Lorena Muñoz y el reto de retratar a una mujer que se volvió mito
La directora habla del film en el que Natalia Oreiro encarna a la cantante tropical y que ya fue vista por más de 700 mil personas
Había pistas de que podía ocurrir. Pero los resultados están superando las expectativas. Gilda, no me arrepiento de este amor, la película de Lorena Muñoz en la que Natalia Oreiro encarna a la mítica figura de la música tropical, ya convocó a 700.000 espectadores. Ni las millonarias producciones de Hollywood ni la presencia de otro film argentino de buen rendimiento en la taquilla, El ciudadano ilustre, lograron menguar el impacto popular de este largometraje.
A la hora de pensar en las explicaciones del suceso, Muñoz apela a la potencia del mito: "Es la historia de una heroína romántica, de una mujer muy pasional que se la jugó por lo que sentía, que habló siempre del amor valiente. Gilda nunca se traicionó, se mantuvo fiel a sus principios y eso la volvió única. Era una mujer bella que nunca modificó su arte, su forma de cantar o su apariencia física para complacer a otros".
-Ése era el aspecto que más te interesaba destacar en la película.
-Claro. Creo que hicimos una película muy fiel a lo que ella hubiera querido. Con Tamara Viñez, que trabajó el guión conmigo, queríamos investigar el origen y la construcción de un mito popular. Investigamos en dos esferas: su vida real, los datos de su biografía, y la leyenda, que siempre se construye a partir de distintas versiones. Nosotros elegimos una.
-¿Su conexión con la gente tenía también que ver con su música?
-Ssu música fue un nexo importante y era autora de letra y música de sus canciones. Es una diferencia esencial con otros artistas del género. Y además irrumpió en la movida tropical cuando había muy pocas mujeres al frente de una banda. Fue una revolucionaria de la cumbia.
-¿Hay algún aspecto oscuro o problemático en la biografía de Gilda que decidiste no abordar?
-Todo lo que tiene que ver con la pintura del mundo de la bailanta es bastante crudo en la película. Y contamos con bastante detalle su relación con Raúl, su marido, el padre de sus hijos, después de conversar mucho con él. Gilda y Raúl tuvieron una relación de muchos años. Se compraron una casa, tuvieron un vínculo muy intenso de crecimiento juntos y en algún momento dejaron de entenderse. Gilda decidió tomar un camino relacionado con la música y él no quiso, o no pudo, acompañarla. Raúl estuvo siempre abierto a hablar de temas muy íntimos y dolorosos con nosotros. Hay que tener en cuenta que se le murió una hija muy chica, que tuvo dos ACV... Pero fue muy sincero y generoso. También protegió muchísimo a su hijo del asedio de los medios.
-¿Encontrás parentescos entre el documental sobre Ada Falcón que dirigiste con Sergio Wolf y esta película?
-Sí. Las dos fueron cantantes populares de géneros marginales. En la década del 20, el tango era un música prostibularia, la clase alta argentina escuchaba foxtrot. Y se trata de dos mujeres que sacrificaron todo por una pasión, por un ideal. Eso siempre merece ser contado.
-¿Cómo fue la experiencia de trabajo con Natalia Oreiro?
-Óptima. Es una actriz genial, súper profesional. Propone muchísimo, es una gran productora en el sentido creativo. Hizo mucho laburo previo: tomó clases de baile con una coreógrafa durante meses y vio obsesivamente videos de Gilda para registrar sus movimientos. No para imitarla, sino para poder meterse mejor en el personaje. No estaba muy convencida de hacer la escena del casting con el Toti (Javier Drolas) el primer día de rodaje y casi sin ensayo. Pero yo sabía que podíamos aprovechar sus propios nervios para darle más verosimilitud a ese momento. Y logramos la que, para mí, es la mejor escena de la película.
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