“Las biografías autorizadas pierden todo tipo de condimento”
En el inicio de Entre lujurias y represión, el estupendo libro dedicado a Serú Girán que acaba de publicar Mariano del Mazo, aparecen un par de citas elocuentes: "¿La mejor banda del rock nacional? Serú Girán", arriesga nada menos que Luis Alberto Spinetta. "Serú Girán es un lugar paradisíaco, donde todo está bien, es como una utopía. Es un lugar donde pueden caber cuatro, cien mil o doscientos mil, pero donde no hay violencia, no hay injusticias, no hay AIDS. Es un lugar así, un poco utópico", explica por su parte Charly García, protagonista estelar de un proyecto musical que dejó una obra sólida y capaz de sobrevivir con brillo en el tiempo, pero que fue más parecida al paraíso al que alude el músico solo en su etapa inicial, la más larga, de hecho. Porque también hubo, en 1992, un regreso con pasos tragicómicos del que el libro se hace cargo para revalidar su estatus de biografía completa.
La investigación de Del Mazo, periodista de enorme experiencia que durante años fue parte de un pelotón lúcido y poderoso del diario Clarín, con colegas como Pablo Schanton, José Bellas, Fernando García, Marcelo Panozzo y Federico Monjeau, tiene un eje rector, un tema articulador, entre muchos otros también significativos, que involucra a la última dictadura militar en la Argentina. En ese tiempo oscuro, cargado de violencia, todo lo que ocurría estaba, de un modo u otro, impregnado por el clima denso del momento. Serú nació en esos años y su legado artístico está marcado por esa relación dialéctica. Una banda de rock y su tiempo. Cómo es modificada por el contexto y cómo modifica ese mismo contexto con su propio discurso. "En una biografía de este tipo, contar una historia es lo básico, pero siempre tiene que haber una idea que provoque algún tipo de tensión. Yo la encontré cuando me pregunté qué pasaba con la vida cotidiana durante la dictadura", sostiene el autor.
Del Mazo ya publicó otras dos biografías dedicadas a artistas de categórica popularidad: Fuimos reyes, enfocado en Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota y coescrito con Pablo Perantuono, y Sandro. El fuego eterno. "La de Serú es una historia que viví desde adentro, como la de Los Redondos. Con Sandro el proceso fue necesariamente distinto –subraya–. En 1978, el año en el que Serú Giran editó su primer disco, yo tenía 13 años y veía cómo la gente vivía, se enamoraba, iba a los conciertos, aun en un entorno tan siniestro y tan trágico. Tengo ese recuerdo, y me interesó indagar más en ese sentido. En las canciones de Serú hay un reflejo muy marcado de esa realidad, sobre todo en este primer disco, que fue vapuleado por la crítica cuando salió".
Serú Girán –es decir, Charly García, David Lebón, Pedro Aznar y Oscar Moro– debutó con un álbum ambicioso e inspirado que incluye joyas como "Eiti Leda", "Seminare" y "Autos, jets, aviones, barcos". Producido por Billy Bond, ese disco ya contiene pistas muy certeras del peso que cobraría la que Del Mazo define como "la banda más importante del rock hecho en Argentina, la banda más argentina del ‘rock nacional’, la catalizadora del terror entre 1978 y 1982". Pero así como hubo intolerancia con aquel debut, alguien habló después, y sin ruborizarse, de "los Beatles argentinos". Y nadie le salió al cruce para retrucar. La comparación es forzada e inútil, está claro, pero sirve para dar cuenta de un proyecto artístico emblemático de una época dorada que el periodista considera como fundamental: "La del 70 es para mí la década más fuerte en cuanto a la consolidación del rock argentino como concepto –resalta Del Mazo–. Y lo notable es que tuvo un solo año de absoluta libertad, que fue el ‘73. Ya en el ‘74 y el ‘75 empezó a circular la Triple A, se asomaba esa tragedia que arrancaría oficialmente el 24 de marzo de 1976. Fue una década violenta, pero también la que produjo grandes discos de Manal, Moris, Pescado Rabioso, Invisible, Sui Generis, La Pesada y La Máquina de Hacer Pájaros".
En medio del torbellino emocional de esa década que en la Argentina de hoy sigue despertando encendidas discusiones –metabolizadas en el insumo omnipresente para la polémica de la grieta–, Serú creó discurso: a veces intrépido, incisivo e inteligente; otras, solemne, frívolo y contradictorio. Letra y música se deslizaron por el mismo corredor: "Serú Girán penduló en un arco que fue del obtuso conservadurismo progresivo a una puesta al día sonora que recién se reflejó cabalmente en la obra solista de García. Cuatro años necesitó la banda para enterrar el prog-rock y la convicción monolítica de que los recitales eran para escuchar en silencio y quietud. Planteó en una buena cantidad de canciones la posibilidad de realizar una crítica de costumbres y política, como una depuración de lo que Charly había desarrollado en Sui Generis y en algunos pasajes de La Máquina de Hacer Pájaros. Lo hizo ante la miopía de un poder más ocupado en exterminar gente que en analizar letras de jóvenes estrafalarios", sintetiza Del Mazo en el prólogo de este volumen de poco más de 250 páginas publicado recientemente por Sudamericana.
Como público de la banda, el autor del libro pudo seguir de cerca sus transformaciones estéticas, operadas en sintonía con la información musical que llegaba desde el exterior y que desembocarían en un final "en fade out", como bien describe él. Ese epílogo suave entroncaría con dos discos importantes de las carreras solistas de García y Lebón. "Pasaron de lo críptico, lo denso, lo oscuro y los mensajes alegóricos al sonido de la fiesta pre-Malvinas –describe Del Mazo–. Acá abro un paréntesis importante: creo que lo de Malvinas precipitó un proceso que ya estaba en marcha, porque ya existían antes bandas como Virus, Los Abuelos y Los Violadores, e incluso ya estaba la Multipartidaria marchando en contra de la dictadura. El último concierto de la primera etapa de Serú fue en marzo, semanas antes del 2 de abril de 1982, el inicio de la guerra. Y muy pronto, ese mismo año, aparecieron Yendo de la cama al living y El tiempo es veloz, dos discos con canciones que iban a ser parte del repertorio de Serú, pero que ya tenían un sonido más en línea con la época. Charly, sobre todo, se entregó a las nuevas tendencias y se volvió el gran eje sonoro de esos años: fue el productor del primer disco de Los Twist, del primer disco de Los Abuelos y del primer disco de Fabiana Cantilo. Y pronto grabaría esa trilogía impecable –Clics modernos (1983), Piano bar (1984) y Parte de la religión (1987)-, de una modernidad indiscutible para el rock argentino".
Para reconstruir una historia que tuvo un desarrollo muy fructífero entre el 1978 y 1982, y un cierre fugaz y accidentado en 1992, Del Mazo recurrió a su ineludible memoria, al material de archivo y a los testimonios de gente que de diversas maneras se vinculó con el grupo: Daniel Grinbank, Renata Schussheim, Héctor Cavallero, Sergio Pujol, Abel Gilbert, Gustavo Gauvry y Raúl Porchetto, entre otros.
Ninguno de los integrantes de Serú vivos (Oscar Moro murió en 2006) participó de manera directa, un dato que, lejos de ir en desmedro del libro, propició un acercamiento más sincero y equilibrado. "Crucé unos mails con Aznar, pero la verdad es que siento que las biografías autorizadas pierden todo tipo de condimento. Nadie quiere mirarse al espejo. Por otra parte, en treinta años de profesión periodística hablé muchas veces con los cuatro, y de alguna manera u otra siempre había en esas charlas alguna referencia a Serú. También creo que los músicos argentinos suelen contradecirse mucho, suelen esconder. Siempre tenés que leer entrelíneas". Un caso que Del Mazo considera ejemplar de esa clase de comportamientos ambiguos es el del relato sobre la génesis y el sentido de "Canción de Alicia en el país", gran tema del disco Bicicleta (1980) del que Charly dijo cosas bastante distintas a lo largo de los años. "Declaró que no había leído el libro de Lewis Carrol, que era una simple canción de amor, que era la gran canción sobre la dictadura... ¿A qué Charly le creemos? –se pregunta el autor–. Mejor escucharla y analizarla a fondo, con todo lo que significó en el momento en el que apareció y lo que significa ahora".
Esa canción en la que García, usando su reconocida antena personal para captar el auténtico signo de los tiempos, sintetizó todo un estado de cosas en menos de cinco minutos, también incentivó lecturas tan curiosamente meticulosas como la que hoy aparece en la entrada Wikipedia dedicada al tema, donde hay un cuadro que desmenuza cada una de sus frases para asignarle una referencia: Se acabó este juego que te hacía feliz significa Fin de la democracia y la participación, y "Estamos en la tierra de nadie, pero es mía" puede traducirse como "El país no tiene dueño, pero el gobierno de facto se adueña de él como propio".
Del Mazo opina que Charly diseñó una obra maestra alegórica que enlazó el dream is over de John Lennon con las caricaturas de Landrú en la revista humorística Tía Vicenta. Las alusiones a tortugas, morsas y brujos, es evidente, disparan automáticamente las imágenes de tres protagonistas de la vida política argentina de entonces –Arturo Illia, el general Juan Carlos Onganía y José López Rega–, pero por suerte "Canción de Alicia en el país" sigue generando interpretaciones nuevas, cumple con aquello que el experimentado periodista considera con sagacidad como cualidad irreductible de una letra de rock. En sus propias palabras: "El valor más preciado de una letra de rock son sus preguntas, más que sus respuestas". En el inoxidable repertorio de Serú hay muchos mensajes para descifrar. De eso se ocupa este libro atrapante, que responde a unos cuantos enigmas sin postularse como palabra definitiva. De otra manera, pretendería cerrar todas las puertas para ingresar a un universo que, eso sí que es seguro, seguirá mutando porque ha logrado permanecer obstinadamente vivo.
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