Las palabras de la tribu
Hace veinte años, el rock vivía el primer verano en democracia después de mucho tiempo. El gobierno, para entonces, había eliminado las listas negras que condicionaban las programaciones radiales y se había instalado una nueva y bulliciosa generación de músicos que hicieron a un lado la oscura opresión que caracterizaba al rock en la segunda mitad de los años 70.
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Se trataba de la tan objetada "música divertida", comandada por el retorno de los renovados Abuelos de la Nada, el sutil pop de Virus y la despiadada acidez debutante de Los Twist, banda que se convirtió en el grupo más exitoso de aquel verano, con más de 50.000 placas vendidas de "La dicha en movimiento".
Pero la renovación venía en serio, no sólo con los nuevos nombres. Las figuras ya instaladas también eran parte de la nueva situación y protagonizaban ciclos al aire libre en espacios como las Barrancas de Belgrano y en el festival de La Falda. Se respiraba un aire nuevo, con bandas influenciadas por el punk, el pop y el dark anglosajón y una movida under que incluía los nombres de Los Helicópteros, Soda Stereo, Viudas e Hijas de Roque Enroll, GIT, Sueter, Nylon y Cosméticos, entre muchos otros. La gran mayoría preparaba su primer álbum.
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El rock se permitía la alegría. Una alegría desconfiada a veces; otras, demasiado liviana para la "gravedad" de la que se vanagloriaba esta música. Pero marcaban un cambio significativo. Una ruptura generacional necesaria para acompañar a una sociedad que exigía nuevos horizontes.
Un tiempo antes, habían surgido bandas con propuestas más radicales como V8 y Los Violadores, influenciados por el heavy metal y el punk, y marcadamente separados de estos nuevos grupos.
De todas formas, sirvió no sólo para expandir y ampliar la propuesta estética de un movimiento que, finalmente, empezaba a salir del ghetto, con sus pro y sus contras, con sus aciertos y sus errores, para acercarse a la gente. Para empezar a ser aceptado como una propuesta musical que representaba la sensibilidad de buena parte de la gente, con un color propio, con historias que tenían que ver con nuestra idiosincrasia.