La República de Weimar, un pasado muy presente
El director de De Caligari a Hitler, Rüdiger Suchsland, afirma que no es posible "escapar del pasado con un acto de mera voluntad"
La existencia de la República de Weimar fue breve, agitada y fascinante, asegura el historiador alemán Peter Gay, un especialista en el tema. Nacida en noviembre de 1918, al hundirse el imperio alemán después de cuatro años de guerra, concluyó abruptamente en 1933, cuando el presidente Paul von Hindenburg designó como canciller a Adolf Hitler. Fueron catorce años de un impresionante florecimiento cultural -destaca Gay en su libro La cultura de Weimar- que centró la atención mundial sobre Alemania en los terrenos de la danza, la literatura, el teatro, la arquitectura, la pintura, la música y particularmente el cine, eje del foco Historia secreta del cine de Weimar, presentado por el Instituto Goethe e inaugurado con la exhibición de una muy buena película, De Caligari a Hitler, de Rüdiger Suchsland. La sección incluye otras nueve películas de la época, entre ellas, la famosa El doctor Mabuse, de Fritz Lang. Llegado a Buenos Aires para presentar su largometraje, Suchsland conversó con LA NACIÓN y reveló algunas de las claves de su investigación. "El cine de la República de Weimar fue muy variado -sostiene el director, que además trabaja hace años como crítico-. Cada película era única a su manera. No había precursores, de modo que las películas podían y tenían que inventar absolutamente todo. Quise hacer esta película porque me enamoré de la virginidad estética y política -que no hay que confundir con ingenuidad- de aquel cine. En nuestra memoria nacional y cultural, sin embargo, la República de Weimar quedó ensombrecida por lo que aconteció inmediatamente después. Se la reduce al «tiempo antes de Hitler» y se la considera cómplice del fascismo. Cuando pensamos en Joyce, lo que nos surge es su obra más conocida, Ulises. Del mismo modo, si pensamos en Weimar surgen Metrópolis, Nosferatu y M, el vampiro. Pero hay otras películas que son tan buenas como ésas. Intenté rescatar del olvido el cine secreto de la República de Weimar, pero sin olvidar lo conocido."
-El cine de esa época parece haber anticipado con claridad el advenimiento del fascismo.
-"Anticipación" es un término muy fuerte. Creo, al igual que Siegfried Kracauer, que el cine tiene una capacidad sismográfica, pero no de pronóstico. Se puede comprobar que hubo personas inteligentes que vieron venir el fascismo desde temprano. Kracauer y Walter Benjamin fueron observadores muy sensibles. Formularon las preguntas correctas: «¿Por qué aparecen en el cine de Weimar tantos asesinos en serie, demonios, monstruos y líderes que desarrollaban fuerzas hipnóticas, manipulaban y dominaban personas desde su rol de científicos, empresarios, magos [como Caligari] y criminales [como Mabuse]? ¿Por qué tantos ejecutores? ¿Tantos esclavos sin voluntad que cometían asesinatos y otros crímenes al ser manipulados? ¿Tantos padres omnipotentes, malvados y vencedores? ¿Tantos hijos impotentes y débiles?».
-En la Argentina, después de mucha producción teórica y artística en torno a la última dictadura militar, hay quienes dicen que hay que abandonar la revisión del pasado y concentrarse en el presente y en el futuro. ¿Qué opinión tiene usted sobre el tema, si lo aplicamos a la revisión del período nazi?
-No es posible escaparle al pasado mediante un mero acto de voluntad. Si fuera tan fácil, muchos dictadores y torturadores estarían muy contentos. Lo reprimido siempre vuelve. Y los films incluidos en este foco hablan de lo reprimido. Todo el cine alemán trata de la dialéctica de la represión: a partir de 1933, domina un deseo de escapismo que también está en las películas de espíritus tan críticos como los de Fassbinder y Reitz. Siempre hay un fuerte anhelo de redención, de una felicidad absoluta. Pero eso no es posible sin antes mirar a los ojos a lo reprimido y mostrar el espanto: no basta con hablar de él. El cine alemán no lo hizo, y mientras que no lo haga, dominarán la melancolía y el sentimentalismo. Les aconsejo a todos los argentinos que piensan que es posible abandonar la revisión del pasado que consideren el ejemplo alemán. La discusión del pasado no impide concentrarse en el presente y el futuro. Al contrario, es parte inseparable de ellos. Quien reprime el pasado o reniega del pasado daña al futuro.
-¿Cómo evalúa las políticas de apoyo del Estado alemán a la cinematografía de su país? ¿Cambió algo, en este sentido, durante el período de Merkel?
-El fomento del cine en Alemania está bien, pero podría ser mucho mejor. Se orienta demasiado a la recaudación y descuida la cultura, el arte y la diversidad, también la formación. Todos los partidos democráticos tienen la misma postura. Paradójicamente, a menudo son los conservadores los que hacen la mejor política cultural. Aunque en paralelo son los responsables de la desregulación y la política económica neoliberal que les hacen la vida imposible a los cineastas. Angela Merkel tiene mejor imagen en el exterior de la que merece. Yo no voté a Merkel, y me parece muy bien que la constitución alemana no le permita intervenir personalmente en la política cinematográfica.
Historia secreta de Weimar
Into the Blue (1929), de Eugen Schufftan. Hoy, a las 21.30, en la Lugones.
El doctor Mabuse (1922), de Fritz Lang. Mañana, a las 19.25, en el San Martín 1.
Nerves (1919), de Robert Reiner, Pasado mañana, a las 16, en el San Martín 1.
The Haunted Castle (1921), de W. F. Murnau. El sábado, a las 22, en el Village Recoleta 10.
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