Letterman, el prócer sarcástico del late night show
Anteanoche se despidió del aire tras más de tres décadas en su escritorio de CBS, acompañado por una galaxia de estrellas
Anteanoche, tras 35 años en el aire y 33 al frente de su propio talk show, primero llamado Late Night en la cadena NBC y luego The Late Show en CBS, David Letterman se retiró de la televisión. El conductor es casi un desconocido entre nosotros porque su programa es uno de los pocos late night shows que nunca fueron emitidos ni siquiera en el cable local. En la televisión norteamericana, en cambio, Letterman es un gigante que marcó una era e influyó en varias generaciones de conductores y comediantes.
Como una medida de su importancia, basta decir que fue el mentor de todos sus competidores actuales en el segmento nocturno, cuyos programas existen como una variación o expansión del territorio abierto por las osadas ideas del conductor y su equipo. Uno de ellos, Jimmy Kimmel, quien conduce el late show del canal ABC, enhebró entre lágrimas una conmovedora despedida y luego anunció que no haría su programa en vivo ayer -se pasó una repetición- y urgió a sus espectadores a ver el programa final de su rival.
Cualquiera que se vea expuesto por primera vez al programa de Letterman (tiene su propio canal en YouTube, aunque sin subtítulos) no lo encontrará del todo diferente de lo que hacen otros. En efecto, hace rato que parte de la pantalla chica de su país superó el grado de novedad y subversión que Letterman trajo al medio. El tiempo también alcanzó al conductor, que jamás se interesó demasiado por los millenials ni por los cambios que Internet y el contenido "viralizable" llevaron a los demás medios masivos.
Con toda la familiaridad que producía su difunto show, sus primeros programas, en cambio, bien podrían haber sido transmitidos desde otro planeta. Hasta su debut, nunca se había visto tal desacato a las convenciones de la TV "¿Se supone que esto es gracioso?", era la reacción perpleja de un público que nunca antes había sido expuesto al nivel de nonsense y extrañeza que se volvieron habituales en el programa. Sus paseos porque sí por los pasillos del canal, sus espontáneas salidas a la calle para realizar entrevistas a quien pasara, segmentos como "poesía canina" o secciones ya célebres, como "habilidades estúpidas de las mascotas", demostraron un grado superlativo de determinación y confianza en su humor que con los años construyó un público que empezó a entender y disfrutar del absurdo con el que se lo confrontaba casa noche.
Aunque en este aspecto se fue domesticando con los años, la incomodidad de Letterman ante el mundo del espectáculo, su rechazo al sentimentalismo y su negación a construir un personaje amable que jugara bajo las reglas del showbiz permanecieron inalterables hasta el último día. Si bien sus entrevistas con figuras de talento indiscutido, como Robin Williams, Howard Stern, Steve Martin o Bill Murray, fueron antológicas, lo fueron más aun los reportajes con las personalidades que Letterman no respetaba o siquiera toleraba del todo. En una charla con Paris Hilton, mientras la mediática intentaba hablar de su fabulosa vida de fiestas, Letterman no hizo otra cosa que preguntarle una y otra vez por una reciente estadía en la cárcel.
A pesar de su tono pausado y su figura hierática, nadie jamás fue más rápido y más ingenioso en un duelo verbal. En una de las primeras apariciones de Madonna en su programa, la cantante se dispuso a escandalizarlo primero regalándole su ropa interior y luego repitiendo la palabra "fuck" un récord de 14 veces. Letterman respondió a cada uno de los calculados exabruptos de su invitada con una insuperable ironía: "¿Por qué estás tan obsesionado con mi vida sexual?", preguntaba Madonna. "Porque es sabido que yo no tengo ninguna", respondía el conductor.
A pesar de que Letterman siempre se negó a entregarse al circo mediático y a exponer su vida privada, algunos de los momentos más memorables de su programa (todos disponibles en la Web) sucedieron cuando abandonaba el libreto para contar una historia autobiográfica.
Entre todas las despedidas que tuvo el desaparecido Robin Williams, la del gélido Letterman fue la más sincera y emotiva: "Conocí a Robin en sus comienzos, en los clubes de comedia. Nosotros solíamos burlarnos de los nuevos comediantes, pero la primera vez que lo vimos fue algo inédito. Nosotros racionábamos nuestros chistes como si fueran rocío, pero este tipo era un huracán. Mientras más tiempo estaba en el escenario, peor nos sentíamos. Pensábamos que nuestras carreras se habían terminado. Por suerte enseguida encontró trabajo en la TV, abandonó el circuito de clubes y nosotros pudimos volver a sentirnos bien con lo que hacíamos".
Aunque en las semana previas a su despedida desfilaron por el programa muchos de sus invitados favoritos -que a la vez son algunos de los nombres más descollantes del mundo del espectáculo- y a pesar de que algunos rompieron en llanto durante su segmento, Letterman siempre se negó a caer en la sensiblería obligatoria de las despedidas.
En el último programa de anteayer, fueron sus amigos los que presentaron su infaltable top ten, en este caso titulado "10 cosas que siempre quise decirle a Dave". Allí se pudo ver a Steve Martin afirmar: "Tus incontables cirugías estéticas fueron a la vez necesarias y un error"; a Tina Fey decir: "Gracias por probar que los hombres también pueden ser graciosos", y a Julia Louis-Dreyfus recordarle: "Gracias por dejarme ser parte de otro episodio final terriblemente decepcionante". El resto del programa, Letterman mostró clips de sus sketches favoritos, agradeció a su staff y se despidió. Sin melodrama, sin sobreactución, sin autohomenaje, con la misma integridad con la que siempre condujo su ciclo. El sentimiento del público seguramente era otro, más parecido al que expresó su discípulo y competidor Conan O'Brien en su despedida: "Sabemos que en lo que nos queda de vida no volveremos a ver a un conductor del calibre de David Letterman". Es muy probable que tenga razón.
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