Lollapalooza: con la fuerza del rock y la sensibilidad pop, el festival se hace gigante
Anoche, cerraron los ingleses Arctic Monkeys y, más temprano, la voz de Troye Sivan hizo delirar a los adolescentes; la variedad y la diversidad lejos de atomizar al público funciona como atractivo
"Ca7riel y Paquito se van a comer el mundo". El elogio se lo dice Simón Poxyran, cantante de Perras Bonn the Beach, el songwhiter mendocino de 21 años que con su arrebato adolescente también quemó las naves en 2017. Juntos cantan una versión explosiva de "Turco X", que empieza como una balada psicodélica y manifiesto adolescente hasta que se vuelve una bomba de intensidad trap cuando aparecen Ca7riel y Paquito sobre el escenario, saltando y arengando. Ambos son puro presente y futuro. Ambos se quieren comer el mundo. Abajo, otros chicos y chicas de su misma edad también.
Los adolescentes se mueven con libertad en el festival. El Lollapalooza se convierte en un lugar amable, sin adultos a la vista, donde andan sin prejuicios. La elección sexual no es vivida como un tabú. El cuerpo tampoco es vivido como un tabú. Dos chicas se besan enamoradas y bailan abrazada con Troye Sivan que se convirtió en un fenómeno pop con solo 23 años y que se convirtió en un ícono adolescente de la diversidad sexual cuando dijo que era gay en sus redes sociales. Los "chiques" que están abajo y tienen su misma edad o menos se sienten representados por su discurso no binario.
En "Heaven" la gente levanta las manos con sus palmas hacia Troye. Están conectados. Troye es como un crooner para adolescentes. Le habla al público de su edad. Le habla con una música de pop con sintetizadores que puede sonar hedonista y sensual. La multitud lo abraza. Troye, es un ídolo teen de la diversidad y un excelente performer. Su propuesta tan sólida como sus canciones hablan con honestidad. Los centennials se sienten representados por su manera y estilo. El artista representa ese mundo de libertad que traduce en canciones de pop bailable y sin prejuicios, que pueden ser enmarcadas por la bandera arco iris que enmarca al movimiento LGBT y que aparece en la pantalla logrando una exclamación del público.
Y a la vez es un pop star nato con sensibilidad. Agradece y le dice a los argentinos que lo van a hacer llorar. Les hace una foto con su celular para recordar este momento. Los adolescentes abajo también se hacen la foto para decir que estuvieron en el Lollapalooza junto a Troye Sivan y también para eternizarse siempre jóvenes en un futuro lejano. Una canción, una banda o un artista tienen ese mismo efecto en la gente.
Pero hay canciones para distintos jóvenes. Están los que se agolparon bien temprano frente al escenario de Lelé, la hija de Tinelli, con un tema en YouTube que tuvo su repercusión en redes sociales y que la trajo directo, casi sin escalas al escenario mayor del Lollapalooza, con algunos problemas de principiante
Están los otros que al mismo tiempo en el Alternative escuchan a Perras on the Beach, la banda que habla por momentos de drogas (un cliché recurrente), amigos y una vida que puede ser adrenalínica o aburrida. Y están los que se sienten representados por la práctica del freestyle y las batallas de gallos (uno de los fenómenos que se reflejó en competencias multitudinarias como El Quinto Escalón, de donde salió Duki y Wos) y que tiene su round más incendiario entre Dani y Trueno, dos especialistas de la rima improvisada.
Las tendencias se agolpan en una programación de doce horas en cinco escenarios. Artistas como Perotá Chingo ofrecen otra tónica musical a una jornada que empezó entre el indie y el trap, y fue cambiando su color a lo largo de la tarde. El dúo que también fue un fenómeno de las redes a partir de su video de YouTube "Ríe chinito" demostró con el paso de los años que logró trasladar su propuesta intimista a un escenario gigante como el Main Stage 2 e hipnotizar los oídos de quienes fueron a escucharla. Perotá combinó el electro-folk, que tiene base en el folklore argentino y la canción popular latinoamericana, con un manejo escénico y estético desde la puesta que arman las cantantes Dolores Aguirre y Julia Ortiz. Perotá genera climas y marca una diferencia sustancial y estética con lo que se puede ver en otros escenarios. Y otra cosa importante, canciones como "Ríe chinito" no tienen edad.
El grupo brasileño Los Hermanos, liderado por Rodrigo Amarante y Marcelo Camelo, otra extraña perla dentro de la programación, sorprendió con ese viaje por su diversidad estética dentro del pop, el ska y el rock, que tuvo su cuarto de hora con el tema "Anna Júlia" en 1999.
Juana Molina crearía otro trance hipnótico durante la tarde. Su maravilloso mundo oscuro de Halo fue la base de un concierto, entre la canción y sus aires experimentales que atrajeron a un público que respondió con actitud, a pesar de que no la conocían por completo. La tarde caía y un clásico como Fito Páez aparecería sobre el escenario. Su show funcionó como una escuela de la canción argentina para los adolescentes. En casi lo que fue un ritual iniciático para los más jóvenes el rosarino extrajo las canciones más populares de su repertorio. Desde "Ciudad de pobres corazones" con energía salvaje y rockera hasta "A rodar mi vida", donde invitó al público a revolear las remeras: "¿Hay trapo para revolear?", preguntó y arrancó con uno de sus temas más populares.
"Para los chicos, las chicas, los chiques", dijo después consiguiendo la complicidad de los más jóvenes. Canciones como "Dale alegría a mi corazón" y "Mariposa technicolor" los cantan todos, como si fuera un tema que fue pasando de generación en generación. Incluso en chicos que no habían nacido cuando el tema signó la década del noventa. Como gran armonizador su banda suena agresiva, rockera, joven y con el sello de una gran orquesta pop. Páez, que puso las canciones en los walkman de la generación de los ochenta, como en "Al lado del camino", vuelve a reinterpretar sus himnos para un público centennial, como si fuera la primera vez. Los temas siguen funcionando y causando el mismo efecto.
En el gusto del público del Lollapalooza conviven el pasado, presente y futuro. En esa combinación de estilos encajan el sonido retrofuturista de St. Vincent, la fuerza de Foals y el verbo actual de una banda como 1975. Si el punto fuerte en la primera hora del Lollapalooza fue Troye Sivan, al final de la noche grupos como Arctic Monkeys suenan como poderosos abuelos rockeros para esta generación centennial que domina el festival.
Cuando promediaba la tarde, Foals ratificó su estatus de banda ideal para el vivo. Su energética relectura del postpunk hizo saltar como canguros a una muy numerosa legión de fans argentinos durante una hora cargada de groove y sudor. Las guitarras con filo y la personalidad y la entrega de un frontman resuelto como Yannis Philippakis cautivaron a un público decidido de entrada a pasarla muy bien, aun cuando el sol ardía y los puestos de hidratación no daban abasto.
Está claro que Foals rinde muchísimo más cuando se afirma en la información que lleva en su ADN, embebido en Talking Heads y el synthpop modelo Depeche Mode. Su propuesta funciona en contraste con la atmósfera radiante del día. Foals suena denso y atmosférico, con muchos momentos épicos, cuando el cantante baja del escenario para entrar en contacto con sus seguidores. Algo que difícilmente olvidarán por mucho tiempo.
Es que arriba de los treinta años todo puede sonar con espíritu adulto en un contexto como el Lollapalooza, donde todos los años el promedio de su público sigue bajando. Los ingleses, sin embargo, conquistaron el mundo siendo veinteañeros y cantaban para su misma generación. Y ahora lo siguen haciendo, a pesar de promediar los treinta, siendo una de las bandas más esperadas de la segunda jornada.
Por cierto, un festival como Lollapalooza debe ser inclusivo y seguir las tendencias; esa es una de las claves de su popularidad. En un festival variopinto, de más de doce horas diarias de programación durante tres días, se podrá ver a músicos con muchísimas horas de vuelo y a otros que recién están dando sus primeros pasos en la música. Y si bien es cierto que los consagrados suelen tener los escenarios más importantes en horarios centrales, y los nuevos van en los iniciales, vale preguntarse si algunos artistas ya tienen la madurez como para plantarse sobre esos tablados que son gigantes.
Es que el tiempo es un efecto fugaz, como canta Fito Paéz, durante la tarde bajo un mar de luces encendidas en los teléfonos celulares. La canción "Brillante sobre el mic", es un tema de 1992, que supo ser presente y viajó en el futuro hasta esta jornada de la segunda edición del Lollapalooza. En definitiva, la edad y el tiempo en la música es relativo.
Con la colaboración de Mauro Apicella y Alejandro Lingenti
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