La serie como adicción
De Scandal a Revenge, de Nashville a Grey’s Anatomy, las ficciones norteamericanas han aprendido de la telenovela cómo atraparnos
Hay series que se miran y de las que se habla todo el tiempo. Hay series que se miran, pero no se mencionan ni siquiera en confianza. Pocos temen enredarse en largos debates sobre el destino de Walter White. La vida, la muerte o la cárcel parecen ser las opciones que más se discuten sobre el futuro del personaje central de Breaking Bad , del mismo modo en que otros se preguntan con el celo de un psicoanalista veterano qué es lo que hace que Don Draper elija siempre el camino de la infelicidad en Mad Men, o que muchos espectadores se conviertan en expertos en geopolítica de fantasía para tratar de predecir qué sucederá en los últimos episodios de Game of Thrones . Pero nadie se anima a admitir en público que no puede dormir pensando en qué sucederá en Scandal con Olivia Pope (Kerry Washington) y su romance prohibido con el presidente Grant (Tony Goldwyn), o que después de meses de amar-odiarla ya empezaron a querer bastante a Juliette Barnes (Hayden Panettiere), la diminuta pero poderosa diva country de Nashville .
Hay que buscar mucho para encontrar a algún televidente que admita de frente y sin sonrojarse que sí, las desventuras de la doctora Zoe Hart (Rachel Bilson) en Hart of Dixie lo movilizan lo suficiente como para necesitar un plebiscito que decida su vida romántica entre el dulce abogado George (Scott Porter) o el sexy barman Wade (Wilson Bethel). Y ni hablar que alguien confiese estar preocupado por el inminente final de Gossip Girl, cuyo último capítulo se verá por Glitz el próximo 2 de julio.
En la era dorada de la televisión, hay programas que se miran con la frente en alto, que se defienden con fervor cuando alguien se atreve a denigrarlos frente al todopoderoso cine industrial (cada vez más desprovisto de ideas) y hay otros ciclos que se consumen en secreto, con culpa y poniéndose bastante colorados.
El hecho de que esas ficciones sean las que más rating cosechan en la TV abierta norteamericana y las que mejor se venden en los cables del mundo no las salva de cargar con el mote que, aparentemente, toda serie semanal que se precie debería evitar. Acá va: son telenovelescas. Sí, cuando una serie se atreve a contar romances prohibidos como Scandal, gira en torno a venganzas e identidades secretas como Revenge o imagina que la muerte de uno de sus personajes centrales era apenas una estrategia de escape como en Gossip Girl, estamos frente a lo más cercano a una telenovela al estilo latinoamericano que la pantalla chica norteamericana se atreve a crear.
Estos programas viven en la frontera entre los dramas "serios" y las soap operas legítimas, esos culebrones eternos que comenzaron a emitirse en la década del 50 y deben su nombre a sus auspiciantes principales, marcas de jabón de tocador (soap en inglés), y a la exageración "operística" de sus tramas. Confinados a los rincones más alejados del prime time de la grilla de las grandes cadenas, estas tiras están siendo eliminadas de la TV por el avance de los adictivos reality shows (mucho más económicos de producir), pero algo de sus ingredientes comenzó a filtrarse en los guiones de las series pensadas para competir con los prestigiosos ciclos de cable.
Si de un lado aparecen –por nombrar a los ciclos más premiados y comentados de los últimos quince años– Los Soprano, The Wire o las mencionadas Breaking Bad y Mad Men, del otro están las vecinas de Desperate Housewives, los doctores de Grey’s Anatomy, los músicos de Nashville o los abogados multipropósito de Scandal.
Un puñado de series populares que los únicos galardones que consiguen son los números de rating y las tapas de revistas. Fenómenos culturales que, a diferencia de Dallas, Dinastía o Melrose Place (sus predecesoras de los años ochenta y noventa, respectivamente), tienen que tolerar que se los coloque en la misma repisa de las más flojas comedias románticas, la literatura femenina o las telenovelas. Es decir, entretenimiento protagonizado por mujeres y hecho generalmente por y para sus pares, una fórmula que las deja en inferioridad de condiciones frente a la otra TV.
En los Estados Unidos, es la diferencia entre las ficciones de aire (con un promedio de 22 capítulos por temporada) y las de cable (que nunca superan los trece), es la distancia entre los actores conocidos y las estrellas del cine que se aventuran a protagonizar una serie entre película y película, es la restricción de temáticas y hasta de lenguaje frente a la libertad de tocar los temas y mostrarlos de las maneras más creativas y atrevidas que se les ocurran.
Claro que, más allá de sus condiciones de producción –o tal vez debido a ellas–, la cuestión es cómo son consumidas y categorizadas hasta por sus más fieles seguidores. Exageradas, a veces absurdas y siempre tremendamente entretenidas, esas calificaciones que ocultan lo inteligente y ambiciosas que pueden ser sus tramas. Esas que contienen una de las herramientas más útiles, manipuladoras y perfectamente adictivas del guionista televisivo: el capítulo que termina al borde del precipicio, con un pie en la tierra y el otro suspendido en el aire y en caída libre. Es el momento en que nos quedamos frente al televisor casi sin aliento y sin entender mucho lo que estamos viendo, pero seguros de que queremos más.
Melodramas al frente
"Es superinsultante que supongan que porque Olivia es una mujer y la misma tipa que escribió Grey’s Anatomy escribe Scandal, seguro que es un programa para «minitas». Como si el hecho de que está encabezado por mujeres lo hiciera menos serio que si tuviera hombres como protagonistas", decía hace pocas semanas Shonda Rhimes, la creadora de las exitosas series que emite Sony, en una nota en The New York Times.
Allí, la guionista aseguraba que hasta a la gente que le gusta Scandal la describe como ridícula. Y está bien, porque si la opción es alinearse con la idea de que la TV de calidad debe tener una capa de "sombría respetabilidad", ella prefiere hacerse cargo del melodrama como género que apunta, sin pedir permiso ni disculpas, a entretener a los espectadores. Esos mismos que puede que no admitan abiertamente que los miran, pero que en la intimidad de su hogar los disfrutan sencillamente porque en sus buenos días son de lo más divertido que la televisión tiene para ofrecer.
Las que están en pantalla
- Scandal
Martes, a las 22, por Sony - Gossip Girl
Martes, a las 21, por Glitz - Revenge
Jueves, a las 21, por Sony - Hart of Dixie
Nueva temporada desde el 13/8 - Grey’s Anatomy
Lunes, a las 21, por Sony - Nashville
Lunes, a las 22, por Sony
Confieso que he visto por TV
Los ciclos que tres reconocidas artistas no pueden dejar de ver en pantalla
- Victoria Onetto - Actriz
"Tengo un vicio por todo lo que es moda y decoración. Cuando pasan Fashion Police, de E! me engancho y no veo nada más, igual con los canales de decoración." - Ana María Picchio - Actriz
"Podríamos decir que mi placer culposo son los noticieros y los programas de chimentos. La TV para mí es un placer, me divierte toda." - Reina Reech - Directora y coreógrafa
"Los noticieros. Trato de evitarlos, pero no puedo dejar de verlos, ya que nos muestran la realidad convertida en un permanente contaminarse de caos."
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