Oscar 2019: lo mejor y lo peor de la ceremonia
La Academia de Hollywood quiere cambiar los Oscar, pero todavía no sabe cómo hacerlo. Ni siquiera tiene demasiada idea de hacia dónde apuntar. Llenos de dudas y cuestionamientos internos, los organizadores (y los votantes) terminaron dando mensajes contradictorios, aunque debe admitirse que la ceremonia de anoche resultó mejor de lo que muchos pensaban. Claro que no pocos auguraban un papelón, un desastre, un híbrido sin criterio, perfil ni personalidad. Tras la renuncia del cómico Kevin Hart, la 91ª edición de los Oscar se quedó sin conductor y, desde entonces, fue creciendo la idea de hacer un show más corto y sin maestro de ceremonia. ABC, la poderosa cadena de televisión que transmite el evento, quería reducir su duración del récord histórico de 263 minutos en 2002 a exactas tres horas. No lo logró (tuvo que dar marcha atrás con la idea de dar cuatro premios durante los cortes comerciales y luego emitir un resumen editado), pero los "escasos" 195 minutos resultaron un primer hallazgo.
A la espera de las cifras de rating (la medida para saber si las empresas que pagaron 2,6 millones de dólares por cada spot de 30 segundos hicieron una buena inversión), la Academia y ABC intentaron detener la fuga de público con mucha música: desde una potente apertura con Queen y Adam Lambert (cantante surgido de American Idol, popular ciclo de la propia ABC) hasta el pico emotivo de la íntima performance de "Shallow" (a la postre ganadora del premio a mejor canción) a cargo de Lady Gaga y Bradley Cooper. Aunque para algunos el Oscar se pareció por momentos demasiado a los Grammy, fue un intento para contener a una audiencia en constante declive.
Cabe recordar que del récord de 57 millones de espectadores en Estados Unidos para la ceremonia de 1998 con conducción de Billy Crystal y el triunfo de Titanic se pasó en 2018 a un mínimo de 26,5 millones con Jimmy Kimmel como anfitrión. De todas formas, ni siquiera lograron que los cinco temas nominados fuesen presentados en vivo, ya que Kendrick Lamar y SZA se negaron a interpretar el tema "All the Stars" de Pantera Negra. En el terreno de los premios, hubo algunas sorpresas y unos cuantos favoritos que ratificaron su condición de tales. Las estrategias (el Oscar es un universo lleno de lobbystas) dieron su fruto. Así, por ejemplo, Mahershala Ali, que es uno de los dos auténticos protagonistas de Green Book: Una amistad sin fronteras junto a Viggo Mortensen , ganó como actor de reparto, mientras que la inglesa Olivia Colman (The Crown), que tiene menos espacio en La favorita que las "secundarias" Emma Stone y Rachel Weisz , terminó dando la sorpresa al arrebatarle la estatuilla a mejor actriz principal a Glenn Close . ¿Más contradicciones? En una noche con récord de ganadores afroamericanos, los miembros de la Academia finalmente se decidieron para el premio principal por una película sobre el racismo escrita, dirigida y producida por blancos (varios de ellos incluso cuestionados por sus dichos xenófobos como el coguionista Nick Vallelonga), mientras que Spike Lee -quien criticó duramente la elección al terminar la ceremonia- apenas recibió el de mejor guión adaptado por la mucho más combativa El infiltrado del KKKlan. De todas maneras, la presentación que de su film hizo Barbra Streisand y su encendido discurso político sobre el escenario quedarán como dos momentos cumbre de este año.
La hipocresía también reinó anoche con Bohemian Rhapsody- La historia de Freddie Mercury, que terminó siendo la más favorecida con cuatro estatuillas. Bryan Singer -acusado de varios abusos sexuales- no solo fue borrado de todos los créditos de las nominaciones, sino que además nadie ni siquiera lo nombró en los agradecimientos. Una película "sin" director. Otro dislate fue el In Memoriam, segmento en el que se recuerda a los fallecidos durante el último año. Por cuestiones de tiempo no llegaron a incluir al maestro Stanley Donen (aunque agregar una foto a último momento no parece una proeza de producción), pero tampoco figuraron Jonas Mekas, Sondra Locke, John Mahoney, Carol Channing, Dick Miller, Reg E. Cathey y muchos más. Desprolijidades inaceptables para un evento de semejantes dimensiones.
La Academia terminó premiando más al éxito de taquilla que al prestigio. Bohemian Rhapsody (cuatro estatuillas), Pantera Negra (tres galardones) y hasta Green Book (lanzada en los Estados Unidos por Universal) son producciones de los grandes estudios que no tuvieron críticas demasiado entusiastas (los promedios en Metacritic y Rotten Tomatoes son de los más bajos para ganadoras del Oscar), mientras que Roma, La favorita o El infiltrado del KKKlan sí recibieron elogios generalizados.
Netflix y Roma también fueron víctimas de esas contradicciones. Por un lado, fue el cuarto triunfo en los últimos cinco años para un realizador mexicano (el propio Cuarón había ganado en 2014 por Gravedad, Alejandro González Iñárritu lo hizo en 2015 y 2016 con Birdman y Revenant: El renacido, y Guillermo Del Toro en 2018 con La forma del agua), pero se quedó sin el premio principal. El gigante del streaming, que invirtió 25 millones de dólares en promocionar este film intimista, de época, en castellano y en blanco y negro (bastante más que los 15 millones que había costado producirlo), debió conformarse con tres estatuillas (dirección, fotografía y película en idioma no inglés) y otra por el cortometraje Period. End of Sentence. Para el propio Cuarón fue una noche de fuertes contrastes, ya que subió tres veces al escenario, pero es uno de los dos cineastas en ganar dos veces el rubro dirección sin que sus películas luego resultaran vencedoras en la categoría máxima (ya le había pasado a Ang Lee que ganó por Secreto en la montaña y Una aventura extraordinaria). El mensaje quedó bastante claro: Netflix ya ha sido aceptado en las grandes ligas del cine (incluso está por ingresar a la poderosa Motion Picture Association of America que integran las seis majors de Hollywood), pero aun tiene que "hacer méritos" para consagrarse en un evento en el que la Academia se debate entre sostener o liberarse de su tradición más conservadora y cierta tendencia a la demagogia y el consenso tranquilizador.
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