La vuelta de Leonardo Favio
Tras un largo paréntesis, retorna al cine de ficción con una remake de su clásico "El romance del Aniceto y la Francisca", esta vez como ballet
"Una oscuridad gelatinosa, entre amarillenta y grisácea, cubre la pantalla. Silencio apacible. Comienza a oírse un sonido de agua corriendo por las acequias. Un gallo canta a lo lejos y otro, más cercano, le contesta. Lentamente, la densidad gelatinosa se va iluminando. Está amaneciendo y el sol, que aún no vemos, la penetra con destellos acerados. Nace un viento que permanece constante. Entre los matices del amanecer, vemos una enorme extensión árida, cubierta de enmarañados jarillales que se pierden en el infinito. Al centro del cuadro, la tierra seca, resquebrajada y, a sus costados, las acequias en las que serpentea el agua amarronada. El viento constante, levanta pequeños remolinos. El canto de los gallos inunda el amanecer. «De mil historias que rondan mis insomnios hoy quise rescatar la de Aniceto. No sé muy bien por qué, pero algo tiene que más que a historia se asemeja a un cuento», recita el narrador. A lo lejos, acompañado del ladrar de los perros del pueblo, se oye llegar y detenerse, manteniendo el ronroneo del motor encendido, un viejo y destartalado micro. «Erase una mañana allá en mi pueblo, que llegó una muchacha; venía de muy lejos»..."
Así comienza el guión de "Aniceto" (ballet cinematográfico), la película con la que Leonardo Favio volverá al cine de ficción después de doce años, en los que solamente concretó "Perón, sinfonía del sentimiento", un extenso documental (seis horas de duración), varias veces emitido por Crónica TV y proyectado fuera de los circuitos comerciales, desde 2000.
El proyecto, muy avanzado, entra en una etapa crucial: la de conseguir los actores bailarines que puedan ponerse a la altura de las circunstancias, y a quien o quienes lo respalden.
El regreso
“Este es el romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza, y unas pocas cosas más…”, tal el título completo de la película que Favio (inspirado en una frase que el director escuchó a su amigo el actor Javier Andrade) estrenó el 1° de junio de 1967. Aniceto es un solitario que vive con su gallo en un pueblito de Mendoza. Francisca es una chica ingenua que llega al lugar en busca de trabajo. Se conocen y se enamoran. Parece un sueño, pero termina en pesadilla cuando aparece Lucía, una mujer irresistible, que perturba al hombre y lo arrastra a su propia destrucción.
La adaptación del cuento “El cenizo”, de su hermano Jorge Zuhair Jury, tuvo como figuras principales a Federico Luppi (su primer protagónico en el cine), Elsa Daniel, María Vaner y al hasta entonces locutor Edgardo Suárez, con una memorable fotografía (en blanco y negro) de Juan José Stagnaro. La película recibió los ocho de premios de la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina, y es considerada, por buena parte de la crítica local como una de las mejores de su filmografía.
La vuelta a este puñado de personajes encerrados en su propio mundo pueblerino, en una estructura de tres actos (la película original dura poco más de una hora) que recuerda a las de las tragedias clásicas, fue sobre el fin de la década del 90. Más tarde, en noviembre de 2001, Favio se reunió con sus colaboradores cercanos, su entrañable consejero (a veces guionista, otras director de arte) Rodolfo Mórtola, el músico Iván Wyszogrod y su fiel asistente Verónica Muriel, para ponerse manos a la obra. Y en cuatro meses el guión, con lujo de detalles (más o menos definitivo), estuvo listo.
Hace tiempo, Favio alterna su Mendoza natal con su departamento en el barrio de Once, y prefiere no aparecer, de no ser necesario, en público.
En su diálogo con LA NACION confiesa su amor por el proyecto y su eterna pasión por llevar al cine el imaginario pueblerino.
–¿Por qué elegiste este personaje para tu vuelta al cine?
–El cuento “El cenizo” siempre rondó en mí como una danza permanente. Incluso en los silencios de la película “El romance del Aniceto y la Francisca”, veía danzar la naturaleza con toda su fuerza. En las acequias, que en las noches de mi pueblo nos solían dar su arrullo, escuchaba la música que acompañaba esos vuelos. Este no es un retorno del Aniceto en una puesta diferente.
–¿Qué es lo que conserva del cuento de tu hermano y de aquella película?
–Es el Aniceto y sus circunstancias, sus amores, sus alegrías y su tragedia final en su expresión máxima. Llevar esta tragedia al ballet es un sueño largamente acariciado por mí. Pero la música que me acompañaba en mi sueño siempre era el bullicio del río de mi pueblo, los gritos lejanos que a veces llegaban de cualquier lado o, como te dije antes, el sonido del agua corriendo por las acequias; pero eso no alcanzaba para danzar.
–¿Y cuándo decidiste hacerla?
–Fue un largo sueño, hasta que me encontré con alguien que escudriñó mi corazón, comprendió a la perfección cuál era la idea y decidimos lanzarnos al ruedo. Es Iván. Hace aproximadamente tres años que venimos trabajando. Primero iba a ser una puesta teatral, pero no nos alcanzó para expresar todo lo que queríamos. Por eso comencé a bosquejar el guión de la película que me iba a permitir involucrar a las estrellas, la furia de la naturaleza, sus rayos, el estrépito de los truenos, el imaginario pueblerino que envuelve al Aniceto; en fin... el vértigo furioso del transcurrir de la vida del Aniceto en toda su fuerza, en toda su dimensión.
–¿Por eso la vuelta?
–Esto sólo me lo podía dar el cine. Hoy, terminado el guión, con Lita Stantic empezamos el vía crucis de la búsqueda para hacer posible este sueño. No me pidas ampliar más esto porque el resto lo dirá la película.
Mórtola: “Es casi un Buda”
- “Favio vive desprendido de la materia: es esencia pura”, dice Rodolfo Mórtola, uno de los colaboradores más cercanos al cineasta. “Es casi un Buda, y hace mucho era todo lo opuesto”, completa. “Recuerdo que cuando filmábamos «Juan Moreira» había momentos en los que desaparecía y, cuando lo encontraba, escondido a lo lejos, estaba llorando y rogando a Dios que lo inspirara para conseguir lo que había soñado. Es un creador muy obsesivo”, apunta. “Favio es un eterno adolescente, hipersensible e intuitivo, y eso es en buena medida lo que le permite ser tan creativo”, insiste Mórtola una y otra vez. “Es alguien que sigue un dictado, y yo siempre le digo «Hacé lo que te dictan». No creo que haya otro director que trabaje lo trágico como él. Fijate que todos sus protagonistas mueren”, concluye.
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