Lo mejor y lo peor de The Deuce: qué pasó en la primera temporada
La serie de HBO explora los inicios de la industria del porno en la Nueva York decadente de comienzos de los 70; atención: ¡hay spoliers!
Todo transcurre en Nueva York, en la "ciudad que nunca duerme", varias décadas atrás. La escenografía parece muy distinta a la que Hollywood se esmera por retratar: prostitutas, vagabundos, calles sucias, carteles de neón con invitaciones sólo para adultos, policías corruptos, homosexuales perseguidos. Y sin embargo, los personajes de The Deuce parecen saber de manera muy íntima que algo va a suceder, que tarde o temprano la tierra temblará bajo sus pies y sus destinos se torcerán.
No, no es una serie "fácilmente digerible", aunque tampoco entra en la categoría "de culto". La apuesta de HBO apunta, más bien, a un público no masivo pero sí fiel, curioso, paciente, maduro, interesado por las historias corales en un mundo lejano pero no tanto. El hilo conductor es el desarrollo y la explosión de la industria del porno en la Gran Manzana, algo que apenas asoma en esta primera temporada pero que promete tener un mayor desarrollo en la próxima y en la tercera (en caso de que se confirmen los rumores de que la serie tendrá continuidad durante 2019).
¿Qué dejaron estos primeros 9 episodios de The Deuce? Algo más que el boceto de lo que vendrá, porque los guionistas George Pelecanos y David Simon (los mismos de The Wire) consiguieron imprimirle ritmo al relato, y poner en primer plano a un puñado de personajes llenos de claroscuros.
James & Maggie: los apostadores
James Franco ha demostrado que no puede quedarse quieto: basta con observar la enorme lista de proyectos que tiene en desarrollo como actor, productor, director y guionista para darse cuenta que el californiano no le teme a los desafíos, delante y detrás de cámara.
Además de productor ejecutivo y de dirigir algunos de los capítulos de esta primera temporada de The Deuce, Franco compone a los gemelos Vincent y Frankie Martino, en muchos sentidos opuestos aunque dispuestos a asociarse para salir de las desgracias económicas. Así, ambos quedan al frente del bar Hi-Hat y demás proyectos apadrinados por el mafioso italiano Rudy Pipilo (Michael Rispoli). El desafío de este doble papel parece quedarle algo grande al actor, al punto de generar cierta confusión en el televidente al momento de distinguir qué hermano está haciendo qué cosa en pantalla.
La formula de Maggie Gyllenhaal -que también figura como productora de la serie- parece opuesta a la de Franco y podría resumirse con la trillada pero verídica frase que indica que "menos es más". Con firmeza pero también con la suavidad de quien ya ha perdido demasiado en la vida, su criatura -Eileen "Candy" Merrell- es una de las piezas fundamentales de esta historia.
A diferencia de las otras chicas que trabajan en la calle, "Candy" levanta las banderas de la autonomía, se niega a depender de un proxeneta y no se cuestiona ese destino que eligió para sí misma. Poco importan los comentarios hirientes de su madre, el recuerdo de su hijo abandonado o la soledad que la rodea: ser prostituta es todo lo que puede ser. Hasta que una serie de situaciones dolorosas la despiertan de ese letargo en el que estuvo sumida durante años, y un primer contacto con la incipiente industria del porno enciende una luz que la encuentra sorprendentemente ambiciosa e intrépida. Esa progresión es notable en pantalla gracias al oficio de Gyllenhaal.
Las dueñas de la calle
Y si de puntos fuertes hablamos, resulta imposible obviar a sus "chicas". Las prostitutas que circulan por la calle 42 -también conocida como "The Deuce", de allí el nombre de la serie- forman parte del paisaje pero también van contando sus historias de explotación, maltrato, abandono, excesos y dependencia a medida que avanza el relato.
La fiereza de Darlene (Dominique Fishback, en una enorme interpretación), por ejemplo, abre paso a una veinteañera tierna, capaz de emocionarse con una película o de leer un libro a escondidas para no "hacer enojar" a su proxeneta. Algo parecido sucede con Ashley (Jamie Neumann), una mujer que ve cómo su tiempo se acaba, a medida que su cuerpo envejece y otras chicas jóvenes aparecen para correrla de ese lugar de privilegio que alguna vez tuvo.
La cuestión de la "redención" está presente de alguna manera u otra, aunque no siempre son ellas las que buscan la luz al final del túnel. En este punto, el guión cae en un lugar común: es Abby (Margarita Levieva), la chica rebelde, formada y de "buena familia", la que pretende enseñarles la salida hacia una vida distinta, en la que puedan elegir libremente su destino. Su paso por la universidad le dejó ideas muy claras acerca de cómo hacerse valer frente a los hombres, y considera que debe hacer algo por esas mujeres que no tuvieron la misma suerte que ella. Ella trabaja como mesera en el Hi-Hat porque lo elige, como un grito de rebeldía ante sus padres aristocráticos. Así, la culpa burguesa también tiene su lugar en un mundillo en el que nadie parece sentir la más mínima empatía por el otro.
El ambiente
Nueva York es, posiblemente, el punto menos estadounidense de Estados Unidos. Aún cuando mucha de su iconografía ha ayudado a construir el american way of life en el imaginario del resto del mundo, ese lugar siempre parece haberse regido por sus propias reglas.
Lo que The Deuce señala es el modo en que las leyes de lo que era considerado inmoral o indecente se fueron volviendo cada vez más laxas a comienzos de los 70. Eso fue lo que incentivó a la industria del cine porno "hecho en casa", a medida que la sociedad se volvía más tolerante a la revolución sexual que avanzaba desde Europa.
Pero también hay una clara fotografía del modo en que la mafia se movía con total soltura en el control de lo "ilegal", y el modo en que la policía neoyorquina no sólo hacía la "vista gorda", sino que también aprovechaba esos grises para hacer sus propios negocios. La Gran Manzana era una zona liberada, en la que casi todo era posible.
La reconstrucción de época resulta impecable desde lo visual en The Deuce, pero también lo hace al momento de ubicar al espectador en ese momento histórico tan particular, de completo desencanto político -el Watergate estaba en ciernes por entonces- y decadencia social.
El intento de la periodista Sandra Washington (Natalie Paul) por desentrañar esa maraña de negocios es la prueba más cabal de las fuerzas que operan para sostener el status quo en ese mundo de ilegalidades nocturnas. Y hay un guiño hacia las chicas que venden su cuerpo para sobrevivir en la calle: la ambición de la reportera por conseguir el reconocimiento público y avanzar en su carrera también la lleva a hacer a una lado los escrúpulos. En su caso, no se trata de sobrevivir, sino de sobresalir entre la mediocridad que la circunda.
En The Deuce todos tienen un precio y casi nadie tiene algo que perder. Afortunadamente, la serie no arriesga una mirada moral sobre sus protagonistas ni sobre una época en la que todo estaba por cambiar. Ese, posiblemente, sea el mayor de sus aciertos.
- La primera temporada de The Deuce se emite por HBO, HBO 2 y HBO Signature. También está disponible a través de HBO GO.
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