La vida después de GH: de prostituta a astróloga
Desde que ganó el reality, Viviana Colmenero pensó que su vida iba a cambiar radicalmente, pero sus sueños no se cumplieron como ella hubiera deseado
Viviana Colmenero quería ganar Gran Hermano para que su vida cambie, para dejar la prostitución y mantener a su hijo, que en ese momento tenía siete años. El 16 de febrero de 2003 lo ganó -gracias al apoyo del público, que la votó masivamente- y se llevó los cien mil pesos del premio. A partir de allí, su vida cambió, como ella quería. Pero no exactamente como ella soñaba.
Con el dinero que se llevó cuando salió de la Casa, se compró un departamento en Belgrano. Viviana tocaba el cielo con las manos. La llamaban de todos lados para hacer notas, participaba en distintos programas de televisión, la reconocían por la calle... Pero pronto todo eso se terminó, ella nunca pudo insertarse en el mundo del espectáculo y, aunque insistió y tuvo algunos acercamientos con la industria, los productores le dieron la espalda. La plata se le acabó enseguida y, como no le alcanzaba para pagar las expensas, tuvo que alquilar el departamento y mudarse con su hijo a la casa de su mamá. Tampoco tuvo suerte: su inquilina dejó de pagarle a los dos meses. Después de desalojarla, recurrió a su hermana para que la ayude y, juntas, volvieron a vivir en el departamentito.
Viviana logró sobrevivir gracias a ella y a la mensualidad que le pasaba el papá de su hijo, desde España. Además, durante un tiempo, fabricó bijouterie y tuvo algún que otro trabajo temporal, nada fijo. La fama que le había dado Gran Hermano se le volvía en contra en todo sentido. No lograba trabajar en la tele pero tampoco podía conseguir un trabajo común y corriente. Ya no era una anónima más: era la prostituta que había ganado un reality. Ni siquiera pudo formar una pareja estable. Tuvo un amor: un corto romance con Patricio Giménez, el hermano de Susana. Pero duró menos que la primavera.
Emocionalmente quebrada, Viviana culpó a Gran Hermano. Y comenzó a criticar públicamente al formato, cosa que hizo hasta hace poco, cuando este verano se cruzó en Twitter con Mariano Peluffo. Desde su cuenta, calificó a los integrantes de la producción del programa de psicópatas, explotadores y perversos.
Hace tres años que estudia Astrología. Y a eso se dedica ahora. Hace cartas natales, lee el Tarot… Atiende en barcitos porque aún no pudo instalarse un consultorio. Y aunque no se queja de su situación económica, vive austeramente: hace cinco años que no se compra ropa, no come en restaurantes –salvo que alguien la invite-, no tiene celular, ni auto. Y nunca se va de vacaciones. Su hijo Leonel –que ya tiene quince años- es en quien gasta todo lo que gana. Su hobby es escribir microcuentos, de dos o tres líneas. Cuando tenga cien escritos, quiere publicarlos. Pero lo que más quiere, sobre todo, es que Gran Hermano deje de ser un estigma en su vida.
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