Las enseñanzas de Grotowski
Serge Ouaknine, discípulo del maestro polaco, vino para dictar un seminario
Uno de los referentes más destacados que tiene el teatro contemporáneo sobre el trabajo del actor es el polaco Jerzy Grotowski. Los resultados de su investigación están en una obra casi emblemática: "Hacia un teatro pobre", donde dejó bien claro que sus búsquedas tendían hacia un teatro despojado de todo artificio y en el que el actor -y únicamente él- era el gran oficiante. Su fuerte entrenamiento corporal y vocal lograron un actor denominado "santo" que en escena era capaz de llegar a estados tan sagrados como el trance, en oposición a los "cortesanos", esos que solamente interpretan dejando el cuerpo de lado.
Para muchos, Grotowski, fallecido en 1997, fue el gurú del teatro moderno. Mucho de eso hubo y hasta él mismo aceptó ese calificativo. En 1991, reunió a sus discípulos en Avignón y les explicó: "Si hubiera nacido en Francia hubiera sido un antropólogo del teatro, si hubiera nacido en la India, un gurú. Por estar en Polonia estoy a mitad de camino de ambos".
En estos días visita Buenos Aires uno de sus discípulos, el marroquí Serge Ouaknine (reside en Quebec, Canadá) que vino a dictar un seminario para el VI Congreso Internacional de Estudiosos del Teatro, Presencia de Jerzy Grotowski, organizado por el Instituto de Artes del Espectáculo de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Ouaknine es pintor, actor, director y escritor. Ha trabajo en producciones de cine, teatro y ópera. Es doctor en Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de París y actualmente ejerce como profesor en el Departamento de Teatro de la Universidad de Quebec, Montreal. Habla casi sin parar, de a ratos lo hace en un español muy duro, y en otros apela al francés. En cada respuesta formula una pregunta y observa la reacción del interlocutor. Al final dice: "Puedes hacer lo que quieras con lo que dije, pero sólo pido que mantengas el espíritu". Ese es el mayor problema. Cómo hacer en tiempos tan tecnológicos para recuperar verdaderamente la esencia de un pensamiento tan fuertemente ligado a lo espiritual.
"Yo era pintor -explica- y un día me pregunté cuál es el gesto de pintar. Como nací en Marruecos, un país oriental, mi preocupación fue como escribir el francés sin letras y descubrí la caligrafía oriental. Continuamente me preguntaba cómo hacer para pintar con la imagen que tengo dentro y al mismo tiempo obtener el dibujo de una historia. Esta era una contradicción profunda y la respuesta llegó cuando me di cuenta de que no era una pregunta de pintor, sino de actor". Intentó conseguir en Francia, donde trabajaba entonces, que un maestro le ayudara a responder esos interrogantes. Pero no lo logró. "Yo era un pintor muy talentoso, pero sin satisfacción -aclara- y sin respuestas de mis profesores."
El mundo comunista
Cuando descubrió a Jerzy Grotowski dejó todo y se trasladó a la Polonia comunista "para vivir en una pequeña ciudad con un hombre que podía responder preguntas. Durante toda mi vida -insiste- el tema sigue estando centrado en el gesto, no el dibujo como imagen, el dibujo del ser. Cuando veo un actor miro la scaligrafía de su cuerpo y también su parte invisible vocal, siento la vibración de su presencia".
Para Ouaknine, trabajar en Worclaw -aquella pequeña ciudad- no fue nada sencillo. "Yo era un hombre que tenía un exceso de alegría y Grotowski poseía un exceso de dolor, se expresaba desde sus cicatrices. Y ahí entendí que no hay conocimiento sin dolor. No hay arte sin disciplina. El trabajo corporal era muy intenso y doloroso. Había momentos en que uno no tenía ni una gota de energía, pero exactamente ahí, el alma se las arreglaba y aparecía una respuesta de luz. Esto es algo que sólo se puede entender dentro de la cárcel o de un convento, donde el arte es vivido en su dimensión religiosa".
Desde entonces la tarea de este creador y docente es divulgar los principios de su maestro. Grotowski trabajó para el proceso creativo y la mayoría de los teatros sólo trabaja para producir. "En Francia cada actor debe entender el sentido de las palabras, sin organicidad, sin corazón, sin el cuerpo, sin emoción", se queja.
Ouaknine conoce aspectos del trabajo teatral argentino, está casado con una actriz oriunda de Santiago del Estero, a quien conoció en Córdoba hace unos años. Esto tal vez le permite comprender "la nostalgia, el sueño, el alma y el romanticismo" de los habitantes de este país. Siente que aquí hay "un arte que es feliz", pero unos creadores que están "muy tristes" porque las condiciones en que trabajan no son buenas. Aun así reconoce que Buenos Aires tiene una cultura propia. Siente que esta ciudad es una verdadera isla que está afuera de los presupuestos del mundo, como Nueva York, París, Milán. Entiende que Buenos Aires y Quebec "son aledañas del imperio americano, tenemos la fuerza del modelo -afirma-y el underground de la creación".
-¿Qué propone Grotowski hoy, en el siglo nuevo, que muestra desinterés por lo sensible y a muchos actores como cortesanos?
-En primer lugar dejó una ética. Comprendió claramente que hay seres que han perdido el contacto orgánico, la oralidad. Es por la oralidad que se puede trasmitir. La sexualidad comienza con la voz, la oreja es una piel. Grotowski obliga al individuo a retomar su verdadero camino. La lección que dejó no es social, ni política, ni tecnológica, ni formal, ni estética, sino ¿qué es el ser delante de Dios? La respuesta es que soy capaz de escucharme y que puedo rezar delante de ti si puedo amarte con alegría, si puedo vivir mi tristeza en voz alta, si puedo reparar en mi ser y en tu ser. En un mundo de tecnología, ¿qué puedo hacer con mi vida antes de morir?
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