Las ventajas cotidianas del oído absoluto
El oído absoluto es esa extraña habilidad que poseen algunos músicos que les permite identificar cualquier sonido por su nombre, sin ninguna ayuda referencial. Se oye lo que producen un clarinete, una bocina o un tenor y los sonidos son percibidos con sus nombres. Suenan La, Mi bemol o, incluso, como un Sol desafinado. Algunos de los que poseen oído absoluto no sólo reconocen la identidad individual de cualquier sonido sino que "escuchan" los nombres de todas las notas de un racimo de sonidos simultáneos o, si tienen algún conocimiento de armonía, la tonalidad de una obra musical.
Por supuesto, este don no implica necesariamente talento ni se traduce en una ventaja creativa por sobre la abrumadora mayoría de los músicos, directores o compositores que no tienen oído absoluto y que se manejan con total seguridad por los caminos de la música. Los misterios de la creatividad no están vinculados al oído absoluto. Pero esta capacidad puede revelarse muy útil para resolver ocasionales problemas de la vida cotidiana. Arthur Sullivan, aquel compositor que escribió algunas de las operetas y musicales más célebres del teatro inglés, tenía oído absoluto.
En cierta oportunidad, bien entrada la noche, después de una fiesta en la que no se había privado de beber, volvió en condiciones lastimosas hasta su casa. Llegó hasta el barrio de casas similares en el cual vivía y no pudo determinar cuál era la suya. En su ebriedad, tuvo una idea. Sin pensar en los vecinos, fue golpeando, uno por uno, los llamadores acampanados de metal que estaban orondos en el marco de cada puerta. Después de haber molestado a todo el vecindario, llegó a un llamador cuyo golpe sonó con un Mi bemol. "¡Ésta es!", se dijo, y se metió en su casa.
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