Ladronas, una versión a la francesa de Los ángeles de Charlie, que pierde el rumbo muy rápido
Con un empoderamiento femenino sofisticado y extravagantes escenas de acción, la película mezcla demasiados elementos y funciona como un híbrido, apuntalada por el encanto de Adéle Exarchopoulos
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Ladronas (Voleuses, Francia/2023). Dirección: Mélanie Laurent. Guión: Cédric Anger y Christophe Deslandes. Fotografía: Antoine Roch. Música: Archive. Edición: Audrey Simonard. Elenco: Mélanie Laurent, Adéle Exarchopoulos, Manon Bresch, Isabelle Adjani, Philippe Katerine, Felix Moati. Duración: 116 minutos. Disponible en Netflix. Nuestra opinión: regular.
Ladronas comienza como una de las tantas películas de acción con toques irónicos y autorreferenciales a las que tanto se acostumbró Hollywood en las últimas dos décadas. En este caso son dos mujeres, equipadas como corresponde a las profesionales que acaban de dar un gran golpe, tratando de mantenerse a salvo de la persecución implacable de varios drones con armas letales. Lo hacen a campo traviesa, con la ayuda de un montaje apropiadamente tenso y unos cuantos comentarios sarcásticos.
Pero hay algo más. A una de ellas, la morocha Alex, más joven, resuelta, impulsiva a más no poder e infalible además a la hora de apuntar a cualquier blanco móvil, le acaban de comunicar (en medio de una misión en la que se juegan la vida) una ruptura amorosa. La otra, llamada Carole, rubia y más experimentada en todo sentido, recibe la novedad como si estuviese de vuelta de todo. O esperando una noticia de ese tipo, propia de la naturaleza de su compañera.
Todo lo que prometen las coordenadas básicas de ese prólogo no tardará en cumplirse. Estamos ante una aventura llena de adrenalina, tiros, robos y gente peligrosa con genuinos toques de empoderamiento femenino. Y un detalle fundamental más: esto no es Hollywood, es acción a la francesa con sus tiempos, sus lógicas y su manera de ver el mundo. Tamizado, por supuesto, por el poder globalizador de Netflix, capaz de aplanar cualquier matiz y adaptar las historias locales a su lógica unificadora. Además de aportar un suculento presupuesto para que en Ladronas no falte nada en materia de producción.
Desde allí, la nueva película de Mélanie Laurent tira líneas simultáneas en múltiples direcciones. Laurent es la rubia y experimentada en la pareja protagónica. Desde su rutilante aparición en Bastardos sin gloria, de Quentin Tarantino, lleva adelante una destacada carrera internacional con presencia actoral en películas internacionales (incluyendo participaciones más o menos constantes en el cine de Hollywood) y seis títulos como realizadora, marcados en general por su interés por cuestiones ligadas al feminismo.
Empoderamiento sofisticado
Ladronas pone el acento de manera deliberada en las cuestiones que empoderan a las mujeres, que en este caso se ocupan de operaciones de robo y escape muy sofisticadas. Sus activas protagonistas están todo el tiempo atentas, mientras cumplen con sus misiones, a temas relacionados con la sensibilidad femenina, el sexo, la maternidad y la relación con los hombres.
De hecho, trabajan para otra mujer, conocida como La madrina, que Isabelle Adjani interpret,a a años luz de sus mejores tiempos como actriz. Con un rostro demasiado trajinado por los artificios que tratan de impedir el paso del tiempo, su expresión se reduce a una mueca que pretende ser graciosa y resulta casi patética.
La historia, inspirada en un exitoso cómic francés, parece tener de la mano de Laurent la intención de reproducir en el movimiento de la acción cinematográfica la lógica visual de su relato de origen. Pero cada cuadro parece funcionar separado del resto y la suma de estas partes casi nunca dan como resultado un todo integrado.
De un lado vemos, con bastante claridad, una configuración narrativa cercana a la de Los Angeles de Charlie, con la incorporación de un tercer personaje, una joven piloto de pruebas interpretada por la franco-camerunesa Manon Bresch, que se suma como novata a una misión que le exigirá una durísima preparación. Buena parte de la película explora de manera convencional esa rutina.
Y del otro van apareciendo, de a poco, estímulos y referencias varias que se van mezclando, acumulando o superponiendo sin mayor lógica, desde Los aventureros y cierto cine policial francés que en los años 70 ponía el acento en los códigos de nobleza y amistad que identifican a cierto tipo de personas que se mueven al margen de la ley a los estilizados thrillers al estilo John Wick, con mucha influencia oriental. En el medio todo se sazona con algún toque pretendidamente gracioso (el comediante francés Philippe Katerine juega a ser un extraño y pálido equivalente del Bosley de Los ángeles de Charlie) y extravagantes escenas de acción, como la que transcurre en una vivienda oculta en medio de un bosque.
Ladronas es el ejemplo perfecto de lo que el Diccionario de la Real Academia Española define como híbrido: algo que funciona como resultado de la unión entre varios elementos de distinta naturaleza. Aquí funcionan cada uno por separado, pero cuando se integran no hacen más que rechazarse y hasta repelerse entre sí. Las imágenes tipo postal de bellos exteriores de París, Le Mans y Córcega tienen un impacto más turístico que conectado con la acción.
Por eso no se entiende muy bien hacia dónde quiere ir la historia más allá de la intención cada vez más explícita de afirmar el poder de iniciativa y decisión que las mujeres están dispuestas a proteger a cualquier costo. Tanta es la confusión que al final, cuando se hace imprescindible justificar de alguna manera por qué la acción adoptó determinado giro, todo queda en el aire. Un descuido (o un olvido) imperdonable, mucho más si resulta deliberado.
Lo único que justifica un acercamiento a esta aventura es la presencia protagónica de Exarchopoulos, una verdadera fuerza de la naturaleza que también parece haber encontrado aquí un potencial futuro como gran heroína de acción con toques genuinos de humanidad. Desde su extraordinaria intuición sabe cuándo mostrarse altiva, tierna, fría o ardiente. Es la única que sabe mantener el rumbo bajo control en Ladronas, una película que está todo el tiempo en movimiento sin encontrar casi nunca el rumbo adecuado.
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