La salud de Marilina Ross: "Estoy intentando que el EPOC no avance muy rápido, pero es inexorable"
Es una gran anfitriona. Con una paz fuera de lo común, Marilina Ross sabe guiar y dejarse acompañar. Gran conocedora de los vínculos, amante de lo natural y degustadora de la vida, cuesta creer que a veces tarde en decidirse. Bueno, pero esta vez se decidió volver a un escenario a hacer un show completo, de esos que sus miles de fanáticos y fanáticas fieles no se quieren perder. Porque sus encuentros son como en el fondo verde de su casa: amenos, íntimos, aunque esté rodeada de casi mil personas. Hoy, a las 21, junto con Ángel Mahler (gran amigo suyo de hace décadas) presentará por única vez su show Otra vez, en el Auditorio de Belgrano (Virrey Loreto 2348). "Será una linda recorrida nuevamente con Ángel después de un tiempo largo, ya que estuvo dedicado a la política. Es un reencuentro con mis canciones. Además tendremos invitadas de lujo: Lucía Galán y Julia Zenko", anticipa.
–¿Qué hizo que te decidas a volver?
–El placer.
–Hubo tiempos en los que no tenías ganas…
–No sé si la razón fue que no tenía ganas. Más que nada era un problema de salud que me impedía moverme con facilidad. El año pasado tuve una crisis difícil de pasar, fue fea.
–¿El maldito EPOC, no?
–Sí. Estoy intentando que, al menos, no avance muy rápido, pero es inexorable. En este momento estoy bien, he bajado de peso, hago dieta y muchos ejercicios. el capo médico que me atiende me dijo que se arregla de este modo: como un poquito cada dos horas y el estómago se va achicando naturalmente porque cada vez te pide menos. No es un tratamiento cruento, es fácil.
-¿El show será un recital clásico o con algún tipo de puesta donde vos pongas tu mano?
-Tendrá mi estilo, pero no me puedo mover mucho. No puedo darme esos lujos a esta altura de la vida.
-¿Cómo te llevás trabajando con tu mujer (Patricia Rinssi), que ahora es también tu productora?
-Nos llevamos bárbaro. Me indica todo lo que tengo que hacer.
–Supongo que con Ángel Mahler no hablás de política...
–Tratamos de no tocar el tema. Nos unen muchas cosas, nos tenemos un gran afecto. Tengo muchísimos amigos que no piensan lo mismo que yo. Mis relaciones no pasan por ahí. Pongo el afecto por sobre todo, creo es lo único importante.
-En ese aspecto, sorprende lo amigas y compañeras que son con el grupo de Las elegidas (Julia Zenko, Lucía Galán, Sandra Mihanovich, Patricia Sosa, Elena Roger, Marcela Morello, Valeria Lynch). Es raro ese vínculo entre colegas siendo todas figuras.
-Tenemos bastante controlado lo del ego, o será que ya lo vimos bastante. Chateamos las veinticuatro horas, nos juntamos, nos extrañamos, nos ayudamos. Hay mucha sororidad entre nosotras y es real. De mujer a mujer. Lo femenino al mango.
-¿Este será el primero de otros shows o vas a volver a parar?
–En este momento hago este y no quiero planear a futuro porque no sé cómo voy a estar. Ahora aprovecho para disfrutar todo lo que me da el escenario, que es muy grande. Me sigue haciendo muy feliz la música.
–¿Seguís escribiendo o componiendo?
–No. Se cerró el quiosco. Yo intento golpear, pero ya no me abren. Desde que tuve el infarto en 2002, me están dando una medicación que hace que mejore el biorritmo. No está ni muy arriba ni muy abajo. Eso provoca que ya no tenga la inspiración de antes. Tiempo atrás, ante el dolor o la felicidad me ponía a componer. Ahora no encuentro qué decir. Y no me quiero repetir. Me pasa lo mismo con el blog, donde antes era muy activa. A veces, aparece mucha agresión que no tengo ganas de bancarme.
–Entre tu público hay muchos jóvenes que no vivieron tu gran momento musical. Es curiosa esa devoción.
–Ese es un buen aspecto que tienen las redes: las posibilidades que te brindan de llegar a otros públicos. Me sorprende, me alucina un poco. No sé si estoy expresándolos porque, en realidad, expreso a otra generación. Tal vez sea que estoy expresando cosas del ser humano. Me da placer saberlo.
–En los comentarios que dejan en tu blog muchas veces te dicen "maestra". ¿Por qué pensás que sos un referente para muchas personas?
–No me considero maestra ni mucho menos. A duras penas sigo con todo lo que me toca vivir y estoy abierta a seguir aprendiendo. Más con todos los medios que hoy tenemos al alcance, con las posibilidades que nos da la computación. Soy muy activa con eso, me gusta hacer videítos, editarlos. Ahora acabo de meterme en un concurso. ¡Mirá qué atrevida! En Sagai se lanzó uno de cortos de menos de 20 minutos y se me ocurrió presentar un video que hice en 2004, que me gusta lo que cuenta.
–¿De qué se trata?
–En Junín de los Andes me sorprendió el trabajo de un escultor-arquitecto que hizo una iglesia. Lo fui filmando mientras descubría esa historia de un ser fuera de serie. Ojalá que gane. Me entretengo con estas cositas, solita frente a la compu, sin la ayuda de nadie.
–¿Así que te estás descubriendo como directora teatral?
–Sí, esto es algo muy nuevo. Estoy sorprendiéndome con ideas. Por ahora vengo sufriendo un poco. Es una obra que hice en 1972 y 1973. Se llama Solita y sola, de Ricardo Talesnik. Por aquel entonces Lino Patalano la produjo en el café concert El Gallo Cojo y fue él quien me propuso que la dirija. Es un unipersonal con Marta Mediavilla, que es una muy buena actriz joven, ideal para este personaje. Hay mucho trabajo por hacer y estamos en eso. Hace un tiempo que estamos ensayando y la haremos en el Maipo. Lino quiere que estrenemos en enero, pero no sé si llegamos. Me está poniendo nerviosa el tema.
–¿La dirección teatral es algo planeado o repentino?
–En absoluto estaba en mis planes.
–A todo esto…, ¿dónde quedó la actriz?
–Y…, la actriz por ahí anda. A decir verdad, no la extraño mucho. Siempre añoro más todo lo que tiene que ver con la música. Fui muy feliz interpretando algunos personajes, pero se cumplió una etapa, un tiempo, ya son hermosos recuerdos.
–¿Qué recordás con mayor cariño?
–La nena fue un hermoso recuerdo que duró cinco años. También esa cantidad de deseos y sensibilidad puesta a flor de piel que fue la telenovela Piel naranja y su autor, Alberto Migré. Y el corolario de mi carrera como actriz que fue La Raulito. Tal vez sea lo más importante que hice, fue mi proyecto y llevarlo adelante fue un sueño cumplido y realizado. Fue lo que me transportó a España. Le debo mucho a La Raulito. Tengo grandes recuerdos de cosas que he hecho, pero que ya está, quedaron en el pasado. No dejé nada en el tintero. Siento que realicé todo lo que quería. Así que estoy muy bien, en paz.
–¿Hay algo de aquella Marilina que cambiarías o traerías a esta época?
–Todo va cambiando, pero creo que fui mutando junto con el tiempo, por eso no siento que me haya quedado nada pendiente, en cada momento hice lo que tenía ganas. Toda mi vida fui así.
Mi miedo está más cerca, está en Brasil... me está asustando lo de Bolsonaro, tanto como que el partido nazi esté nuevamente en Alemania
–No sos de mirar para atrás y llevar a esa piba de la mano, ¿no?
–No. Cuando aparece le doy un beso y ya está, ya fue. Esa nena es hoy esta nonna. Esta es la realidad, y aunque no tengo hijos tengo otros críos que disfruto mucho: una perra, una gata y una paloma.
–¿Qué tendrían que hacer para convencerte de volver a actuar, si es que hubiera alguna chance?
–Lo último que hice fue El espejo de los otros, de Marcos Carnevale. Me cuesta mucho estudiar la letra y todo lo que tiene que ver con la mecánica de la actuación. Podría ser si me ofrecieran un papel de muda, para no estudiar la letra.
–Con los actuales cambios sociales que hay en el mundo, ¿aparece algún fantasma de la época en la que tuviste que partir al exilio?
–Mi miedo está más cerca. Está en Brasil. Me asusta tenerlo acá, al ladito. Por suerte esto me encuentra más cansada y con menos ganas de profundizar en esos aspectos, ya no tengo aquel ímpetu juvenil. Tengo otros cansancios. Pero me está asustando lo de Bolsonaro, tanto como que el partido nazi esté nuevamente en Alemania.
–¿Y qué pensás de esta Argentina?
–Me duele este momento. Veo que la situación está muy difícil, sobre todo para la clase trabajadora. Me asusta el achique. No se cuida a la ciencia, al arte. Se achican espacios, así como las orquestas de niños o barriales; los centros culturales están desapareciendo porque no hay dinero para sostenerlos. Eso me parece peligroso porque la cultura es lo que nos hace estar vivos.
–¿Qué te trae a tierra, Marilina?
–Mirá, ya no levanto mucho vuelo ni aterrizo demasiado de golpe. Mi vida es una leve onda…, ya no aterrizo del todo.
–Sé que ves mucha televisión. ¿Qué es lo que te atrae?
–Veo programa políticos. Me hago mucha malasangre, pero necesito saber lo que está pasando. Además, sigo muchas series en Netflix. Disfruté mucho La casa de papel por su argumento. Eso de tener que adueñarse de un papel que acaban de fabricar, que no fue sustraído a nadie, construir tu propio dinero y llevártelo porque lo hiciste vos… Me encantó la idea.
-Ahora la política y la actualidad no está sólo en los ciclos específicos sino también en los programas de chimentos de la tarde o con Mirtha Legrand...
-No veo nada de eso, no me da para tanto. Prefiero ver una linda ficción como 100 días para enamorarse.
–¿Como cambió tu vida Patricia, tu esposa?
–Mucho, mucho, mucho. Aprendí de Patricia una sensibilidad extrema. Le hice una canción que habla de eso. ¿Te digo la letra?
–Claro...
–Quién me iba a decir a mí que a esta altura de la vida el amor me brindaría una relación así, donde me siento cuidada, tan a gusto, tan mimada, sorprendiéndome feliz con un tecito en la cama con aroma de jazmín. Coser no sabe, no tiene idea qué es bordar, pero sí sabe abrir la puerta para ir a jugar, al póquer. Y tantas risas, y alguna lágrima también, y estoy segura que Dios sonríe cuando nos ve. Quién me iba decir a mí, que ya todo lo sabía, que todavía tendría tantas cosas que aprender. Del respeto por la vida, desde una paloma herida hasta el llanto de un ciprés, y ni hablar de la ternura de esta perrita peluda que tenemos de bebé.
Su gran compañera
Patricia es pura sensibilidad. Suave, delicada, atenta a todo, supervisa que su esposa salga bien en las fotos, al tiempo que se asegura de que su perrita esté a gusto y de filmar las promociones para el show de Marilina, que todos estos días circularon por las redes. Cuando a la cantante se le pregunta por su compañera de vida hace una pausa, la observa, dibuja una sonrisa tímida y suspira. Patricia toma ese estado amoroso, se sonroja y baja la mirada. Luego Marilina cuenta cuando su mujer recogió de la calle a una paloma atropellada por un auto, la hizo operar y hoy en día vive con ellas.
-¿Cómo apareció el casamiento a tu vida?
Marilina: -"¿Y si nos casamos?", le pregunté. Estamos en un país en el que se puede. Si a alguna le pasaba algo, la otra no podía quedarse a acompañar porque no éramos familia. Se lo dije a las diez de la noche y Pato fue a buscar un champán. Estaba todo cerrado, pero consiguió uno.
-¿Y cuánto hace que están juntas?
Marilina: -Nos casamos en 2013, pero estamos juntas desde 2002. Me costó mucho conquistarla. Fue al poco tiempo del infarto.
Patricia: -Tuviste el infarto la noche que estábamos chateando y que te mandé los poetas nuevos. Y vos te infartaste... No me contestaba y luego me enteré de que estaba internada. Pero ahí éramos conocidas nada más. Fue muy raro como nos conocimos. Yo un día recibí un mail de ella que no me acuerdo mucho pero decía: "De repente un remanso de paz". Era un mail por error.
Marilina: -No, no fue error. (Sonríe)
Patricia: -La historia es muy loca porque estuvo tres años buscándome, y yo estaba ahí que daba las vueltas. Es que vivía con mi abuelita que tenía demencia senil, y vivía con una perrita epiléptica. Y, encima, yo tenía a mi perro y a mi gato ciegos. O sea que no tenía tiempo para nada. Todos se ríen cuando cuento esto, pero era terrible.
Marilina: -Me costó mucho conquistarla.
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