Las dos caras del humor español
"Muertos de risa" (España/1998). Dirección: Alex de la Iglesia. Con Santiago Segura, El Gran Wyoming, Alex Angulo y Sancho Gracia. Guión: Alex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría. Fotografía: Flavio Martínez Labiano. Música: Roque Baños. Edición: Teresa Font. Producción de Lola Films presentada por Primer Plano. Duración: 113 minutos. Para mayores de 13 años. Nuestra opinión: buena.
"Muertos de risa" empieza por el final. Con cierto guiño cómplice que remite a la estructura de "El ocaso de una vida" (luego repetida por films como "Belleza americana"), Alex de la Iglesia abre esta negrísima comedia con una escena en la que Nino (Santiago Segura) y Bruno (El Gran Wyoming), integrantes de un popular dúo humorístico, llegan a un estudio de televisión perseguidos por la policía, irrumpen en el set para hacer un show especial en la Navidad de 1992 y comienzan a dispararse frente a una platea desaforada, que cree estar presenciando otro de los actos sadomasoquistas de la pareja. Pero, esta vez, las balas son de verdad.
A partir de ese abrupto desenlace, las vivencias de Nino y Bruno serán contadas a través de un largo flashback y a partir de los recuerdos del oportunista manager de la dupla (Alex Angulo). Son dos décadas en la carrera de estos patéticos y (muy en el fondo) queribles humoristas devenidos estrellas pop, que sirven también para narrar la historia de España, desde la dictadura franquista hasta el advenimiento y consolidación de la democracia.
La penúltima película de Alex de la Iglesia (este año se estrenó en España "La comunidad") es, en muchos sentidos, irresistible. El histrionismo de los actores, la efectividad de varios de sus gags, la hilarante y a la vez nostálgica reconstrucción de la estética setentista y la despiadada mirada al mundo del espectáculo con su sobrecarga de egos, envidias, vanidades, provocaciones, manipulaciones y miserias humanas hacen de "Muertos de risa" un buen pasatiempo.
Pero también es cierto que este cuarto largometraje del director de "Acción mutante", "El día de la bestia" y "Perdita Durango" tiene demasiados altibajos. Así, por ejemplo, el punto de vista con el que se narra la historia es muchas veces confuso y la burda utilización de la voz en off parece un recurso destinado a salvar los baches narrativos antes que a justificar los inevitables saltos temporales de la historia.
Retrato impiadoso
Esta sátira políticamente incorrecta arranca en el decadente bar de un típico pueblo de provincia en el que Santiago Segura entrega una desopilante imitación de Nino Bravo (de allí el nombre de su personaje) y concluye con los humoristas -cuyo acto principal consiste en Bruno pegándole sonoros cachetazos a Nino- en la cima de la fama y del desprecio mutuo. Lo de los golpes en la cara no es sólo una muestra de la payasesca actualidad del humor televisivo. En este contexto, tiene otra lectura: porque Alex de la Iglesia, más allá de los desniveles, termina asestando otro cachetazo a la mediocridad y superficialidad de estos magros tiempos.