Las directoras dejan su sello en el Festival de Cannes
Con Nicole Garcia, Andrea Arnold y Stéphanie Di Giusto, la muestra cubre las falencias de ediciones anteriores
CANNES.- En las últimas ediciones el director del festival, Thierry Frémaux, fue criticado con dureza por la prensa debido a la escasez de directoras en la Competencia Oficial. La respuesta llegó este año, con una participación bastante más amplia que de costumbre de películas dirigidas y protagonizadas por mujeres. Así, tras la ovación que había obtenido la alemana Maren Ade hace un par de días, en las últimas horas se presentaron los nuevos films de la francesa Nicole Garcia, la inglesa Andrea Arnold y, en la sección Un Certain Regard, de la también local Stéphanie Di Giusto.
Garcia (El adversario, Place Vendôme, El hijo preferido, Selon Charlie) contó con la estrella local Marion Cotillard para Mal de pierres, un melodrama clásico que sigue veinte años en la vida de Gabrielle, una joven de espíritu libre y poco atada a las rígidas convenciones y estructuras de la sociedad francesa de posguerra. La presión familiar hace que se case, sin amor, con José (Alex Brendemühl, protagonista de Wakolda), un exiliado que ha escapado de la Guerra Civil Española, pero durante una estancia en un spa donde recibe un tratamiento para poder concebir un bebe, conoce y se enamora de André (Louis Garrel). La película -típica exploración de un triángulo amoroso, los desengaños, los sacrificios, la culpa, la pasión contenida y esas cartas románticas que nunca llegan a destino- va y viene entre las décadas de 1940 y 1960 con una belleza formal que no alcanza a disimular ciertos lugares comunes del género.
También se presentó en la lucha por la Palma de Oro otra dupla de directora-actriz: la británica Andrea Arnold (Red Road, El rebelde mundo de Mía, Cumbres borrascosas) incursionó por primera vez en el cine estadounidense con American Honey, y contó como heroína con la desconocida Sasha Lane (toda una revelación). Se trata de una road-movie por la América profunda (Missouri, Nebraska Oklahoma, Iowa, Dakota del Norte) con ecos de la obra de Gus Van Sant, Harmony Korine, Larry Clark y Kelly Reichardt, en la que el personaje de Star se suma a un grupo de adolescentes que recorre distintas ciudades para vender suscripciones de revistas. Mientras viajan en camioneta, paran en moteles y se cruzan con los más patéticos personajes, descubren el sexo, las drogas, la música (el soundtrack es notable) y los excesos de todo tipo. Arnold trabaja con mayoría de actores no profesionales, aunque uno de los protagonistas es nada menos que Shia LaBeouf. American Honey tenía todos los elementos -empezando por el indudable talento de la directora- para ser una gran película, pero sus reiteraciones, su exagerada duración (casi tres horas) y una mirada demasiado romántica, cool y pintoresquista conspiran contra el resultado final.
La danseuse es otra auténtica rareza. La ópera prima de Di Giusto reconstruye la historia de Loïe Fuller (interpretada por la popular cantante Soko), una joven del Medio Oeste estadounidense (en la primera escena aparece trabajando en un rodeo) que se convierte en una bailarina de vanguardia que llegó a presentarse en la Ópera de París y fue admirada por los hermanos Lumière, Rodin y Toulouse-Lautrec. Pero su relación con la avasallante Isadora Duncan (encarnada por Lily-Rose Depp) y sus crónicos problemas de salud arruinaron su carrera. El film -bello y cuidado- tiene el típico esquema de surgimiento, apogeo y derrumbe, aunque, más allá de sus indudables méritos estéticos y de las buenas actuaciones, resultó un poco frío y demasiado calculado.
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