Lo que se necesita para conseguir la ceremonia de premios perfecta
Con la entrega de los Martín Fierro y las recientes fiestas de los Gardel y los Tony vuelve a repetirse el desafío de hacer una entrega que cumpla con las expectativas de gran show televisivo
Cuando se habla de las entregas de premios, ya se trate de las hollywoodenses o las locales, se suele discutir tanto sobre la justicia o injusticia de los galardones otorgados como sobre las habilidades del conductor de turno, el despliegue de producción o los errores cometidos por los presentadores. Casi parece que los detalles de la ceremonia televisada se recuerdan más y por mayor tiempo que la identidad de quién se quedó con la estatuilla.
Aunque cada fiesta es distinta los elementos que las hacen un éxito indiscutido o un fracaso rotundo se repiten en la mayoría. Y hasta se podría calcular cuál de los elementos que las integran contribuyen más o menos al resultado final. Así, con los Martín Fierro a la vuelta de la esquina (la entrega se verá pasado mañana por El Trece) y con el recuerdo fresco de los Premios Gardel y los Tony lo que sigue es un repaso por los altos y bajos de las ceremonias de premios artísticos y cómo conseguir una ceremonia inolvidable por todas las razones correctas.
El monólogo de apertura
Para muchos el suceso de la fiesta depende en un 10 por ciento de como se maneja el inicio del show. El objetivo es siempre alcanzar el grado de calidad de los Oscar ,el más alto del género. Otra opción es ir por el camino de los Globo de Oro que aunque dependen del estilo del conductor suelen ser ácidos e irónicos, una forma de no tomarse demasiado en serio que tiene la Asociación de prensa extranjera en Hollywood a la que, de todos modos, nadie se toma muy en serio. Los Martín Fierro no tienen monólogo inicial y se agradece que así sea. Lo que debe evitarse a toda costa es olvidar que se trata de una ceremonia televisiva para un público extenso y por ende tener en cuenta que no funciona quedarse encerrado en referencias exageradamente temporales o de nicho como sucedió en los premios Tony el domingo pasado. Una fiesta para todo el mundo que olvidó que la mayoría no conoce los detalles de las obras actualmente en cartel en Broadway.
El guión
Es uno de los pilares de las ceremonias televisadas. Cuando salen bien se podría decir que un 25 por ciento del éxito está asegurado.Se trata de respetar a los espectadores y a los nominados poniendo tanto empeño en los guiones de las ceremonias como se le suele poner a las ficciones que buscan atrapar al público. Especialmente porque en estos casos se trata de ceremonias largas con inclinación al tedio. Para poner un ejemplo, el secreto de los guiones de los Oscar es sencillo: los mejores escritores de la industria trabajan en ellos hasta tres meses antes de la ceremonia. En 2016, el guionista principal de la entrega fue Billy Kimball . Antes escribió para nueve ediciones de los Independent Spirit Awards. Su trabajo diario es ser guionista y productor de Veep, una de las mejores comedias de los últimos años. Además, el comediante Chris Rock contribuyó con material para la última entrega. Con semejante equipo se pueden sumar chistes durante los cortes, ajustar tonos y buscar la mejor manera de hacer reír a la platea que se reflejará en lo que suceda con los espectadores en casa. Lo que no se debe hacer es suponer que la improvisación puede reemplazar al trabajo de guionistas que píensan durante meses los diálogos que se lleven mejor con los premios a entregar, los ganadores a celebrar y los perdedores a consolar. Entretener y tener humor en una ceremonia de premios es tan complicado que pretender que la inspiración del momento o una situación apenas pensada puede generar más que incomodad y a lo sumo risas nerviosas, esas que nunca se desea generar es no entender el objetivo de la transmisión de premios, es un error. En eso resultaron las intervenciones de Maju Lozano en los Gardel.
Los conductores
Tan difícil es cumplir satisfactoriamente con este trabajo que hasta en la meca del entretenimiento industrial, Hollywood, tienen más fracasos que aciertos. Tan complicado es que las ultimas ediciones de los Emmy y los Oscar compartieron conductor. Y que los Tony pasaron por varios posibles anfitriones hasta recalar en Kevin Spacey.
Si el conductor hace bien su trabajo el 25 por ciento de la tarea de los premios ya está cumplida. Algunos galardones como los MTV Movie Awards pueden darse el lujo de ser conducidos por comediantes al borde y más allá de las groserías y los insultos como Amy Schumer, Rebel Wilson y Sarah Silverman. Mientras que los Martín Fierro aprendieron a confiar en sus conductores más experimentados y simpáticos, Mariana Fabbiani y Guido Kaczka, que además saben medir sus intervenciones a falta de un guión ajustado que los guíe. Hay que tener cuidado de las duplas con más química que ensayo (Mir y Lozano en los Gardel) o esas con más ensayo que química (Anne Hathaway y James Franco en los fatídicos Oscar de 2011).
Homenajes
Puede ser un momento emotivo y significativo que cambie el ritmo de la ceremonia haciéndola más llevadera y variada o demasiado extensa y pesada. Es un 5 por ciento de todos los elementos que debe tener una ceremonia que se precie de ser una gran gala. En los premios Gardel el segmento que se le dedicó a Horacio Guarany fue respetuoso y armónico gracias a las con las voces de Jairo, Nahuel Penissi, y Bruno Arias. Muchas veces se toma a estos pasajes como partes prescindibles de la fiesta como sucedió en los Tony con el reconocimiento a la trayectoria de James Earl Jones como sucedió en los Tony que no fue transmitido en vivo. Un error especialmente porque estando Mark Hamill como invitado se perdieron la muy taquillera oportunidad de tener a la voz de Darth Vader (Jones) y a su hijo Luke Skywalker (Hamill) juntos en pantalla.
Los números musicales
Casi como una carta de presentación y una estrategia de marketing presentar las canciones y coreografías más destacadas de los musicales pero en vivo durante la ceremonia prueba la razón de la adjudicación de los premios, destaca la labor de los talentos en escena y detrás de ella e impregna al festejo de emoción genuina. Si salen bien está logrado el 10 por ciento del éxito de la ceremonia. Sucedió en los premios Gardel con la ingeniosa y vistosa manera de diseñar el escenario para que se lucieran y prepararan los artistas que se presentaron en vivo.
Los discursos
Todos esperan que se abra el sobre para saber quién es el afortunado ganador. Bastante menos ansiedad despiertan los discursos de agradecimiento que raramente son entretenidos y demasiadas veces resultan ininteligibles. La mayoría aprovecha el momento para hacer zapping, ir al baño o prepararse un te. Un 5 por ciento de las veces puede ser el punto culminante de una entrega de premios. En general son interrumpidos por la musiquita de rigor. En un mundo ideal sería muy justo repartir equitativamente los segundos de agradecimiento entre todos los ganadores pero en el mundo real sucede lo de siempre. A los premiados con mayores dosis de divismo no les importa el límite de tiempo, que la orquesta esté tocando para sacarlos del escenario ni la desesperación de los productores que custodian cada segundo de la ceremonia. Para muestra sirve el eterno agradecimiento de Bette Midler en los Tony.
El premio en sí mismo
La ceremonia de entrega es un show televisivo que en nada debería verse afectado por el resultado de los premios. Sin embargo, la atención que genera la transmisión suele afectar las actitudes de los nominados y de los que quedaron afuera. Eso más tarde que temprano puede modificar el transcurso de la ceremonia que puede desbarrancar ante cualquier error o suspicacia. El 10 por ciento del suceso del evento depende de este punto crucial de la noche. Lo mejor es tener reglas claras para saber quienes cuentan con los requisitos para participar de la votación y quienes serán los votantes responsables de hacer las elecciones menos problemas habrá después a la hora de organizar la fiesta de entrega. A mayor cantidad de votantes expertos mayor entidad tendrá el premio y menor posibilidad de suspicacias despertarán sus elecciones. En los premios Tato que entrega Capit votan casi 2000 integrantes de la industria televisiva. En los Martín Fierro el número es significativamente menor, no llegan a cien, pero sus nombres figuran para quién quiera averiguarlos en la página oficial de Aptra. Tan complejo es este punto para todos los galardones artísticos que la academia musical que reparte los Grammy acaba de anunciar que modificará algunas de sus reglas para mantenerse vigentes (se podrá votar online) y justos (se formó un comité para las categorías de rap para darle más espacio a artistas emergentes). A pesar de tomar todos los recaudos también puede pasar lo que sucedió en los Oscar cuando por una confusión con los sobres se anunció el ganador a mejor película equivocado.
Producción especial
Puede ser en vivo o un segmento grabado. Puede tener que ver con un aniversario o un tema que la ceremonia quiera destacar esa edición en particular. Tienen el potencial de ser grandes momentos de la noche o la gota que rebase el hartazgo del televidente por eso supone un 5 por ciento del éxito de la fiesta. Lo mejor estener una idea original y llevarla a cabo teniendo en cuenta los recursos con los que se cuentan. Cuando Ellen DeGeneres condujo los Oscar lo hizo dos veces: al repartir pizzas entre la platea y luego al hacer la selfie con más estrellas por centímetro cuadrado jamás tomada.
In Memoriam
Cuanto más sobrio, cuidadoso e inclusivo sea esta segmento mejor será. Si no hay errores nadie lo mencionará demasiado y eso contribuirá a un 5 por ciento del buen resultado de la ceremonia. Lamentablemente suele ser un momento plagado de tropiezos como sucedió este año en los Oscar cuando pusieron la imagen de una persona viva entre las fotos de los fallecidos recientes de la industria. O cuando se olvidaron de incluir a personajes fundamentales de la industria como Joan Rivers (otra vez los Oscar), Robert Vaughn, Alexis Arquette y Doris Roberts en los Globo de Oro ).
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