Los cines que mueren
El "cine arte", alejado de las modas de Hollywood, vive su crisis más profunda; en la avenida Corrientes, su centro, el número de salas se redujo de 22 a 5
No hace mucho tiempo, el "cine arte", expresión muchas veces levantada contra el comercial made in Hollywood, era pilar de la cultura joven y sentaba sus reales en la porteña avenida Corrientes, entre cineclubes, proyecciones con debate y colas de universitarios en salas cuyos nombres empezaban con "Lo" (Lorena, Loire, Losuar, Lorraine). Aunque lo de "cine arte" era más bien una etiqueta inventada desde fuera del fenómeno, que los protagonistas -con razón- rechazaban.
Hoy, en cambio, la expresión "cine arte" suena a nostalgia de un pasado feliz que ya no existe. Desapareció, y con él muchas de las salas que habían florecido en esa Corrientes hoy travestida, con sus bares remozados, hamburgueserías y negocios en cadena. La avenida pasó de tener 22 cines a apenas cinco, que subdivididos igual no llegan a la mitad de las salas de antaño.
Podría apelarse a la omnipresente recesión para explicar el progresivo cierre de salas (la última que bajó la cortina fue el Losuar, cuyo local será ocupado por la librería Gandhi). Pero en los últimos cinco años -y merced al ingreso de circuitos de procedencia norteamericana- el número de salas se duplicó (de 325 a 650 en todo el país). No, lo de Corrientes -es decir, lo del "cine arte"- tiene que ver con un cambio progresivo pero radical en la política de distribución y exhibición.
Más por menos
En lo que va de la década, el número anual de estrenos ha descendido notablemente. En 1987 se habían visto 383 películas; en 1997 se estrenaron 172, es decir menos de la mitad. En los sesenta el promedio anual superaba los 400 títulos.
A medida que se reduce la oferta -es decir, que más salas proyectan menos films- se acentúa la proporción de títulos norteamericanos. Hace veinte años, EE. UU. y Europa empataban prácticamente con un 38 por ciento de la exhibición para cada uno. En los ochenta, la oferta norteamericana ya era del 54 por ciento, y en 1993 llegó al 63. En 1997 fue más del 61, contra un magro 18 de Europa, tradicional proveedor del cine alternativo. Puede verse que la desproporción en las cifras no tiene que ver con las habituales crisis de producción del cine argentino: de hecho, éste ha duplicado su participación.
Tampoco se trata de una mera renovación generacional, en la que Bergman y Fellini le habrían dejado la posta a Jim Jarmusch y Hal Hartley (algo plausible, si pensamos que hoy el Festival de Sundance produce más estrellas que Cannes). Más del 66 por ciento de los títulos extranjeros que llegan al país pertenecen a los géneros considerados más "comerciales": acción y comedia. Dado que esta cifra supera a la del material norteamericano, la conclusión lógica es que aun si compra cine europeo, el distribuidor elige el material comercialmente más "seguro".
No debe extrañar, entonces, que la progresiva merma de locales dedicados al "cine arte" (o "de arte y ensayo", como le dicen en España) se corresponda con una larga lista de llamativas ausencias en la exhibición local. Hace ya tiempo que no se estrenan en la Argentina películas de realizadores hasta hace poco bien recibidos, como Wim Wenders, Bernardo Bertolucci, Robert Altman, o el chino Zhang Yimou. La restricción alcanza a los citados Jarmusch y Hartley, así como a Spike Lee, con quien al menos el video nos mantiene al día. "Lost highway", el último trabajo del excéntrico David Lynch, lleva ya dos años de postergación.
El material de estos realizadores ha sido en general comprado para su distribución, pero por razones diversas permanece en el estante. En algunos casos se anuncia repetidas veces el estreno para luego volver a fojas cero, como sucedió con "Lost highway" y también con "Más allá de las nubes", película codirigida por Wenders y Michelangelo Antonioni en 1996. Hace sólo una década, la combinación de estos dos nombres hubiera resultado irresistible para cinéfilos y exhibidores.
Es lógico entonces que se haya perdido la esperanza de ver comercialmente los últimos trabajos de realizadores aún más alejados de las modas, como Jean-Luc Godard, Nikita Mijalkov o Eric Rohmer. O de descubrir a verdaderos indies como Todd Haynes ("Safe"), Gregg Araki ("Nowhere") o Michael Almereyda ("Nadja"). Para todos ellos quedan los ciclos de revisión de la sala Leopoldo Lugones (en el Teatro San Martín) y, con suerte, los rincones de las revistas de cable.
Toda una ironía en un país que siempre se preció de su fluido contacto con las culturas más avanzadas de Occidente. Ironía que se multiplica si se piensa que hoy en la Argentina coexisten seis revistas de cine; que el número de salas crece en forma ininterrumpida; que la producción nacional está para batir récords. ¿El cine ya no es "para pensar"? ¿El desmantelamiento de Corrientes -y la cultura que esta arteria representa- es el precio a pagar por este nuevo desarrollo?
Cinema Paradiso
Actualmente sobreviven en la avenida intelectual por excelencia cinco cines, que, a pesar de las subdivisiones de rigor, no logran zafar del fondo de la tabla de recaudaciones, como muestra el último informe anual del Sindicato de la Industria Cinematográfica Argentina (SICA). Son el Los Angeles, con su habitual repertorio infantil; el Premier, que alterna en sus cuatro salas películas comerciales y alternativas; el Lorca y el Lorange, sobrevivientes de los días del Lorraine, y el Cosmos, reabierto en noviembre del año último. Los administradores del Losuar -que venía último en recaudaciones- tiraron la toalla a comienzos de año; el local será ocupado por una librería.
Estos exhibidores -independientes en su mayoría- culpan a la crisis internacional del cine europeo y la voluntad de aquella industria de imitar las pautas comerciales de Hollywood. "El público ahora va a ver buenas películas americanas, y cada tanto viene a ver una de las nuestras", dice Norberto Bula, cuya compañía explota el Lorca desde 1968. "El cine es un reflejo de la televisión: ahí la gente tampoco quiere ver material europeo", coincide Luis Vainikoff, cuya familia impulsó la difusión de cine eslavo en el país con la distribuidora Artkino Pictures y el legendario cine Cosmos 70, hoy reabierto. Vainikoff dice sin embargo que hay un público nuevo, compuesto por jóvenes universitarios y muchos estudiantes de cine. "Creemos que el cine de entretenimiento llegó a su punto de saturación dos o tres años atrás, y que ya empezó la época de la reflexión", dice, con un optimismo que sus pares no comparten. "Estamos muriendo de inadmisión", admite Bula, expresando que hace años luchan por apenas "mantener" la sala.
A la pesca de un hueco
El problema para los que todavía creen es conseguir material. En Europa, dicen los distribuidores, los derechos de los films siguen siendo caros a pesar de la poca demanda. Por otro lado, y aunque ningún distribuidor lo admitirá oficialmente, es sabido que los dos grandes circuitos de salas porteñas suelen postergar ese material en beneficio del más accesible cine norteamericano. Las películas, entonces, entran en una especie de limbo hasta que aparece un "hueco" en el circuito; si no, son ofrecidas finalmente a las salas independientes (lo que redunda en un negocio potencialmente más chico). "En cine -explica Vainikoff-, cuando uno trae una película y viene mucha gente, se hace mucha plata; entonces es común que el distribuidor se Ôendulce´ y compre algo más comercial, con mayor tiraje de copias, para hacer un negocio aún mayor. Así se va dejando de lado este material". Bula, por su parte, menciona la pobre recaudación de "Deseos y sospechas", ejemplo de cine norteamericano "alternativo" y con buena crítica: "un distribuidor no puede permitirse muchos desaciertos como éste".
Con todo, aseguran, ahora hay más distribuidoras interesadas en ese material que hace dos años, cuando algunos dueños de salas debían viajar por las suyas para importarlo. "En cierto punto esto es como el huevo y la gallina -dice Bula-: no se sabe si no vienen las películas porque no hay público, o si éste se fue porque no había algo bueno para ofrecerle". Lo cierto es que películas que antes convocaban de 30.000 a 40.000 espectadores, hoy no llevan más de 10.000 o 12.000. "Ahora, si tenemos suerte, recaudamos en una semana lo que antes hacíamos en un día", dicen en el Lorca.
¿No va más?
¿Hay solución? Algunos distribuidores independientes proyectan unirse para abrir multicines en el interior del país, aunque admiten que allí el otro cine puede convocar, como mucho, "a cinco personas en una población de 100.000".
Los Vainikoff aseguran que superaron sus expectativas con estrenos como "El odio", de Mathieu Kassovitz (que ya se conseguía en video), y "Cuestión de fe", del boliviano Marcos Loayza; dos títulos de los que no encontraban sala. "Es un negocio chico, pero es negocio", dicen, al mismo tiempo que desafían: "Hay que cambiar la mentalidad de todos: el distribuidor, el exhibidor y espectador. No es fácil".
Dice Bula: "Estamos pasando el momento más crítico; no creo que esto pueda caer más". Eso sí, su tono suena más a expresión de deseo que a pronóstico.
Un proyecto lleno de esperanza
El terreno de grandes dimensiones que rodea al bar Politeama, en la esquina de la avenida Corrientes y Paraná, podría ser sede del primer emprendimiento para construir nuevas salas en la zona. Hace pocas semanas, la compañía norteamericana Cinemark -dueña de varias flamantes salas argentinas- anunció a La Nación que entre sus proyectos se encontraba levantar seis cines (más dos teatros) en ese lugar.
La edificación sería de la planta baja hacia arriba, ya que el subsuelo está actualmente ocupado por un estacionamiento, que podría ser utilizado también por el complejo que se proyecta.
A comienzos de mayo último, representantes de la compañía visitaron el predio y comentaron que la edificación comenzaría "lo antes posible". Pero desde entonces el tema se ha enfriado, si bien Cinemark ha firmado una carta de intención con el actual propietario del terreno, Carmelo Serafini. Ahora, ante la consulta de La Nación , las partes se negaron a hacer declaraciones sobre el tema.
Algunos films sin exhibición
Algunos films de realizadores habituales en las carteleras porteñas y que hoy no consiguen sala:
- "Lisbon story" (Wenders), 1995
- "Más allá de las nubes" (Antonioni/Wenders), 1996*
- "El fin de la violencia" (Wenders), 1997*
- "Kansas City" (Altman), 1996*
- "The Gingerbread Man" (Robert Altman), 1997*
- "Stealing Beauty" (Bertolucci), 1996*
- "To Live" (Zhang Yimou), 1994
- "Temptress Moon" (Zhang Yimou), 1997
- "Lost Highway" (Lynch), 1996*
- "Amateur" (Hal Hartley), 1994*
- "Dead Man" (Jarmusch), 1995*
- "The Addiction" (Ferrara) 1995*
* Comprada para su distribución
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