Lo que dejó la noche de los Globo de Oro: lo mejor y lo peor de la ceremonia
Luces y sombras de esta entrega de premios, que tenía mucho en juego y dejó a varias producciones con una gran sonrisa y otras con una fuerte desilusión
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Hollywood parece ponerse en forma de nuevo y la reinvención de la primera ceremonia de premiación de la temporada confirma un buen inicio para este 2024. Después de la huelga de actores y guionistas que sacudió a la producción del año saliente, las controversias alrededor de la disuelta Asociación de Prensa Extranjera en Hollywood, y la persistente crisis de las salas de cine que logró vislumbrar un horizonte de salida gracias al fenómeno ‘Barbieheimer’ y al éxito del ‘Eras Tour’ de Taylor Swift en salas, era toda una incógnita de qué manera esta apertura de la temporada de premios iba a anticipar la carrera hacia los Oscar que llegan a mediados de marzo. Y la apuesta fue por una combinación de títulos que consiguieron éxito con otros que alcanzaron el logro artístico, por la despedida de los grandes hitos de la televisión y la celebración de los nuevos fenómenos del streaming, por un reparto equitativo de galardones entre las estrellas, los destellos de algunas sorpresas y, como no podía faltar, la desilusión de los olvidados de siempre.
El gran ganador de la noche fue, sin lugar a dudas, Christopher Nolan y su Oppenheimer, que consiguió cinco premios de sus ocho nominaciones, incluyendo Mejor película en drama, Mejor director, Mejor banda sonora, Mejor actor principal para Cillian Murphy y Mejor actor secundario para Robert Downey Jr. Por su parte, Barbie, la película de Greta Gerwig que se convirtió en el gran fenómeno de 2023 y convenció a la industria de que se puede lograr el éxito en recaudación fuera de las secuelas y el universo de los superhéroes, se quedó con sabor a poco: apenas se llevó el premio a la mejor canción original para Billie Eilish por “What Was I Made For?” y se consagró en una de las nuevas categorías de esta ceremonia: Mejor logro cinematográfico y de taquilla. Para muchos puede ser un premio inventado para respaldar el suceso que encabezó Gerwig, para los más optimistas, un buen antecedente que reubica en esa vitrina a una película que concilió las buenas críticas y el entusiasmo de los espectadores como no ocurría desde los tiempos de El señor de los anillos: El retorno del Rey en 2004, que le valió a la ceremonia una audiencia de 26, 8 millones de televidentes.
Sin embargo, así como hubo ganadores también hubo perdedores. Martin Scorsese nuevamente se fue con las manos vacías y Los asesinos de la luna consiguió solo una estatuilla de sus siete nominaciones: Lily Gladstone se alzó con el premio a la Mejor actriz principal en drama y se convirtió en una de las favoritas de cara a los anuncios de las nominaciones al Oscar, el 23 de enero. Su discurso inicial recogió el lenguaje de sus ancestros originarios, en sintonía con la diputa racial que plantea la película, y sus agradecimientos incluyeron a Scorsese y Leonardo DiCaprio, sistemáticamente relegados en este tipo de celebraciones. Otros de los perdedores fue Bradley Cooper, quien con Maestro, la biopic sobre la vida y obra del músico y compositor Leonard Bernstein, era una de las grandes apuestas de Netflix para este año. No solo no ganó la película ni él como mejor director, sino que perdió el premio al mejor actor que parecía ser uno de los objetivos de su obsesiva transformación física, nariz prostética incluida. Por su parte, Todd Haynes fue otro de los ignorados: Secretos de un escándalo -cuyo estreno está programado para fines de febrero en salas y luego en Netflix- era una de las grandes películas en competencia, incomprensiblemente nominada como comedia cuando es evidentemente un melodrama con un aura triste y dolorosa, y se quedó sin ningún premio para las excelentes actuaciones de Natalie Portman, Julianne Moore y el sorprendente Charles Melton.
En el terreno de las sorpresas, uno de los primeros batacazos de la noche fue el triunfo de Anatomía de una caída (llega a salas el 25 de enero), la película francesa ganadora de la última Palma de Oro en Cannes, en el rubro Mejor guion. Justine Triet, guionista y directora, recibió la estatuilla con asombro y en un inglés afrancesado describió el proceso de escritura junto a su pareja, Arthur Harari, durante el encierro pandémico como un eco inquietante del tema de su película: una mujer acusada del asesinato de su marido. Luego se coronó en el rubro de Mejor película de habla no inglesa (curiosamente Francia no la eligió para enviar a los Oscar porque está mayormente hablada en inglés y en su lugar mandó La Passion de Dodin Bouffant del vietnamita Trần Anh Hùng, con Juliette Binoche y Benôit Magimel), desbancando a otras grandes competidoras como La sociedad de la nieve, de J. A. Bayona y por España (disponible en Netflix), y Hojas de otoño, del genial Aki Kaurismäki y por Finlandia (todavía en cines y a partir del 19 de enero en Mubi). Este premio confirma cómo en los últimos años el Festival de Cannes se ha convertido en la perfecta antesala de las premiaciones en los Estados Unidos, algo que ocurrió con los premios de Parasite (2019) y las nominaciones de la japonesa Drive My Car (2021) y de El triangulo de la tristeza (2022), del sueco Ruben Östlund.
En TV sin grandes sorpresas
Entre las series todo salió según lo previsto y las grandes ganadoras fueron Succession (HBO Max) en la categoría de Drama y El Oso (Star+), en la de Comedia. La primera, que cerró su última temporada en mayo del año pasado, fue uno de los últimos grandes hitos de la televisión, alcanzando un lugar en el podio de las mejores series de todos los tiempos, antes reservado a títulos legendarios como Los Soprano o The Wire. Su éxito fue quizás el último de los fenómenos que transitó con astucia desde la entrega semanal del formato televisivo tradicional a la dinámica inmediata del streaming y el hype en las redes sociales. Por su parte, El oso asomó en su primera temporada durante 2022 como una de las mejores series de ese año, sacudiendo formatos y expectativas, y en esta segunda entrega se reveló aún más audaz de lo esperado, haciendo de la historia del duelo y el amor por la cocina un variopinto retrato de historias familiares y pasados dolorosos. En los números, Succession se quedó con cinco estatuillas, a Mejor serie en drama, Mejor actor principal en drama para Kieran Culkin, Mejor actriz principal en drama para Sarah Snook y Mejor actor secundario para Martin MacFadyen, mientras que El Oso hizo lo suyo en Comedia, también ganando las tres principales categorías: Mejor comedia, Jeremy Allen White como Mejor actor y Ayo Edebiri como Mejor actriz.
Si bien HBO Max se quedó con cuatro premios y Star+ (Disney) con tres, Netflix asomó en la categoría de Mejor serie limitada, de antología o película para TV con Bronca, uno de los pequeños sucesos que tuvo la plataforma durante la pasada temporada. Curiosa, irreverente, con aires indie, es la historia de un imprevisto automovilístico que termina en un derrotero demencial y que consiguió el premio principal y el de sus dos actores, Steven Yeun y Ali Wong. El galardón restante que se llevó Netflix fue para Elizabeth Debicki por su interpretación de la princesa Diana en The Crown, serie que no consiguió nada más en estas dos últimas temporadas que suponen el díptico final para la creación de Peter Morgan. Es claro que la era de Oro de las series parece estar en un prolongado eclipse y los premios quedan repartidos entre aquellos shows que obtuvieron reconocimiento pero ya forman parte del pasado y algunos de los recién llegados que adquieren relevancia y ofrecen alguna alternativa para el estancamiento creativo del presente.
La entrega, correcta, el presentador no tanto...
A la hora de pensar la puesta en escena de la ceremonia, los desafíos de este año eran muchos. En primer lugar, revertir el desprestigio que los Globos de Oro arrastraban desde hace años debido a los caprichos de sus premiaciones, las acusaciones de corrupción y privilegios en sus elecciones -señaladas en un artículo periodístico en Los Angeles Times de 2021-, y el envejecimiento de sus votantes. La Asociación de Prensa Extranjera de Hollywood (HFPA) finalmente se disolvió el año pasado, se conformó un padrón con más de 300 votantes, incluyendo miembros de distintos países -muchos de Latinoamérica-, priorizando la diversidad en el origen de cada incorporación -una de las acusaciones era que la gran mayoría de los votantes eran blancos- y afirmando un compromiso renovado en la votación. Además, la producción quedó a cargo de Dick Clark Productions y Eldridge Industries -propietarios de la tradicional Variety-, y la transmisión, que desde 1996 estaba en manos de la NBC, pasó a la CBS. La fiesta en el hotel The Beverly Hilton de California aspiró al buen ánimo y la conciliación, contó con la presencia de estrellas de todos los tiempos como Robert De Niro y Meryl Streep -ambos nominados-, con ídolos de la canción como Taylor Swift o Dua Lipa, mucho sushi y glamour.
El que no sintonizó demasiado con la audiencia fue el presentador filipino Joy Koy. Novato en la conducción, fue nombrado diez días antes de la ceremonia y sus chistes no parecían sacarle una sonrisa a ninguno de los invitados. Su mal humor fue en aumento, deslizó la responsabilidad en los guionistas que escribieron sus on liners, y como remate de la noche, en la segunda categoría estrenada en esta ceremonia, Mejor comediante de stand up en televisión, se llevó el premio el británico Ricky Gervais, confirmando que era el indicado para conducir esta ceremonia de renacimiento. Evidentemente Gervais no había dejado una buena impresión tras su explosiva performance en la ceremonia de 2020 y su ausencia en la noche de anoche demostró que la corrección irrestricta no es la mejor consejera cuando se trata de apostar al humor.
En ese sentido, los momentos más divertidos estuvieron a cargo de presentadores y premiados. Quizás los highlights fueron la aparición de Will Ferrell y Kristen Wiig, acostumbrados al constante guiño al absurdo -en este caso musical- en sus juegos con la audiencia, y los chistes de Daniel Kaluuya, Shameik Moore y Hailee Steinfeld sobre los contratiempos de la escritura en el cine y la televisión. Fueron celebrados el discurso de Robert Downey Jr. en complicidad con la mesa de Oppenheimer, el chiste de Greta Gerwig que aguijoneó a su marido Noah Baumbach por descubrir su pequeña Barbie interior, las morisquetas de Jennifer Lawrence cuando ganaba Emma Stone como Mejor actriz de comedia por Pobres criaturas del griego Yorgos Lanthimos (cuyo estreno local se espera para el 18 de este mes), y los ácidos comentarios de Kieran Culkin sobre su rivalidad con Pedro Pascal en la categoría de drama televisivo. No hubo imprevistos del estilo del cachetazo de Will Smith a Chris Rock en los Oscar de 2022 y, si bien la premiación se extendió sus tres horas previstas, no hubo demoras en premios intrascendentes, se celebró a las estrellas con discreción y se llegó al final con ritmo y expectativa.
Por último, otros de los premios bien merecidos fueron los de Paul Giamatti y Da’Vine Joy Randolph por la excelente Los que se quedan, de Alexander Payne (a estrenarse en salas a comienzos de febrero) y el de El niño y la garza, del siempre infalible Hayao Miyazaki como Mejor película de animación (estreno anunciado para este jueves en cines locales). La lista de ganadores no tuvo elecciones caprichosas ni exabruptos reprochables, como era costumbre en los tiempos de la HFPA, siglas que algunos de los ganadores repitieron en el balbuceo de sus agradecimientos, ganados por la emoción del momento o el peso de la tradición. Si la ceremonia de los Globos de Oro logrará renacer o no, ir recuperando su prestigio como primer estandarte de las premiaciones de cada año y renovar una audiencia que se fue agotando año tras año, se irá descubriendo con el correr de las próximas entregas. Por el momento, la fiesta de anoche fue un buen augurio.
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