Manuel de Homem-Christo y Thomas Bangalter –parisinos de origen, amigos desde la adolescencia y músicos absolutamente misteriosos detrás de las máscaras robóticas de los Daft Punk– están parados en el patio, pestañeando frente a la luz del sol como si recién hubieran salido de una cueva. En realidad es así. "Es el primer día de sol que hay en semanas", dice Homem-Christo. Señala una habitación sin ventanas donde él y Bangalter se pasaron horas interminables encorvados sobre sus sintetizadores buscando sonidos nuevos, se encoge de hombros muy a la francesa y dice: "Igual siempre vivimos en la oscuridad".
Bangalter saca una llave de su bolsillo y abre la puerta de la habitación. Acá fue donde, en 2008, luego de una gira mundial, los Daft Punk se atrincheraron para empezar a grabar los demos de su cuarto disco, Random Access Memories . En el camino, ya habían convertido estadios de béisbol, anfiteatros y canchas de fútbol en tremendas raves, con la ayuda de un arsenal de súper computadoras diseñadas ad hoc dentro de una pirámide de aluminio de siete metros cubierta de pantallas y centrada en un panal con forma de Atari lleno de luces LED. Los Daft Punk tuvieron su primera oportunidad en serio durante el boom de la electrónica en los 90, pero la gira –un espectáculo alucinatorio de destreza pop sin precedentes– les dio mucha más popularidad, y transformó a estos sobrevivientes de una presunta moda pasajera en pioneros involuntarios de la larga manía del pop por la música electrónica. Tranquilamente podrían haberse dormido en los laureles y seguir así, tocando en lugares cada vez más grandes las mismas canciones vibrantes de siempre, pero los Daft Punk abandonaron las rutas después de 48 recitales y, cuando empezaron a trabajar con material nuevo, lo hicieron con ansiedad por reinventarse. "La música electrónica actual está en un lugar demasiado cómodo, y no parece que la situación vaya a cambiar ni un poco", dice Bangalter. "Se supone que un artista tiene que hacer otra cosa."
Bangalter tiene 38 años y es alto y huesudo. Tiene puestos un suéter gris y unos chupines que tienen un agujero en la rodilla en el que cabría una pelota de tenis. Su cara es alargada y tiene barba; peina su cabellera castaña y enrulada en un modesto afro judío (el padre de Bangalter, un artista disco de los 70 que grabó con el nombre de Daniel Vangarde, es judío, aunque en su casa nunca se practicó la religión). Cuando Bangalter está relajado, los ojos le brillan y su lenguaje corporal se torna más amistoso y cálido: se acerca y te toca un hombro para reforzar alguna idea. Por momentos, sin embargo, cuando habla otra persona, frunce la nariz con desdén evidente, como si en la sala hubiera feo olor. El director Michel Gondry, que conoce a los Daft Punk desde que lo contrataron para dirigir el video de "Around the World", su hit de 1997, dice que la mirada crítica de Bangalter es tan brutal que puede ser desalentadora. "Una vez, mientras tomábamos un café en París, me dijo que mi primera película no le había gustado para nada", recuerda Gondry y se ríe. "¡Dijo que no tenía vida, que era forzada! Duro, ¿no? Alguna gente dice siempre lo que piensa."
De Homem-Christo tiene 39 años, cara ancha y de rasgos finos, barba incipiente y pelo castaño y largo. Cuando era adolescente no se lavaba el pelo ni se peinaba demasiado, usaba un tapado de piel y llevaba sus cosas en una bolsa de plástico para las compras. Laurent Brancowitz, el guitarrista de Phoenix, que los conoció en 1992, dice que de Homem-Christo tenía pinta de "chica" y de "adicto al crack", aunque hoy en día curte un look un poco más higiénico pero igual de desaliñado: campera de cuero marrón, botas motoqueras gastadas y un colgante de plata con forma de huesito de la suerte arriba de un pulóver de terciopelo. No le gusta demasiado mirar a los ojos, y es tan taciturno como Bangalter efusivo. "A Guy-Man no le gusta mucho hablar", dice Daniel Dauxerre, que trabajaba en New Rose, una disquería parisina en la que los Daft Punk se pasaban horas cuando eran adolescentes tratando de encontrar vinilos de Augustus Pablo y los Beach Boys. "Cuando se pone a hablar, tiene un sentido del humor muy seco, nunca sabés si se está burlando de vos."
Los Daft Punk son las estrellas más enigmáticas del pop. Además de ocultarse la cara en los shows, videos y fotos, trabajan en general de manera muy discreta, y se niegan a dar datos autobiográficos en las pocas ocasiones en las que conceden entrevistas. Un extraño que entre en su lugar de trabajo lo hace con los ojos bien abiertos, porque hasta el más mínimo objeto cotidiano podría tener un significado oculto. En la habitación de los sintetizadores, hay un vinilo de Blondes Have More Fun de Rod Stewart en un rincón, un radiograbador chico JVC para escuchar tomas en crudo con una pirámide negra de plástico arriba. Hay copias en Blu-ray de Tron: El legado (cuya banda de sonido compusieron) y de Star Wars: L’Integrale de la Saga que ocupan casi medio estante, al lado de un libro de diseños de Saul Bass, el Walker’s Rhyming Dictionary (diccionario de rimas) y un volumen viejo de la colección Life Science Library de The Mind. Pinchada en la pared hay una instantánea que se sacaron los Daft Punk con los robots R2D2 (Arturito) y C3PO (Citripio) en una sesión de fotos para Adidas. "En ese momento me di cuenta de que habíamos entrado en la cultura pop", dice Bangalter.
Se acerca al plato fuerte de la habitación: un sintetizador modular enorme de 1,20 de alto por 1,80 de ancho. "Es un sistema nuevo hecho a mano especialmente para nosotros por un tipo en Canadá", dice. Encerrados en cuatro cajas del tamaño de un lavavajillas, hay decenas de osciladores, generadores de ruido y detectores de envolvente; arriba de estos hay filtros Borg, Boogie, secuenciadores de pasos y un osciloscopio antiguo. La fachada tiene luces que titilan, botones plateados y 933 perillas diferentes en un caos de cables rojos, grises y amarillos. "Con un sintetizador como éste, hay muchos elementos que afectan el sonido, desde la temperatura del ambiente hasta los condensadores; miles de pequeños parámetros caóticos", dice con orgullo Bangalter. "Es lo contrario al ambiente estéril que producen las computadoras". Se enteró de que el productor canadiense Deadmau5 escuchó rumores sobre el aparato, contactó al fabricante y le encargó "exactamente el mismo sintetizador".
En la última década, la influencia de los Daft Punk ha crecido a niveles gigantescos –es difícil encontrar otro grupo que haya influenciado a tantas bandas, que haya creado tantos sonidos y haya dictado tantas modas. Se los puede escuchar en el punk bailable de LCD Soundsystem, quienes demostraron su admiración con "Daft Punk Is Playing at My House"; en el pop quejoso hecho con Auto-Tune de T-Pain y sus imitadores (los Daft Punk fueron los primeros en descubrir este sonido, pero a Cher le pareció cool y lo usó); en los loops brumosos de bandas de chillwave como Toro y Moi y Washed Out; en el pop-rock radial de Phoenix y Chromeo; en la mezcla audaz de hip-hop y electrónica de Kanye West, que convirtió la voz con vocoder de de Homem-Christo en el hit "Stronger". En 2011, en el backstage del Madison Square Garden, después de la presentación de Watch the Throne , Jay-Z le dijo a de Homem-Christo que la pirámide de Daft Punk se había convertido "en una influencia importantísima" de su gira. Incluso Disco Stu se puso el casco cromado de Bangalter en un episodio de Los Simpsons .
Pero cuando Bangalter menciona la esterilidad del sonido de las computadoras y frunce el ceño es porque está pensando en los herederos musicales más directos de Daft Punk: los que tomaron el mainstream de la música electrónica por asalto, todos ellos fanáticos de Daft Punk. David Guetta pasa las canciones de ellos en Ibiza y dijo que el debut del dúo de 1997 –Homework– fue "una revolución". Avicii dijo que su reciente incorporación a la electrónica consistió en "escuchar mucho a los Daft Punk, incluso antes de saber qué era el house". Deadmau5 les copió los cascos. Skrillex comentó que la pirámide de Daft Punk le "cambió la vida". Los Swedish House Mafia aseguran que "los Daft Punk son nuestros héroes, en todos los sentidos posibles".
A pesar de todo ese amor, Bangalter y de Homem-Christo tienen sentimientos encontrados con respecto a sus herederos, con sus introducciones atolondradas y esas caídas de bajo y kilotón de relojería. "La electrónica de hoy es como la versión musical de una bebida energizante", dice Bangalter. "Los artistas están compensando con música agresiva, enérgica e hiperestimulada: es como si alguien te sacudiera. Pero no logra emocionar a la gente. Es una manera de sentirte vivo, pero..." "No es profunda, es superficial", completa de Homem-Christo. "Tal vez sea la diferencia entre el amor y el sexo, o entre el erotismo y la pornografía", dice Bangalter.
A medida que los Daft Punk se metían en el nuevo disco, prefirieron descartar viejos hábitos y "empezar de cero". La técnica histórica de mezclar funk, disco y vinilos de soft-rock les pareció gastada, demasiado conocida. Las baterías electrónicas que antes usaban para impulsar las canciones les sonaron repetidas –"en piloto automático", dice Bangalter–. Encontraron una nueva estrategia que llevó a los Daft Punk más lejos de la música electrónica que nunca. "Quisimos hacer lo que hacíamos con máquinas y samplers", dice Bangalter, "pero con personas".
La idea fue ajustar su sonido sin alterar la estructura básica de su ADN y en el camino superar a sus sucesores. "Hay una crisis de identidad en la música electrónica de hoy en día", dice Bangalter. "Escuchás una canción y te preguntás: «¿De quién será?». No hay firma. Todos los que están haciendo música electrónica tienen las mismas herramientas y las mismas plantillas. Cuando lo escuchás, te parece que se puede hacer en un iPad." Frunce el ceño. "Si todos se aprenden todos los truquitos, ya no queda lugar para la magia."
Ya que estamos, Bangalter me muestra un poco de esa magia. Afina el oscilador y sale un zumbido penetrante. Se arrodilla, cambia un cable de salida a una boca de entrada y mueve la perilla un milímetro. Una distorsión rasposa se aleja de la señal sonora. Toca un poco más acá y allá y el zumbido se convierte en un hipo hipnótico, y después en el sonido sordo y poderoso del house. Bangalter parece un chico con un juego de química. El sintetizador "está un poco en todos lados" en el disco nuevo, dice, siempre tocado a mano. "Con esto, no hay manera de que te salga un sonido igual al otro. No existe la opción «Guardar». Es un parque de diversiones en el que podés construir el sonido desde cero".
De Homem-Christo mira la hora en su teléfono. La idea es ir a tomar algo y después a cenar al otro lado de la ciudad, pero todavía tenemos un rato libre. "¿Qué querés hacer?", le pregunta Bangalter a de Homem-Christo. "¿Un café? ¿Un té? ¿chocolate?". "Vamos a un boliche de strippers", contesta Homem-Christo con cara de póquer.
Ninguna otra banda equilibra seriedad y humor tonto como Daft Punk. Por un lado, pueden discurrir sobre la evolución artística y sobre cómo quieren "volver a darle vida a la música"; por el otro, se ponen cascos kitsch inspirados en las contratapas ochentosas de los libros de Isaac Asimov. Bangalter dice que el look robótico es tanto una estrategia filosófico-conceptual –"nos interesa la línea que separa la ficción de la realidad, crear estos personajes de ficción que existen en la vida real"– como una manera de incluir a Daft Punk en la tradición de la teatralidad del pop extravagante que incluye a "Kraftwerk, Ziggy Stardust y Kiss. La gente pensaba que lo de los cascos era una movida de marketing, pero no: para nosotros es parte del glamour de la ciencia ficción". Los robots también les permiten a Bangalter y a de Homem-Christo, en su calidad de geeks huraños, ejercer una fuerza gravitacional sobre el público que, de otro modo, con sus caras al descubierto –y a pesar de que son atractivos, aunque no de una manera especial– no tendrían. "No somos cantantes, no somos modelos; la humanidad no encontraría ningún placer en vernos la cara", dice de Homem-Christo con ironía. "Pero a la gente le copan los robots."
En los 90, el dúo usaba unas bolsas negras de plástico en la cabeza cuando aparecían en público para promocionar algún disco, y en las sesiones de fotos se ponían máscaras baratas de Halloween. Los cascos robóticos, diseñados por unos amigos artistas franceses, en un principio tenían pelucas castañas irónicas –enrulada para Bangalter, lacia para de Homem-Christo. En 2001 se dirigían a una sesión de fotos en la que iban a mostrarlas por primera vez y decidieron arrancárselas, porque les pareció que los robots quedaban mejor pelados. "Más elegantes", dice Bangalter. Hoy tienen varios modelos de cascos: algunos tienen aire acondicionado y un sistema de comunicación para usar en los shows; otros están hechos con materiales que salen mejor en las fotos, para sesiones y proyectos como Electroma, la película flashera sin diálogos que los Daft Punk dirigieron en 2006. Los cascos nuevos fueron fabricados por una empresa de disfraces hollywoodense "que trabajó con el vestuario de la última El hombre araña ", cuenta Bangalter, y añade que le hicieron firmar un contrato de confidencialidad con indicaciones exactas de cómo debían ser los cascos. Compara a Daft Punk con "Warhol, que mezcló producción en masa con arte", pero el dúo también se acerca a la Walt Disney Company, o a Coca-Cola: multinacionales que guardan bien el secreto de cómo hacen su producto. "En eBay se venden cascos hechos por amateurs", dice de Homem-Christo. "Pero nunca encontrás alguno que tenga el tamaño justo."
Al atardecer, los Daft Punk dejan el estudio, se compran un café en la esquina y se meten en el subte. El vagón está casi lleno, pero nadie les presta atención, algo que sería inimaginable para una banda igual de famosa en una ciudad como Nueva York: una vez que empezás a llenar estadios, tenés que despedirte del transporte público. Esto habla del lugar paradójico y envidiable del que gozan los Daft Punk: son íconos anónimos. "Lo que me gusta de usar una máscara es que la gente por la calle no se me acerca para recordarme a qué me dedico", dice Bangalter. "Está bueno poder olvidarse a veces." Hace unos años, estuvieron en Miami con Guetta en la Winter Music Conference –ellos sin máscara– y la gente los empujaba para sacarse una foto con el DJ. Hace varios años, en Ibiza, dice Bangalter, un belga se hizo pasar por él para tomar sin parar en varios boliches.
Salimos del subte en el distrito segundo. De Homem-Christo vive a pocas cuadras, en el pintoresco barrio parisino de Montmartre. Bangalter vive un tiempo en el barrio cool Le Marais y un tiempo en una casa vidriada en las colinas de Hollywood que le compró en 2004 a uno de los productores de Asesinos por naturaleza. Ambos tienen hijos chicos, pero no les gusta hablar de temas familiares en las entrevistas (Bangalter sí cuenta que su hijo está copado leyendo una biografía de Jim Morrison).
En el camino a un bar famoso llamado Harry’s New York, pasamos por L’Olympia, un teatro imponente. "Cuando éramos chicos, Guy-Manuel y yo vinimos a ver a My Bloody Valentine acá", dice Bangalter. "Fue increíble. Guy-Manuel tenía el pelo muy largo, se quedó en cueros y empezó a hacer pogo." "¡Un pogo tremendo!", grita de Homem-Christo, sonriendo al recordarlo. "Un par de días después me encontré con un amigo y me preguntó: «¿Era tu novia el otro día en el recital la que saltaba sin remera?». Le dije que no, que era mi amigo Guy-Man. Ibamos a recitales y bailábamos. Obvio que íbamos a campo." Se acomodan en una mesa del Harry y piden el trago del lugar, el sidecar. Bangalter empieza a comer unas nueces de un bol y habla de los orígenes de la banda. "Conocí a Guy-Man en primer año", dice. "A fin de año hicimos un viaje a Pompeya, y en el micro empezamos a inventar canciones. Cuando volvimos, las grabamos en un tecladito Casio." "Música ítalo-disco a los 12", dice de Homem-Christo. Les pregunto si todavía tienen la grabación, pero niega con la cabeza. "Sólo tenemos nuestro primer video. Mi papá lo tiene. Thomas canta y yo me mato de risa mientras filmo."
Los Daft Punk crecieron en hogares acomodados. Se conocieron en el Lycée Carnot, escuela que tuvo alumnos como Jacques Chirac, Dominique Strauss-Kahn y Pascal Lamy, el director de la Organización Mundial de Comercio. Bangalter y de Homem-Christo alquilaban películas como La masacre de Texas y La profecía en VHS y las miraban en el departamento que el padre de Bangalter tenía en Montmartre. Dauxerre, antiguo vendedor de la disquería, recuerda haber estado ahí una vez en los 90: "Era precioso. Un departamento enorme de dos pisos, con una habitación para el piano y otra que funcionaba como estudio. No vi todas las habitaciones, igual". (El padre de Bangalter ahora vive en Brasil, en un pueblito costero tan chico que hasta hace poco no tenía ni electricidad.) Lo primero que escuchó Brancowitz sobre Bangalter, antes de conocerlo cuando era adolescente, fue que "todos los días se compraba un disco distinto" y que tenía "mucha, mucha plata".
Los padres de de Homem-Christo tenían una agencia de publicidad, y su familia se remonta a un linaje paneuropeo distinguido y algo controvertido: su bisabuelo, Francisco-Manuel de Homem-Christo, era escritor, y los historiadores lo describen como "el primer fascista portugués" y amigo íntimo de Benito Mussolini. "Sólo lo conozco por fotos, obviamente", dice de Homem-Christo. En la ciudad portuguesa de Aveiro hay una calle y una escuela llamadas de Homem-Christo en homenaje a sus antepasados.
A finales de su adolescencia, Bangalter y de Homem-Christo formaron una banda de rock destartalado llamada Darlin’ con Brancowitz, que respondió a un volante que pedía guitarrista. Darlin’, en contraste con el modus operandi más tímido de los Daft Punk, tenía una desfachatez algo afectada: en el escenario tocaban un cover de "Love Theme from Kiss"; de Homem-Christo usaba su tapado de piel, se ponía brillitos en las manos y se dibujaba una estrella en la mejilla. "Incluso sus fanáticos pensaban que eran unos idiotas", dice Dauxerre, que los ayudó a conseguir fechas para los dos únicos recitales que dieron. (En uno de los recitales, en Versailles, compartieron cartel con una banda local formada por Thomas Mars, Deck D’Arcy y Christian Mazzalai, que más tarde se juntarían con Brancowitz para formar Phoenix.) "Algunos pensaban que eran pretenciosos, porque decían cosas como «Queremos ser estrellas»", cuenta Dauxerre. "Pero ellos sabían exactamente qué era lo que querían."
La división del trabajo dentro de Daft Punk siempre ha sido un misterio para los de afuera, y el dúo prefiere que sea así. Bangalter dice que "se ocupa más" de lo que tiene que ver con "la tecnología", pero que él y de Homem-Christo sienten que tienen una conexión especial, "como hermanos siameses". Gondry dice: "Para mí, Guy-Manuel es como Meg de los White Stripes; ella era tranquila pero sostenía a Jack White". Dauxerre recuerda que le sorprendió la facilidad de de Homem-Christo para las melodías: "El escuchaba algo y decía: «Está bien, pero cambiémosle un acorde», y obviamente mejoraba". Todd Edwards, el capo de la música house que colaboró varias veces con los Daft Punk, dice: "Thomas es más un frontman, el que organiza todo y toma las decisiones ejecutivas para que el trabajo se haga, pero después viene Guy-Manuel y pone lo suyo, que es importantísimo". Para el nuevo disco de Daft Punk, Giorgio Moroder, el padrino de la música disco, hizo una performance recitada en tres micrófonos diferentes de tres décadas distintas. "Thomas tiene un oído increíble", dice Moroder. "Le pregunté al ingeniero: «¿Quién va a poder distinguir los tres micrófonos?», y me dijo: «Nadie. Pero los chicos sí»".
A principios de los 90, Bangalter y de Homem-Christo perdieron interés en el rock y se inclinaron por las raves de París. "Lo que yo escuché es que las chicas que iban a los recitales de rock no eran tan lindas ni tan sexys", dice Dauxerre. "Pero después fueron a las raves y vieron tantas chicas lindas que dijeron: «¡Nosotros tenemos que tocar esta música!»". En 1993, después de terminar el secundario, Bangalter, que había pasado varios veranos en un campamento en Maine, se fue de viaje solo a Manhattan; se hospedó "en un hotel de la avenida Madison" y salía todas las noches. "A las cuatro de la mañana me iba a NASA, a ver a Junior Vasquez en Sound Factory", recuerda. "Me acuerdo de la energía de las drag queens, me quería mudar a Nueva York." Con los US$ 1.500 que recibió como regalo de cumpleaños, Bangalter se compró unos sintetizadores y unos samplers y empezó a improvisar en su cuarto de París con Homem-Christo. Ambos dejaron la universidad y bautizaron a su nueva banda dance "Daft Punk" en homenaje a una crítica negativa que había salido en Inglaterra de Darlin’, que consideraba que su único single era música "daft punky thrash" [tonto punky thrash].
Por esta época, los Daft Punk experimentaron brevemente con algunas drogas fiesteras. "Tomé éxtasis durante un año, desde principios de 1993 a principios de 1994", dice Bangalter. "El problema es que me gustaba cualquier cosa que escuchara, cualquier mierda; no podía juzgar críticamente nada. La última vez que tomé éxtasis fue el día que murió Kurt Cobain. Nos enteramos en una fiesta en Glasgow. Después íbamos a ir a un after y casi me atropella un camión." "Fue la primera vez que probé éxtasis", dice de Homem-Christo, que lo salvó a Bangalter de morir. "Y la última."
Resueltos a obtener presencia internacional, los Daft Punk prefirieron firmar contrato con Soma, un sello dance escocés, en vez de con uno francés. Compusieron y grabaron su disco debut, Homework , en la habitación de Bangalter, con sintetizadores, baterías electrónicas y samplers que se usaban en la primera época del hip-hop y el tecno ("Cuando salíamos de gira, teníamos que recrear todos los sonidos en vivo", agrega de Homem-Christo). Homework es incesantemente propulsivo y definitivamente parco; por momentos se resuelve en riffs de acid-house pantanosos, y de a ratos en funk sincopado. "La primera vez que los escuché pensé: «¿Es demasiado simple o está buenísimo?»", dice Gondry. El disco tiene un aire travieso y un agnosticismo de géneros bastante profético. El single principal, "Da Funk", está inspirado en "Regulate" de Warren G. Para "High Fidelity", reensamblaron los fragmentos del saxo libertino de "Just the Way You Are" de Billy Joel y lo transformaron en house epiléptico. "Para nosotros, no hay diferencia entre lo que está de moda y lo que no", dice Bangalter.
Mucha música dance pierde fuerza cuando sale de las pistas, pero la imaginación de Daft Punk logró ir más allá del rave desde el principio. "La música es un vector alrededor del cual nosotros queremos construir un universo", dice Bangalter. Al igual que otros artistas grandes de la electrónica de los 90, los Daft Punk se plantearon más como banda que como DJs: salieron de gira con un disco de canciones propiamente dichas, sus singles llegaron a los rankings en radios alternativas y encargaron la filmación de videos musicales originales a directores que estaban de moda en aquel momento, como Gondry o Spike Jonze. "La música dance no es cool", dice el DJ A-Track, que conoce al dúo desde 2007, y que le mostró su música a Kanye West. "Tiene la peor tipografía, el peor arte de tapa, no se olviden de cómo están hechos los flyers para una rave. Y después llegaron los Daft Punk con unos videos re locos y un diseño de arte hermoso. Tenían un estilo y una elegancia que muchas otras bandas de dance envidiaban."
El segundo disco, Discovery, que salió en 2001, les llevó tres años. Denso e intrincado pero sin embargo alegre, está hecho de música disco oscura y pesada y samples de rock que Bangalter y de Homem-Christo escuchaban de adolescentes. Los Daft Punk bombardearon estos samples con efectos de filtros que hacían que los sonidos brillaran, se desvanecieran y finalmente desaparecieran como lo hacen los recuerdos que afloran y luego se olvidan. El disco, por momentos ingenuo, audaz y elegíaco, convirtió a los Daft Punk en unos visionarios. "Para mí es el Thriller de Francia", dice Dave Macklovitch, de Chromeo, para quien Discovery fue "una guía". "No le tuvieron miedo a nada en ese disco", dice Pharrell Williams, a quien los Daft Punk encargaron el remix del single "Harder Better Faster Stronger" en 2003. "Cuando escuchás su música, sentís como si se te hubieran aclarado muchas cosas."
En marzo, cinco años después de que los Daft Punk comenzaran a trabajar en Random Access Memories , una publicidad en el corte de Saturday Night Live sugirió que el dúo estaba de vuelta. En el spot publicitario se escucharon ocho compases de la canción "Get Lucky" y se vio una gráfica de dos robots fusionándose en uno. La música –disco retro y vivaz tocada con caótica precisión en guitarra, bajo, batería y teclado– proclamó una vuelta a las raíces en el sonido del dúo. Sólo duró quince segundos.
Rápidamente los fans subieron el video a YouTube; uno puso los compases en loop en un maratón de diez horas. Los sitios de música y los foros se pusieron en alerta para confirmar rumores como el de que trece canciones atribuidas a Daft Punk se habían filtrado desde una base de datos inglesa de una agencia de derechos de autor. "Duran entre 3:48 y 9:04 minutos", escribió uno.
"Nuestras apariciones son esporádicas", dice Bangalter, "y por eso la gente nos presta más atención". Unas semanas después, hubo otra publicidad en SNL que reveló el nombre del disco. En las ciudades empezaron a aparecer pósters y avisos con el arte de tapa, como parte de un lanzamiento lleno de suspenso y manejado con maestría, como en los viejos tiempos. "Ir manejando por Sunset Strip y ver las carteleras tiene más magia que un banner publicitario en internet", dice Bangalter. En un par de semanas, Random Access Memories pasó de ser un secreto sorprendentemente bien guardado a convertirse en el lanzamiento más esperado de la década.
El anterior disco de Daft Punk, Human After All , de 2005, fue un ejercicio magro de rock mecanizado que compusieron y grabaron en menos de dos meses. El disco hoy tiene su vigor, pero no tuvo el mismo éxito comercial o de críticas que sus predecesores. Tal vez en reacción a esto, Random Access Memories sea, por contraste, el disco más ambicioso, caro y trabajoso en la carrera de los Daft Punk: una seguidilla opulenta de grooves disco bañados en oro, letras ornamentadas y florituras operísticas progresivas, construidas con una precisión que abruma. "Gastamos fácil más de un millón de dólares para grabarlo", dice Bangalter. "Pero eso no importa."
Cuando Pharrell, de visita en París, cantó unas líneas para "Get Lucky", los Daft Punk le pidieron que "las cantara de nuevo, y de nuevo y de nuevo", recuerda Pharrell. "Después hicimos como cuatro o cinco tomas más, ellos eligieron la que les gustaba, y después volví a cantar esas partes una y otra vez. Estos robots son perfeccionistas." Los Daft Punk contrataron coristas, instrumentos de cuerda, trompetistas y guitarristas de pedal-steel, y grabaron los efectos de sonido en los estudios de Warner Bros. Algunas partes las tocaron ellos, y después les pagaron a sesionistas que habían trabajado en Thriller y en Off the Wall para que las tocaran mejor. Invitaron a cantar a Panda Bear y Julian Casablancas; Nile Rodgers, el líder de Chic, toca la guitarra en tres canciones. Viajaron a estudios de grabación históricos de Nueva York y Los Angeles, como Electric Lady y Henson, para escuchar cómo sonaba la música en diferentes habitaciones. A cualquier lado que iban, los micrófonos captaban mezclas relajadas –"Teníamos rollos Ampex por todos lados", dice de Homem-Christo– que luego editaron con Pro Tools para sacar canciones de las cintas "como si hubiéramos estado filmando una película", dice Bangalter. "Hay canciones que datan de dos años y medio para atrás, grabadas en cinco estudios diferentes."
Terminamos una segunda tanda de sidecars y nos vamos en taxi al restaurante de Amour, un hotel boutique cerca de Pigalle de un amigo de los Daft Punk, Monsieur André, grafitero devenido en rey de la noche, quien los saluda afectuosamente en el lobby. Seguimos charlando sobre el nuevo disco durante la comida: "Los 70 y los 80 son las épocas que más nos gustan a nosotros", dice de Homem-Christo mientras ataca su ensalada con chorizo. "No es que no podamos hacer más música loca y futurista, pero queríamos jugar un poco con el pasado."
Pero su mirada no se quedó sólo ahí. Kanye West pasó por el estudio parisino en un momento y se tomaron un descanso del disco para trabajar en el próximo álbum de West. "Usamos una combinación de baterías en vivo y baterías grabadas", dice Bangalter. "Y Kanye rapeó sobre esa base", recuerda de Homem-Christo. "Ni siquiera rapeaba, gritaba de una manera muy primitiva", dice Bangalter. Hace unos meses, West le mostró unos demos todavía muy en pañales a A-Track, que los describe como "monstruos futurísticos y electrónicos" sin melodía, sólo "con percusión muy distorsionada y los gritos de Kanye. Son increíbles". Los Daft Punk claramente encontraron un espíritu afín en el autor de hip-hop de Chicago. "Kanye se siente cómodo con nosotros, y se permite ser más vulnerable", dice Bangalter. "Sus decisiones son muy radicales", dice de Homem-Christo. "Le importa un carajo."
Un mes después, una tarde ardiente en el desierto de Mojave, de Homem-Christo está tomando un mate cocido al lado de la pileta de una mansión increíble en Palms Springs, y se le ve la raya del culo con el traje de baño de Dior Homme que tiene puesto. Bangalter está a unos metros; se puso unos shorts Lacoste azules y un sombrero de paja Borsalino, y le dice a Pharrell que sí o sí tiene que ver Oz: el poderoso. "¿En serio?", dice Pharrell. "Está bien, la voy a ver." De los parlantes montados en una pared sale música disco; unos chefs contratados están preparando unas carnes a la parrilla; sobre las mesas hay botellas vacías de Veuve Clicquot. Dos chabones están en la cocina armando porros con marihuana que sacan de una bolsa bastante grande.
Es el primer fin de semana del festival de Coachella, y los Daft Punk alquilaron la casa, que perteneció a Bing Crosby, por algunos días. Pharrell está de paso, pero pronto empiezan a caer unos diez amigos del dúo; comparten las habitaciones, juegan al ping-pong en el living, preparan tragos en una barra muy bien equipada, se suben al techo y se tiran desde ahí a la pileta (las familias de los Daft Punk no están acá). El dúo se dispone a sorprender al público esta noche, pero no sueltan prenda de lo que piensan hacer. ¿Están los cascos robóticos en la casa? "No, no están", dice Bangalter. "No podemos decirte dónde los pusimos." Todd Edwards, el DJ, está en el living tomando tequila. "Ni siquiera yo sé qué van a hacer", dice. "Si no me dicen, yo no me meto."
En la casa se respira un cierto exceso propio del negocio de la música de antaño que es crucial para lograr la ostentación retro de Random Access Memories . "Guy-Manuel duerme en la habitación donde supuestamente Kennedy tuvo su affaire con Marilyn Monroe", dice Bangalter. Afuera hay un Porsche Carrera estacionado, y al lado un enorme gong que los invitados deben tocar para anunciarse en la puerta. "Me pone bastante presión a mí, ahora tengo que hacer algo interesante ahí adentro", bromea de Homem-Christo. Los Daft Punk insisten en que esta noche no tocarán. Bangalter dice que ni siquiera tienen planes todavía para salir de gira con el nuevo disco. "Queremos poner toda la energía en el hecho de escuchar el nuevo disco y la emoción que eso nos provoca. No creemos que la gira sea un accesorio del disco" (cuando salgan de gira, dice finalmente, lo harán con un set que abarque toda su trayectoria y no uno enfocado únicamente en el material nuevo).
A eso de las siete y media los Daft Punk y sus amigos –Edwards, DJ Falcon, Gildas Loaec, el diseñador de Maison Kitsuné y otros– se suben a una camioneta y se dirigen al festival. Pharrell y su equipo los siguen en una Sprinter negra. Bangalter enchufa su teléfono al estéreo, pone Quincy Jones y Led Zeppelin, y después se da vuelta para hablar con Paul Hahn, el manager de Daft Punk, sobre la sorpresa de esta noche: la proyección de un video de ellos tocando "Get Lucky", vestidos con trajes de lentejuelas junto a Pharrell y Nile Rodgers, que se verá en las pantallas gigantes HD del festival. "¿Ya estará oscuro para esa hora? ¿La gente podrá verlo?"; Hahn contesta que va a salir todo bien.
La gente de seguridad nos conduce a la puerta del predio, en donde dos carritos de golf nos esperan para llevarnos al área donde están los artistas. De Homem-Christo se aleja unos minutos para ir a hacer pis mientras Bangalter traza un plan: el video va ir apareciendo de manera escalonada en las diferentes pantallas, y él quiere ver todas las transmisiones que pueda. Acompañados de casi una docena de amigos, él y de Homem-Christo se acomodan en una baranda en el borde del sector VIP desde donde se ve el escenario principal. Si alguien los reconoce, nadie dice nada.
A las 8:35, los Yeah Yeah Yeahs ya se bajaron del escenario principal, el sol se puso y en las pantallas gigantes hay un estallido de luces y colores. Aparece el logo de Daft Punk y en los parlantes suena "Get Lucky". La gente empieza a bailar al toque, saca sus teléfonos celulares y lanza aullidos cuando aparecen en pantalla los robots. Dura menos de dos minutos, y después las pantallas se apagan. El ánimo general es de confusión eufórica: ¿Qué carajo fue eso? Los Daft Punk y sus colaboradores se palmean la espalda. Pharrell choca los cinco con Bangalter. En un par de días, las grabaciones caseras del tráiler habrán logrado casi un millón de visitas en YouTube, amenazando con hacerle sombra al resto del festival. Ahora, Bangalter abraza a de Homem-Christo y le dice algo en francés al oído. Después se alejan de la baranda y se van caminando juntos, dos caras sonrientes más en medio de la multitud.
Por Jonah Weiner / Fotos de Peter Yang
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