Los cinco momentos más destacados del show de los Ratones Paranoicos
Juanse, Sarco, Roy y Pablo Memi dieron su primer show en siete años
1) El reencuentro. Siete años pasaron desde la última vez que los cuatro integrantes de la formación original de Ratones Paranoicos compartieron un escenario. Quizá por eso mismo, el comienzo del show fue directo al hueso, sin sutilezas. “Ceremonia”, “Sucia estrella” y “Sucio gas” fueron el combustible necesario para reavivar la dinámica entre lo que pasa arriba del escenario y cómo se vive el recital debajo de él. La respuesta a esa selección de temas se tradujo en un público tan demostrativo que hacía vibrar -literalmente- las gradas laterales del Hipódromo.
2) El formato ampliado. Aunque el show podía sostenerse por sí solo sin más recursos que las guitarras de Juanse Gutierrez y Sarco y el tándem rítmico de Pablo Memi y Roy Quiroga, la versión 2017 de Ratones Paranoicos expande su formación. A una sección de vientos se le suman el piano de Germán Wiedemer (músico de la banda de Andrés Calamaro) y un trío de coristas comandados por Gori, líder de Fantasmagoria y guitarrista de la banda de Juanse. Las incorporaciones permitieron darle aires renovados y souleros a “Isabel” y “La nave” y, también, engrosar el costado rockero de “Damas negras” y “El vampiro”. Sobre el final, Fabián Von Quintiero, que reemplazó a Memi entre 1997 y 2007, se incorporó como integrante estable detrás de los teclados.
3) Un presente sin fisuras. Lejos del oportunismo comercial, este regreso de Ratones Paranoicos encontró a todos sus integrantes en óptimo estado durante más de dos horas y media de show. Pablo Memi bailó al compás de su bajo Hofner, Roy Quiroga tuvo un extenso solo de batería después de “Boogie” y Sarco Cano sacó a relucir su ductilidad en las seis cuerdas en cada ocasión en que se le cedió el protagonismo. Juanse también dio muestra de su segunda juventud en “Enlace”, cuando se descolgó la guitarra y trepó la estructura tubular del escenario para terminar cantando a varios metros de altura, tal como en 1993.
4) Las perlas ocultas. Dentro de una lista de treinta y dos canciones que puso a los hits a la orden del día, los Ratones también se permitieron esquivar (o cuando menos alternar) obviedades para satisfacer al costado más demandante de su público. Así fue que temas como “El reflejo”, “Una noche no hace mal”, “No llores” o “Vodka doble” se volvieron en cierto modo indicadores de pertenencia en el campo del Hipódromo. “Vamos a ir mechando, porque estamos en el Siglo XXI”, dijo Juanse, y no defraudó.
5) El arsenal de hits rockeros. Pocas bandas hicieron tanto por dejar su huella en el cancionero rockero local. Dicho de otra manera: incluir entre los primeros temas del show hits del tamaño de “Vicio” y “Ya morí” solo es posible cuando se tienen bastantes más cartuchos por quemar. Y así fue: a lo largo de las casi tres horas de show, “Carolina”, “El centauro”, “Rock del gato”, “Juana de arco”, “Rainbow”, “Sigue girando”, “Cowboy” y “Para siempre” dejaron en claro por qué los Ratones Paranoicos no perdieron relevancia en sus veinticinco años de carrera y por qué siguen siendo relevantes a la fecha.
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