Las series son un asunto de familia
Con el estreno de Black-ish y The McCarthys, se completa una oferta de ficciones con la mirada puesta en casa
Historias de policías, de negocios sucios y de los otros, relatos románticos, fantásticos, históricos o de ciencia ficción, la paleta narrativa de las series televisivas es tan variada y variopinta que casi parece que cuanto más complicada es la idea y más específico el mundo a retratar, más posibilidades tiene ese programa de salir al aire. Y sin embargo, hay una tendencia que -tímidamente primero y a toda marcha en los últimos tiempos- reflotó un concepto tan viejo como el tiempo "¿Qué tal si contamos la historia de una familia?", se preguntaron casi al unísono los productores de muchas de las más exitosas ficciones de la TV por estos días. Un grupo tan diverso como las series que resultaron del experimento. Dos de ellas, Black-ish y The McCarthys, se estrenarán mañana por Sony. Dos comedias con un tema en común, los vínculos familiares, aunque tan diferentes como sus elencos.
La primera ficción se centra en los avatares diarios de los Johnson, que lograron el sueño americano de la casa propia en un barrio bonito, el trabajo bien remunerado y el futuro de sus hijos asegurado para empezar a darse cuenta de que a pesar de los logros no todo es color de rosa cuando uno es de color negro. Con gracia y un agudo poder de observación respecto de las diferencias raciales y generacionales en los Estados Unidos de hoy, la serie consigue la hazaña de divertir sin olvidarse de dar a conocer su mensaje. Algo similar a lo que sucede también en The McCarthys, que se centra en otro tipo de familia muy específico: los irlandeses de Boston. Allí, con su peculiar acento y sus modos algo bruscos y para nada afectuosos, papá y mamá McCarthy (interpretada por la talentosa Laurie Metcalf, de la decana de las familias disfuncionales, la serie Roseanne) se enfrentan a la noticia que se pasaron años negando: su hijo Ronny es gay. A partir de allí, además de una amorosa aceptación, aparecen las situaciones entre ridículas y absurdas que podrían sucederle a cualquier familia de Boston a Buenos Aires (ver aparte). Una premisa que recorre a buena parte de la nueva generación de series que salieron al ruedo, inspiradas en la repercusión de Modern Family (Fox).
A ese grupo se suma la hilarante The Goldbergs (Comedy Central), inspirada en las verdaderas aventuras de su creador, Adam Goldberg, que decidió contarle al mundo las dificultades de crecer en los años 80 con una madre judía que cree que el sol sale y se pone con la sonrisa de su hijo menor (el mismísimo Adam) y con un padre al que nada le gusta más que andar por su casa en unos calzoncillos para nada favorecedores. Es una serie imperdible aunque más no sea para disfrutar de la habilidad cómica de Jeff Garlin (Curb Your Enthusiasm), Wendy McLendon-Covey (Damas en guerra) y el veterano George Segal (The Naked Truth) o para ejercitar la nostalgia de los años 80 en los que transcurre la trama. Y si se quiere seguir el viaje en el tiempo a bordo de una comedia familiar levemente autobiográfica, lo mejor que la TV tiene para ofrecer en estos días es Fresh Off the Boat (Fox 1). Basada en el libro de memorias del chef de origen taiwanés Eddie Huang, la ficción ambientada a principios de los 90 se ríe con -y nunca de- las dificultades que atraviesa la familia asiática para adaptarse a las costumbres de sus nuevos vecinos.
Problemas como (casi) todos
Cuando se trata de ficciones familiares más dramáticas, la lista accesible para el espectador local también es amplia y diversa.
Tal vez una de las mejores ficciones de los últimos años, y ciertamente una de las menos promocionadas, The Fosters (Sony) relata la historia de la pareja formada por una policía y una directora de escuela decididas a criar una familia a pesar de tener a casi todo el mundo el contra. Algo similar a lo que les sucede a Norma y Norman Bates en la intrigante Bates Motel (Universal), un cuento repleto de misterio y sobresaltos que se destaca por las actuaciones de Vera Farmiga y Freddie Highmore como el dúo de madre e hijo menos normal de la TV.
Para competir en términos de relaciones enfermizas apareció Empire (Fox Life), que utiliza el mundo de la música como telón de fondo para contar la historia de los Lyons, cada uno de ellos personajes fascinantes como para encabezar su propia serie. Allí, está el patriarca Lucious (Terrence Howard), ambicioso, amoral y carismático; sus hijos Andre (Trai Byers), Jamal (Jussie Smollett) y Hakeem (Bryshere Y. Gray), enredados en una lucha por el control de la empresa familiar, una compañía discográfica llamada Empire (Imperio). Y si algo le faltaba a esta versión siglo XXI de Dallas, de un día para otro reaparece en la vida de los muchachos Lyons mamá Cookie, liberada luego de pasar 14 años en la cárcel por traficar drogas.
Tan poco sutil en su relato como altamente adictiva, Empire ya tiene asegurada una segunda temporada, lo mismo que ocurre con The Royals -que se estrenará en E! el próximo martes, a las 23- con la que también comparte sus conflictos dinásticos. Claro que en la primera ficción producida por el canal dedicado a las noticias de Hollywood, el tema de la sucesión es fundamental, ya que la familia en el centro del relato es una versión más bella, más joven y mucho más desprejuiciada de los reyes de Gran Bretaña. Fantasía llena de glamour, sexo y papparazzi que encabeza Elizabeth Hurley como la reina.
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