Las fuerzas en pugna en Iannis Xenakis
El Grupo de Percusión de La Haya lleva su obra al Colón
Nacido en Rumania, aunque de ascendencia griega, Iannis Xenakis (1922-2001) personificó el compromiso social y político del arte en la primera mitad del siglo XX. Radicado en Atenas durante su juventud, estudió ingeniería y militó en un colectivo de izquierda que resistió los movimientos fascistas de la Segunda Guerra Mundial. De aquellas escaramuzas heredó una cicatriz que deformó la mitad de su cara y un ímpetu radical en sus composiciones, una vez establecido en París en los años cincuenta. Para los compositores alineados en la escuela de Darmstadt (Boulez, Stockhausen), Xenakis fue siempre un outsider. "El problema es que es un arquitecto, no un músico", afirmó el director británico Norman Del Mar, en una frase que resume su modus operandi: ritmos marciales, energía inextinguible y un intelecto orientado hacia las fórmulas matemáticas y las formas.
Pléïades, la obra que interpretará el miércoles el Grupo de Percusión de La Haya en la sala principal del Teatro Colón, como parte del ciclo Colón Contemporáneo, ocupa un lugar particular en la obra de Xenakis. Una de sus pocas piezas estrictamente escritas para percusión, refleja su interés por la música en el espacio, pero no es, como Metástasis, la que mejor representa su fuego espartano. "Ciertamente es mucho más controlada", asevera Pepe García, integrante mexicano del ensamble holandés. "Es una pieza de cuatro movimientos y es muy simple, porque el nombre de cada movimiento refiere a los instrumentos que tocamos. «Métaux», metales, es el primero. Aquí los seis tocamos el six-xen, el instrumento que él creó: Six por seis y Xen por Xenakis. «Peux» es piel, que son los tambores; «Claviers» son los teclados (una marimba, dos xilófonos y tres vibráfonos) y «Mélanges» es una mezcla de todo."
Los six-xen tienen 19 notas y suelen afinarse de manera distinta, con diferencias de tercios y cuartos de tono entre uno y otro. Cuando dos six-xen suenan al unísono, se crea esa diferencia microtonal que da el toque peculiar de "Pléïades", entre un concierto de campanas y un gamelán javanés. Al mismo tiempo, por ser un instrumento artesanal, la aleación de las dos planchas metálicas que lo componen suele ser distinta, lo cual implica que difícilmente dos six-xen lleguen a sonar exactamente iguales.
"Nosotros tenemos unos six-xen hechos en Holanda, pero en el Colón tocaremos con unos hechos acá; probablemente suenen distintos en la resonancia y la afinación", dice García. "Son sonidos que no he escuchado en todo el planeta. No es como en «Claviers», donde los unísonos suenan iguales. En «Métaux» se crea un batimiento, una nube de armónicos. Cada sonido, aparte, tiene la facultad de fluctuar; entonces, cuando tocamos todos juntos es como que el sonido de los armónicos va de un lado para otro."
Xenakis propuso dos versiones de "Pléïades" iguales, pero con el orden de los movimientos cambiados . Y si la mera creación del six-xen hace a la obra original, también lo es la escala no occidental de 21 sonidos que el autor eligió para componer la pieza. La escala no tiene octavas, de modo que el rango de graves y agudos es más estrecho, y eso, junto a la microtonalidad del six-xen, aumenta las disonancias.
"Era costumbre de Xenakis emplear instrucciones para acentuar en exceso alguna nota", dice el percusionista. "En «Pléïades» no hay instrucciones al respecto, pero uno tiene que conocer su obra para saber qué es lo que quiere. Él sigue sus reglas, pero en algún punto muestra su lado humano. Más allá de su interés por la matemática y de usar permanentemente fórmulas, estaba fascinado por el sonido. En el final, abandona la fórmula y sigue lo que le dicta el oído."
En 1958, Xenakis colaboró con Le Corbusier en la construcción del pabellón de Philips, para la Feria Mundial de aquel año. Su aporte fueron unas estructuras "parabólicas hiperbólicas", una especie de cerramiento con forma de aspa giratoria en espiral. Esta obra arquitectónica definió su intención de llenar espacios con estructuras abstractas, e inmediatamente se trasladaría a su obra musical.
"Dependiendo de la acústica, «Pléïades» es como dos conciertos a la vez", sigue. "Uno es el directo, el de los músicos en escena, y otro es el que se crea arriba, todos esos armónicos que suben y arman una fiesta. Y uno puede cambiar su foco, entre lo que está pasando en cualquiera de los dos escenarios. Siempre hay fuerzas en pugna en Xenakis. Siempre hay opuestos. Hay estructura y caos, el universo y la tierra, el agua y el fuego. Siempre escucho los polos opuestos. Siempre experimento eso al tocar Xenakis."