Lollapalooza 2019: CA7RIEL revoluciona el trap local
"El rap me salvó la vida", dice. Catriel Guerriero tiene 25 años pero sabe que su vocación es la música desde los seis. Hace un par que empezó a forjar su nombre artístico, CA7RIEL, y hace unos cuantos meses sus canciones comenzaron a tener más y más repercusión. En las redes y en los escenarios. En 2018 iba a ser parte de la grilla del Lollapalooza pero un fuerte temporal provocó cambios en la programación que lo dejaron afuera: ahora, durante la segunda fecha de la sexta edición del festival, tendrá su revancha.
A través de su hip hop trapero y a través de su discurso antisistema (habla de los "Illuminatis", para referir a quienes tienen poder en la industria), Catriel sostiene una identidad única; elige las palabras con sabiduría y la tranquilidad de aquel que se siente – y acaso está- más allá de todo aunque sabe perfectamente dónde y cuándo le conviene estar. "El Catriel antiguo, el que está en la transición del underground al mainstream, es muy reacio a la corpo. Y ahora tengo su aval porque corto tickets y tengo likes. Pero estoy contento porque voy con los pibes (la ATR Banda) y me van a tratar bien. Y me gusta tocar para un montón de gente", reflexiona sobre el Lollapalooza.
La historia artística de Catriel comienza en su más temprana infancia. Hijo de artesanos, su padre era también músico y le legó una guitarra que todavía conserva. Los cassettes de sus hermanastros abrieron sus oídos, de Megadeth y Queen a María Elena Wash o Bandana, pasando por Catupecu Machu. Estudió en la Escuela Superior de Educación Artística en Música Juan Pedro Esnaola, de donde egresó como docente y multiinstrumentista así que además de dar clases empezó a tocar como músico sesionista para distintas bandas y artistas. El rap llegó para cambiarle el rumbo. Una noche, esperando el colectivo, logró frenar a "la oscuridad" que lo acechaba improvisando líneas y encontró ahí el refugio que necesitaba.
-¿Cómo llegó el hip hop a tu vida?
-Gracias a Laion Jahmus, mi amiguito de la secundaria que me enseñó a rapear. Un día se fue al Norte del país llamándose Ezequiel y volvió como Laion, con rastas, y con él empezamos a tirar freestyle. Yo no era muy bueno. Ahora tampoco pero en ese momento menos. A los 18 más o menos yo no escuchaba mucho hip hop, me gustaba Canserbero y otros venezolanos, pero al rap de acá ni lo escuchaba. Y empezó para evadir oscuridades, vomitaba mierda tirando freestyle a modo de terapia, anti-ataque de pánico. Así llegó el hip hop a mi vida, por necesidad de decir cosas. Y fue un buen remedio porque los ataques nunca volvieron.
-¿Te sentís parte de la escena del trap?
-¿La escena avalada por los que ponen plata, las discográficas y las multinacionales? Hay una escena underground que es mucho más rica que la que se ve... Pero al mainstream llegué re tranquilo y contento porque fue un proceso de toda mi vida: empecé subiendo baterías al tren Roca para ir a tocar a lugares donde no nos pagaban ni nos daban de comer. Esas cosas te curten y ahora me siento super preparado. No me puede pasar nada malo que no pueda superar. No me siento parte de nada, siento que estoy en la mía. Quizás me siento más cercano a la escena indie porque son mis compañeros con los que fui creciendo, por más que hagan otros géneros.
-Estuviste en el Cosquín Rock.¿Qué pensás de los dichos de Palazzosobre el cupo femenino?
-Toqué con el rey Wos, que fue recibido como si fuera un Beatle; fue en una carpa en el escenario más chico donde también tocaron Dak1llah y Vicky Bernardi, talentazos. Palazzo se tendría que haber quedado callado. A las mujeres nunca se les dio cabida en la sociedad a lo largo del tiempo, es un momento de quiebre. En cuatro años se les va a dar espacio a los proyectos femeninos: es cuestión de tiempo para que empiecen a cortar tickets. El cambio es ahora.
-¿Qué querés lograr con tu música?
-Yo soy anti-represión, odio la represión y creo que la música y hacer música o cualquier tipo de arte es cortar cadenas, sacar cada gota de represión. Así que quiero contagiar eso, la felicidad. Si estoy feliz y sonrío lo puedo contagiar. Quiero transmitir el mensaje de que no hay que estar atado a nada, que se puede ser feliz y libre.
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