Las dos caras de Rubén Szuchmacher
Una obra que en realidad son dos, interpretadas simultáneamente por un mismo elenco, que va de un escenario a otro. O, si se quiere, una obra detrás de la otra
Si es puntual, pasado mañana, a las 21, la actriz Irina Alonso dirá el primer parlamento de "Casa con dos puertas mala es de guardar". Al mismo horario y a escasos metros de ese escenario, Graciela Martinelli iniciará "Comunidad organizada". Claro que luego cada una de ellas pasará al otro escenario y el elenco completo de las dos obras jugará a dos puntas. Así es el planteo inicial que Rubén Szuchmacher y todo su grupo idearon para este singular montaje que, en su conjunto, se llama "El Siglo de Oro del peronismo".
Las dos piezas se suceden en simultáneo y con el mismo elenco. Para aclarar las dudas, la cosa es así: en uno de los escenarios el público verá la pieza de Pedro Calderón de la Barca, mientra que otros espectadores verán, a la misma hora y en otro hueco de la sala Del Otro Lado, la obra que crearon Marcelo Bertuccio y el mismo Szuchmacher. Como un buen mecanismo de relojería, a la hora y diez terminan ambas piezas, habrá un recreíto y, luego, los que vieron el Calderón verán la pieza basada en el peronismo y los que vieron la del peronismo se toparán con Calderón. Más aclaraciones para ordenar este supuesto caos: a medida que el público llegue a la sala recibirá un escudo que indica la obra que verá primero por puro azar.
Póngale el rótulo que quiera: juego cortaziano, dos obras por una, una compleja investigación sobre el espacio escénico, las dos caras de Szuchmacher o el personal zurcido que hará cada espectador contraponiendo la exquisitez de un texto del Siglo de Oro con la trama de unos actores que representan esa obra en medio del jaleo social y político de la década del cincuenta.
-Este doble montaje parece ser el colmo de tus obsesiones.
-Absolutamente. Concentra las obsesiones que vengo acumulando en la vida y en el teatro. El espectáculo es una especie de máquina del teatro con dos obras encastradas.
Esta experiencia fascinante admite otras lecturas posibles. Si Szuchmacher tiene que analizarlo en términos filosóficos sostiene que "es un montaje que cuestiona la mirada única, que niega la mirada del director como Dios. Porque el problema, que al principio me resultó incómodo y luego muy interesante, es que yo no puedo controlar lo que está pasando en los dos escenarios. Pensá que si en un momento me pongo en un lugar, pierdo la visión de lo que ocurre en el otro sitio. Eso mismo les pasa a los actores porque cuando uno abandona una escena, entra en otra completamente distinta. Por lo cual perdés el dominio de la totalidad. Diría que es una obra absolutamente grupal, coral y sin guía", apunta horas antes del estreno el director de piezas como "Calígula", "Decadencia", "Galileo Galilei" o "Polvo eres", entre tantos otros trabajos.
-¿Cuán caótico o creativamente caótico es dirigir un trabajo de este tipo?
-Es una experiencia lindante con lo terapéutico que me permite bajar el nivel de creencia de que podés con todo. Cuando empecé no me imaginaba hacer un espectáculo en el cual no pudiera ver la totalidad pero, a medida que fue creciendo, surgió todo este engranaje. Ya en el juego, no me queda otra que confiar en el otro. Confiar en Paula Travnik, asistente del Calderón, y en Mariana Rovito, asistente de la otra obra.
Caleidoscopio
Decididamente, en "El Siglo..." hay más cosas en juego que aceptan infinidad de lecturas. Una de las piedras fundacionales de este espectáculo fue la idea del artista plástico Jorge Macci de usar un doble espacio escénico, idea luego reelaborada por Szuchmacher. Antes o después, poco importa, un grupo de actores que ya había trabajado con Szuchmacher se propuso investigar sobre dos estilos de actuación opuestos.
Las piezas de este complicado rompecabezas se iban cerrando hasta que la crisis política de diciembre de 2001 agregó otro eje. Si hasta ese momento se estaba trabajando con un sacramental de Calderón mientras Marcelo Bertuccio creaba un texto a partir del trabajo de improvisación, el ruido de las cacerolas y el grito de un diputado justicialista que, en medio de una sesión del Congreso, acusó a un radical de "gorila", hizo que Szuchmacher y el elenco comenzaran a reflexionar teatralmente sobre la antinomia peronismo/antiperonismo. Así es que eligieron representar en un escenario "Casa con dos puertas mala es de guardar", una de las comedias más conocidas de Calderón, y contraponerla con un texto que fue escrito aprovechando los tiempos libres de la representación de la obra de Calderón (los "huecos", como le gusta decir a Szuchmacher).
La pieza del peronismo posee tres actos que corresponden a tres momentos históricos distintos: fines de 1954, después de los conflictos de Perón con la Iglesia; la víspera del levantamiento militar que derrocó al caudillo y la Revolución Libertadora ya triunfante. Claro que el simple azar determinará cuál obra se verá inicialmente.
-¿En qué cambiaría ver una u otra primero?
-Según lo que dijo el público que presenció los ensayos, se arman dos imaginarios distintos de acuerdo a cómo la primera contamina a la siguiente, de ahí que hay una especie de procedimiento cortaziano. Pero diría que los distintos puntos de vista conviven y funcionan de la misma manera. Los que vieron primero la obra del peronismo piensan que luego van a ver una versión paródica de Calderón, y no es así, porque hacemos una versión casi estricta. Entre las dos hay un salto narrativo porque esos personajes del peronismo serían incapaces de representar a un Calderón. Justamente mi idea era no trabajar la continuidad y que cada obra se abastezca.
Rayuela
El proyecto estalla por varios lugares. Al juego escénico y la representación casi en simultáneo, "El Siglo..." presenta varios desafíos. "La generación de actores jóvenes no está entrenada para hacer un Calderón. Cuando aparecieron en Buenos Aires las formas del realismo se dijo que todas las maneras articuladas del decir eran viejas. Algo de eso era cierto, pero se perdió la posibilidad de hacer determinados textos, como los del Siglo de Oro", apunta Szuchmacher.
Por otra parte, con este montaje el director siente que se ubica por fuera de todo debate teatral. "Me da la sensación de que el teatro porteño está atravesando un agotamiento en sus planteos y que con "El Siglo de Oro del peronismo" yo recupero mi origen teatral. En un momento quedé pegado con la movida de los noventa, por haber trabajado con Alejandro Tantania, Daniel Veronese o Rafael Spregelburd; "El Siglo..." me coloca en mi generación. Por otra parte, es la primera vez que me siento tranquilo antes del estreno porque todo lo que está, es lo que tiene que ser. Hasta entra en fricción con la escena alternativa porque se aleja de esa cosa codificada que tienen las salas del off. Fijate que las puertas de la escenografía cierran con solidez, no se mueven. Eso me parece hasta un gesto político", apunta el talentoso teatrista.
-¿Qué te estás jugando con "El Siglo de Oro del peronismo?
-Diría que es el espectáculo más nodal. Es el que mi ser, no mi yo, está más presente.
-¿Será porque estás más solo sin la "ayuda" de un teatro oficial o de un autor?
-Exactamente. Acá hay algo de más riesgo. No está Brecht, Pinter, Borges o Lorca, que son textos protectores. Acá no hay red. Hasta hace un mes y medio el espectáculo estaba en peligro todo el tiempo. Hasta hace un mes, no podía utilizar mis mecanismos habituales como director. Tuve que aprender otras cosas. Diría que es un espectáculo personal.
-En medio de estas dos obras cruzadas, la noche del estreno, ¿dónde vas a saludar al público?
-Todavía no sé (se ríe). Es la pregunta de la semana. ¿Ves? Hasta eso es un despelote.
Para agendar
"El Siglo de Oro del peronismo" dirigida por Rubén Szuchmacher.
Teatro Del Otro Lado Lambaré 866. Funciones: los viernes, a las 21. Reservas al 4862-5439
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