La resurrección de Carlos Gardel, de la mano del primer musical que aborda su vida
Gardel, teatro musical argentino. Es una propuesta y una patriada del dramaturgo Luis Longhi, el músico Federico Mizrahi y el cantante de tangos Guillermo Fernández; se presenta los viernes y los sábados en la sala Molière
"Un auto y un bandoneón." Lo dice sin ningún dejo tragicómico Luis Longhi, como quien tira la baraja final jugándose el bueno de los buenos, en una mesa cuadrada que completan Guillermo Fernández y Federico Mizrahi. Un auto y un bandoneón es lo que pusieron en juego los dos primeros (Mizrahi agrega que él iba a aportar un piano, pero que se lo robaron) para plasmar la puesta de Gardel - Teatro musical argentino, la obra que se presenta en el teatro Molière (Balcarce 682), los viernes y sábados, a las 22.30, con dirección de Ignacio González Cano, en la que los tres son creadores (Fernández y Mizrahi de la música, Longhi de la dramaturgia) y productores. Son amigos desde hace muchos años.
"Invertimos mucha plata", asiente Fernández. "Lo hablé con mi mujer y le dije: «Si no me la juego ahora, no lo hago más»", acompaña Longhi. "Era por las ganas que teníamos de hacerlo", certifica Mizrahi.
-¿Por qué Gardel?
Guillermo Fernández: -Porque cuando yo tenía cinco años, un primo me regaló un disco de Gardel y me hizo descubrir el tango. Desde entonces es mi guía, mi faro, el maestro que yo sigo, el que más me enseñó, tanto en el canto como en el manejo de mi carrera. Era tan fanático que en ese disco, que se llamaba Gardel habla y canta en sus películas, yo -que no sabía escribir- no quería dibujar las letras, sino la imagen de Gardel. Él era mi superhéroe: ni Batman ni Superman.
Luis Longhi: -Porque es el mejor. No solamente eso, sino que fue el primero. Inventó la manera de respirar, de frasear, y a pesar de tantos artistas transcurridos sigue siendo el mejor. Me tiene cautivado, anonadado y sorprendido. Para mucha gente es un símbolo, el dueño de una sonrisa. Pero yo quisiera tomar la posta y contarles a los que vengan que es más grande de lo que nos imaginamos.
Federico Mizrahi: -Porque es el inventor no sólo del tango, sino del armado de su carrera y de las reglas de marketing. Éste es el homenaje que todos quisimos hacerle: los que lo respetamos y lo queremos, y sostenemos que es el mejor de todos los tiempos. Y además es actual.
-¿Cuál es el Gardel que recuperan?
L. L.: -Contamos la historia a través de su crecimiento artístico. Matizado con los conflictos personales que tenía con su madre (interpretada por Alicia Vignola), con Isabel del Valle -su novia de toda la vida, encarnada por Anita Rodríguez- y con José Razzano (en la piel del gran Roberto Peloni), quien fue su compañero de ruta y terminó convertido en su detractor. Empezamos con las milongas camperas y el dúo con Razzano, y terminamos con París y el cine norteamericano.
F. M.: -Es la gran historia de Gardel, básicamente teatral, sin coreografía. Y cuenta todos los mojones importantes de su vida.
-¿Se metieron con Gardel especialmente para el espectáculo?
L. L.: -¡Nooo! Somos gardelianos de toda la vida. Vengo de una familia muy tanguera. Mi viejo se despertaba con Rapidísimo (exitoso ciclo radial conducido por Héctor Larrea). Y mientras estaba agonizando, en la cama, me decía: "Poneme uno de Gardel, poneme uno de Gardel".
G. F.: -Con Luis nos conocimos en 2001, cuando hicimos El romance del Romeo y la Julieta. Y en nuestras charlas siempre estuvo presente la idea de hacer la vida de Gardel. Empezamos a pensarla hace seis años. Y nos entusiasmó más cuando supimos que nunca se había hecho un musical sobre él.
F. M.: -Somos gardelianos los tres desde antes del proyecto. Esta obra la craneamos juntos. Le sugerí a Luis que la escribiera porque venía haciendo cosas importantes y conoce mucho de Gardel. Y la hizo en tiempo récord, por miedo de que alguien se la saque. Nos enganchamos desde el primer día.
-¿Qué suponen que van a generar en el público que no conoce a Gardel?
F. M.: -Es una obra para melómanos. Los tangueros pueden entrar, pero no es específicamente de tango. Es de Gardel, y Gardel cuenta historias no sólo con tangos, sino con canciones.
G. F.: -Trabajamos sobre aspectos poco conocidos de su vida. Por ejemplo, que vivió toda su vida con una bala en el pulmón, producto de un disparo que recibió en 1915, al salir del Armenonville. O que su novia (a quien le llevaba veinte años) fue a encarar a la salida del cabaret a una amante suya. Cosas íntimas, que nos interesó resaltar.
L. L.: -En el libro de Defino las cartas son muy reveladoras. Gardel lo manda, como albacea, a romper la relación con su novia. También hay palabras irreproducibles contra Razzano. Fue una amistad muy fuerte, que terminó mal.
-¿Por qué enfatizan en la ruptura con Razzano?
L. L.: -Narrativamente es la contrafigura. Tiene ese peso dramático en la historia. Pero también entendimos que Razzano era todo "para afuera" y quería la música del campo, se apegaba a la tradición. Gardel era lo opuesto: buscaba una música nueva que expresara lo que le ocurría al ciudadano de Buenos Aires. El conflicto empezó ahí. ¡Razzano no cantaba tangos!
G. F.: -Cada anécdota tiene tres o cuatro versiones, y empezamos a trabajar con las que tienen más carga dramática. Nos interesó ese conflicto. Ocurre algo muy fuerte en la mitad del espectáculo y tiene que ver con eso: lo que quieren uno y el otro.
-¿Aparece también el sino trágico gardeliano?
L. L.: -No quisimos abusar de ningún extremo. Hasta hay un paso de comedia entre los momentos dramáticos. Gardel fue un inmigrante, hijo de madre soltera: tanto su origen como su muerte tienen un contenido trágico. Pero fuimos muy conscientes en no acentuar ese matiz.
G. F.: -Además vamos corporizando las diferentes escenas a través de quien comienza presentando el espectáculo, que es Tito Lusiardo, ya grande. Nosotros quisimos pensar que fue el último gran amigo de Gardel. Hasta que ocurre un quiebre: al llegar al Waldorf Astoria, en Nueva York, Lusiardo dice: "Y aquí entro en escena yo". Y pasa de relator a personaje.
F. M.: -No, pero ese sino nos influyó también. Yo adelgacé cinco kilos. Tengo un estrés importante: me desvelo a las cinco de la mañana, duermo cuatro horas por día, y a pesar de eso sentí el vértigo de no llegar. Por primera vez después de tantos años de carrera me pareció que llegué con lo justo al estreno.
-¿El público va a escuchar el repertorio gardeliano?
L. L.: -No. El 80 por ciento son canciones originales.
G. F.: -Quisimos que tuviese un dejo de musical, pero lo pensamos como teatro.
F. M.: -Es un musical un poco más moderno, que está atravesado por distintas cosas. Las canciones están interpretadas de una manera no tan clásica. Nos tomamos algunas licencias... Las orquestaciones están hechas con contrabajo y cuerdas, o bajo y clarinete, propias de la época. Y para la época piazzolleana hay un bandoneón.
-¿Se va a entender a Gardel a partir de esta obra?
G. F.: -Nos importa que la gente se vaya feliz. Estuvimos en la disyuntiva de hacer la caricatura: me ponía una peluca, me arreglaba la nariz. Pero Ignacio González Cano, nuestro director, dijo que quería a Guillermo Fernández haciendo de Gardel, alejado del cliché.
L. L.: -Queremos focalizar en el Gardel hombre. Su relación con su madre, cariñosa pero conflictiva por la ausencia del padre. O con su novia. O con la vida: las canciones más importantes de su vida las compuso en los últimos tres años. ¿Cuándo dormía este tipo? Yo siento que sabía que se iba a morir muy rápido.
F. M.: -No había manera de pararlo. Sabía que se iba a morir pronto y decidió vivir rápido.
L. L.: -Lo paró la muerte.
G. F.: -Hizo el casting de las chicas para Cuesta abajo por teléfono. Así eligió a Mona Maris. Su vida fue muy vertiginosa. Además decidimos incluir un personaje emblemático. Es el de la gitana, que aparece una y otra vez, para decirle "no hagas esto, no hagas lo otro". Y le canta además un tema, "La canción del destino". Porque Gardel tenía el destino marcado.
Gardel
Dirigida por González Cano
Viernes y sábados, a las 22.30.
Molière, Balcarce 682.
Morocho, un disco
Aun cuando ni el bronce ni el brazo duro gardeliano invitan a homenajes en torno a su figura, Gardel también acaba de volver en el disco Morocho, de Marcelo Ezquiaga. Versiones tan alejadas del tango como respetuosas, a cargo de Kevin Johansen, Onda Vaga, Miranda! y Rubén Albarrán, entre otros.
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