Larry de Clay: de la troupe de Marcelo Tinelli al sueño que tardó 43 años en cumplir
El famoso humorista surgido en Videomatch y panelista del Bailando debutó a los 62 años en el teatro San Martín, en la obra Cyrano, convocado por su amigo Gabriel Goity; casado hace un año, habla de la familia, la política, su Boca Juniors y su larga relación con Tinelli
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“Tano, hay un papel que es para vos”, le dijo por teléfono Gabriel Goity a Raúl Germán Biaggioni o “el Tano”, para quienes lo conocieron con pelo en la cabeza, o Larry de Clay, para la mayoría que lo identifica como parte de la saga televisiva iniciada por Marcelo Tinelli a finales de los noventa.
¿De qué papel hablaba? De un personaje de Cyrano, el clásico de Edmond Rostand que El Puma protagoniza en el Teatro San Martín: Montfleury, un actor gordo y mediocre que aparece en el primer acto, ambientado en un teatro, y que intenta declamar ampulosos versos ante su público pero Cyrano se lo impide. La sugerencia de Goity fue aceptada por el director Willy Landin y así, de pronto acomodadas las voluntades con los deseos, Biaggioni tuvo la posibilidad de abrir una puerta tan ansiada como lejana.
“Estoy feliz. Me preparé para esto -dice Larry de Clay, el nombre artístico que decidió mantener en el programa de mano para que la gente lo reconociera-. El director me puso límites para no apelar a recursos ya conocidos y, en ese camino, encontré la voz del personaje”.
-¿Por qué Goity te hizo este ofrecimiento?
-Porque nos conocemos desde hace mucho, cuando estudiábamos en el Conservatorio de Arte Dramático, junto con Iván Moschner, Jorge Suárez y Claudio Martínez Bel. Como en las inferiores del fútbol, esos que ya ves que la rompen.
Mientras dice esto, De Clay busca en su celular una foto de 1983, cuando se recibió en el Conservatorio (hoy UNA) y El Puma ofició como maestro de ceremonia: “con pelo los dos y varios kilos menos”.
Nacido y criado en Escobar, su padre era operario en la fábrica Ford y, en los ratos libres, escultor. No se opuso a que su hijo estudiara actuación, siempre y cuando trabajara para mantenerse. Fue peón de albañil, de sastre, ayudante en una herrería y otras changas mientras iba y venía de Escobar a la ciudad de Buenos Aires. La determinación de actuar había surgido en la secundaria cuando vio la obra ¿Quién yo?, de Dalmiro Sáenz, dirigida por Claudio España, que era profesor de la escuela.
“Era época del proceso todavía y no era fácil el viaje desde Escobar, sobre todo a la noche. Había razzias, bajadas de colectivo, en fin, en un momento estuve a punto de cambiarme a otra escuela hasta que me crucé con Julián Howard, mi querido flaco, que me dio muchas ganas y entendí por dónde iba”, dice sobre el docente, integrante de Los Volatineros y director en varias oportunidades de Los Macocos.
En 1983 se recibió, época en que muchos exiliados de la dictadura comenzaban a volver. Entre otros, David Stivel, a quien esperó a la salida del teatro para pedirle un consejo profesional. “¿Usted qué quiere? ¿Ser actor o ser famoso, divertirse y pasarla bien?”, precisó el director. “Yo quiero vivir de esto”, respondió. “Entonces me dijo que nunca dejara de hacer, que siempre me mantuviera relacionado con el teatro. ‘Si no puede actuar, haga escenografías, pinte telas, haga luces, pero nunca deje de hacer’, me dijo. Y asi fue, siempre estuve haciendo”, cuenta De Clay.
-¿Qué estuviste haciendo?
-Producciones independientes, cooperativas -esas que pagás para actuar-. En Escobar fundé la primera escuela de teatro municipal con Gustavo Issetta (actual director del Museo Histórico Municipal de Escobar), que estaba en Cultura en mi ciudad.
-¿Participaste de la movida underground de los ochenta?
-No, estudiaba y hacíamos obras de todo tipo, me recibí con el mejor promedio. Con Leo Bechini (guionista, productor y director), otro compañero de esa época, vinimos a ver Hamlet al San Martín, con Alfredo Alcón y lo esperamos para verlo. A Leo le dije: “¡Quiero trabajar en el San Martín!”. Tardé 43 años para hacerlo, se me dio así.
-¿Como te mantenías? ¿Cuándo empezaste a vivir de la actuación?
-Hacía mucho teatro. Tengo más de 50 obras encima, con mi nombre Raúl Biaggioni, pero eso no alcanzaba, tenia que trabajar de otra cosa. Era empleado estatal, trabajé en el Congreso, en Presidencia. También dirigía y enseñaba. Cine poco pero me doy por satisfecho; trabajé en Gatica, el mono (1993), con Leonardo Favio. Y escribo: tengo cuentos para chicos, cuentos de fútbol y obras de teatro que están publicadas pero todavía no se hicieron: una de ellas, Balcones en la luna, que tiene que ver con la nostalgia, la amistad y con personas grandes -no hay mucho para ellas-, iba a dirigirla cuando me llamó El Puma. Desde siempre nos conocemos. Él siempre lo contaba, que su sueño era hacer Cyrano. Me dijo que había un personaje para mí. Yo no tenía problema de hacer el casting pero no fue necesario, el director estaba de acuerdo que encarnara a Montfleury.
-¿Por qué te llevó tanto tiempo llegar al San Martín?
-Metafísica. ¿Por qué tardé 20 años en vivir de la profesión? “Tengo que estar en el andén cuando pase el tren”, le respondía a mi tío cuando me preguntaba. Hacía cosas en tele, estuve en los primeros capítulos de Poliladron (guion de Bechini), cosas sueltas, pero no terminaba de entrar. Hasta que me lo propuse: “Tengo que empezar a vivir de la actuación”. Sin saberlo lo estaba decretando. Y a los dos meses me llamaron de la producción de VideoMatch. Creía que era un chiste al principio, pero no. Sentí que era la oportunidad y puse el alma y el corazón. En una cámara oculta salió el personaje y quedó. Larry es por Los Tres Chiflados y De Clay por Claypole, un lugar al que fui dos veces en mi vida.
-Y te cambió la vida...
-Sí. Empecé a hacer televisión y humor en una etapa de mucho encendido. Cámaras ocultas en 1996 y después lo que cada uno proponía. Había una linda competencia. Hasta que en 1999 empieza el Show del chiste y ahí explotó. Una oportunidad que me dio Marcelo (Tinelli) y de ahí no paré.
-¿Los chistes eran tuyos?
-Entonces no tenías WhatsApp, por donde hoy te mandan montones de chistes. Buscaba en libros de chistes naíf, humor blanco para toda la familia. Amo a Pepe Biondi, Cantinflas, Jorge Marrone. A Larry le puse frac, galera y habano por Tato Bores y Juan Verdaguer. Pero cuando la producción abrió el mail, la gente empezó a mandar y fue récord de mails.
En Instagram, De Clay se define en una síntesis de nombres propios anclados de modo irreversible en su historia: además de Biondi y Los tres chiflados, Batman (“series que veía de chico, El Zorro, Tarzán”), Buster Keaton (”me gusta más que Chaplin”), Los Beatles (“escucho muchísima música pero ellos son todo”), Boca Juniors y Perón.
-Tus referentes artísticos son generacionales, claramente, pero también mencionás a otros, muy anteriores.
-Pepe Arias, Enrique Serrano... sí. Ya está todo inventado, puede haber cambios superficiales, cuestiones de forma, pero nada más. Lo que pasa es yo veía mucho cine de chico. Mi abuelo, que fue la primera persona que me habló de teatro, trabajaba en uno. como en Cinema Paradiso, iba todos los sábados al cine, de 1972 a 1976. Veía cine argentino y también clásicos, como El Padrino y Último tango en París antes, que la prohibieran.
-¿Boca y Perón?
-De Boca me hizo mi madre. Mi papá era anti Boca, pero a mi mamá le gustaba Silvio Marzolini, que era un jugador muy fachero y me hizo hincha. Y Perón, por herencia y pasión familiar: peronistas y católicos. Hay que ser coherente, es lo que le falta al mundo. Si soy peronista y católico tengo que ayudar a los demás, es una premisa, es lo que me enseñaron en mi familia y yo transmito a mis hijos. Siempre hice mucho trabajo social y solidario. Hace siete temporadas que tengo un programa de radio donde lo practico (Late por vos, en radio Late, domingos de 10 a 12).
-¿Qué lugar ocupa la política en tu vida?
-Desde 1980 hago política. Pero no es tener una unidad básica o un cargo, así cualquiera hace política.
-Pero ocupaste cargos, fuiste candidato...
-Fui concejal en Escobar, de 2005 a 2007. Y fui candidato a intendente y perdí. Tengo mucha militancia. Descubrí que ayudo más a la gente desde afuera de la política. Obvio que necesitás de la política, pero puedo ser el puente para ayudar a personas desde la radio.
-¿Quién es tu referente político directo?
-Perón.
-¿Y en la actualidad?
-Estuve acompañando a Sergio Massa desde 2013. Pero soy un lobo solitario y muy ecléctico, tomo lo mejor de todos y trato de evitar lo peor. A veces acierto y a veces, me equivoco. Pero ante todo soy peronista.
-¿Cómo te cayó el último resultado electoral?
-Antes me amargaba mucho, como con Boca cuando perdía. Ahora no tanto. Cuando vas al Hospital Garrahan y ves lo que les pasa a los chicos y a las familias, sentirte mal por un resultado electoral te puede durar media hora, más no. Es un momento muy difícil y muy triste. Pero hay que respetar la democracia y esperar. Y hacer autocrítica, claro, porque si no, no aprendés. Hubo errores propios y situaciones desfavorables que no elegimos. Pero creo que lo fundamental era poner en marcha el sistema productivo, aparte de planes para ayuda inmediata. La gente necesita trabajar, porque ganás plata y porque dignifica.
-¿Si te ofrecieran un cargo, aceptarías?
No, sumo más desde acá.
-También hay elecciones en Boca, ¿por quién hinchás?
-Por (Juan Román) Riquelme. Milito en Boca desde que entré con Roberto Digón (sindicalista y dirigente de Boca, murió en 2022).
Cuatro hijos varones y tres “administraciones”, como les dice: Larry De Clay se casó a los 24 años y fue padre de Facundo (36), Lautaro (26) y Federico (25), “pero no funcionó”. Al tiempo, en 2008, formó otra pareja y tuvieron a Santino (13) “y tampoco funcionó”. Pero las seis décadas le trajeron muchos cambios y compensaciones: el año pasado, a los 61, el 14 de octubre, en San Isidro (localidad donde su pareja reside), se casó con Rosa Speratti, cosmetóloga y podóloga, 16 años menor y mamá de Isabella, de la misma edad que Santino.
“Estamos muy enamorados, la convivencia funciona porque hay amor verdadero”, dice sobre su relación con “Rosita”, a quien conoció en 2017 en un show que él y su amigo Oscar Paz organizaron en Liberarte para reunir fondos para la familia de Leo Rosenwasser, un excompañero de VideoMatch que había muerto hacía muy poco. “Chocamos en el salón, me doy vuelta y la veo. Fue un flechazo. Después por las redes la ubiqué, salimos y empezó todo. Pasamos la pandemia juntos y nos casamos el año pasado. Nuestros hijos, nuestras familias, se llevan muy bien”, cuenta satisfecho.
-¿Larry de Clay se devoró a Raúl?
-En parte, sí, pero no reniego. Como estaba con Marcelo, no me llamaban de otro lado. Siempre hice giras de teatro por todo el país, a lugares que no va nadie -ni siquiera los que se declaran populares-, con pocos pobladores, federal en serio. Eso lo mantuve siempre pero es cierto que mucha gente creía que iba a contar chistes porque esperaban eso de mí. Lo reconozco, pero no es una queja ni estoy desconforme.
-Salvo el año pasado, con Tinelli estás de modo ininterrumpido desde 1996. Pero en 2006, cuando empieza el Bailando, dejás de hacer sketches de humor para ser panelista. ¿Cómo te sentís en ese lugar?
-Es como estar en mi casa. Cuando se dio ese cambio, muchos se fueron pero Marcelo me dijo que quería que me quedara con él. Me lo pedía el tipo que me dio la gran oportunidad. Me siento cómodo. A esta altura es estar en mi casa. No soy actor ahí, pero es una entrada de plata y me divierto mucho.
.¿No te trata mal a veces?
-Es un juego. Aunque él no es actor y yo sí. Pero cuando termina el programa, eso termina y es uno de mis mejores amigos.
-¿Amigos cómo? ¿Se ven afuera del programa, te invita a su casa?
-No, fueron muy pocas las veces que cenamos juntos. Pero nos tenemos mucha confianza. Lo acompaño en su fundación LaFlia, en acciones solidarias.
-¿Le pediste alguna vez que te produjera una obra?
-No, nunca. Tampoco al Chato Prada y a Federico Hoppe (ambos colaboradores históricos de Tinelli y productores teatrales), ni me llamaron tampoco, todo bien. Siempre me autogestiono, tanto en los shows como Larry junto con el mago Raley, como en obras de texto que llevo por el país a lugares donde no va nadie, más la radio.
-Volvamos a Cyrano. ¿Tinelli vino a verte?
-No, pero va a venir. Además es muy amigo del Puma. Los invité a todos.
-Empezaste un camino...
-Sí. Me faltó la decisión de hacerlo antes, siempre fui de tomar lo que aparecía, quedarme en el lugar de confort. En este caso, si por los horarios tenía que elegir con qué seguir, elegía el San Martín, sin dudarlo. Y ahora voy a protagonizar He visto a Dios, de Francisco Defilippis Novoa.
-¿Si? ¿Ya te lo propusieron?
-Todavía no. Acabo de decretarlo. Me encanta el grotesco.
-Ojalá entonces. ¿Con qué director?
-Que lo ponga el teatro.
Cyrano, de Edmond Rostand, y dirección de Willy Landin. En el Teatro San Martín, Corrientes 1530. Miércoles a sábados, a las 20 y domingos, a las 18. Entradas: de 3000 a 5200 pesos.
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