La Renga es una pasión de multitudes
Recital de La Renga, viernes y sábado, en el estadio del Club Atlanta. Músicos: Chizzo, voz y guitarra. Tete, bajo. Tanque, batería. Invitados: Ricardo Mollo, Andrés Ciro, Micki González, Daniel Buira, Tuqui, Locura y el grupo de percusión La Chilinga.
Nuestra opinión: Bueno
Para las almas rockeras éste es un fin de año especial. Un fin de año vestido de fiesta y embanderado con los colores de la pasión. Un fin de año iluminado por las bengalas del sentimiento incontrolable. Un fin de año que huele a rito tribal y que encuentra en el corazón de las canchas de fútbol el lugar adecuado para la ceremonia.
En esta oportunidad la excusa fue La Renga y el estadio de Atlanta. Al igual que el mes último habían sido Los Piojos en la cancha de All Boys y de la misma manera que el mes próximo serán los Redondos en el estadio de Racing Club de Avellaneda.
La historia se repite y la fiesta pareciera ser la misma. El rock que toma las calles y se apodera de las almas de miles de jóvenes está quizás en su pico más alto de convocatoria y la banda de Mataderos, en dos calurosas noches de noviembre, se reafirmó una vez más en el lugar de privilegio que supo ganarse en los últimos cinco años a base de sudor y credibilidad rockera, que le dicen.
En casi tres horas de show, La Renga disparó toda su artillería pesada contra los más de veinte mil seguidores que concurrieron a cada uno de los conciertos. Con un repertorio que se posó como eje en su último álbum y que recorrió buena parte de su carrera, Chizzo, Tete y Tanque, con la fiel compañía de "los rengos" Manu y Chiflo en vientos y la participación de varios invitados, desataron el delirio generalizado con su clásico rock sanguíneo y primario al mejor estilo AC/DC.
A esta altura se puede decir que La Renga logró crear un rito que va más allá de sus canciones, que supera cualquier cosa que la banda pueda hacer en escena. Lo esencial es estar allí y disfrutarlo. Vivir la fiesta rocanrolera por excelencia a pleno, con los fuegos artificiales, las banderas, los petardos y ese folklore futbolero repleto de pasión.
Así es el show de La Renga, con lo que pasa debajo del escenario como principal protagonista. En la primera de las dos jornadas en Atlanta, Chizzo recibió a su público recordando la última vez que el grupo había tocado en Capital Federal un año atrás, en el mismo lugar.
Pero ahora se había duplicado la apuesta y por eso el agradecimiento a sus "amigos" -léase fiel público de La Renga-. Porque los "amigos" saben cada una de las letras con infalible memoria y por ello el coro multitudinario se llevó buena parte de los laureles en todas las canciones.
La buena estrella de La Renga
Así como la mayor parte del público rockero argentino sintoniza con similar fervor la música y los ritos de ciertas bandas -en este caso La Renga, Patricio Rey y Sus Redonditos de Ricota, Los Piojos y Divididos entre otros-, los músicos también comparten el mismo sentimiento y por lo tanto, los invitados que llegaron hasta el escenario montado en Atlanta no causaron ningún tipo de sorpresa: fueron los "amigos", los de siempre.
Primero subió Ricardo Mollo, la guitarra de Divididos, para deslumbrar con su digitación en "Reíte" acompañado por una boca gigante como escenografía. Luego el ex Sumo volvería al escenario para "Hacia la libertad" y "La balada del diablo y la muerte". Más tarde, Los Piojos le devolverían la visita que Chizzo les hizo un mes atrás cuando Andrés Ciro y compañía fueron anfitriones en la cancha de All Boys.
La banda del Palomar y el grupo de percusión La Chilinga -que dirige Daniel Buira, baterista de Los Piojos- le pusieron el sabor ríoplatense a "Me hice canción" y el ex problemático "Blues de Bolivia", aquel tema que envolvió a los integrantes de La Renga en una polémica diplomática con el país vecino. También se hicieron presentes sobre las tablas el conductor radial Tuqui y el ex guitarrista de la banda, Locura. Exhausto por el calor de la jornada, el público le brindó al grupo una despedida conmovedora cuando, ya de madrugada, los músicos se despidieron hasta la próxima y sobre el escenario sólo quedó la estrella de cinco puntas. La misma estrella que ilustra la portada del último disco de la banda y que sigilosamente vigiló el show desde las pantallas, desde el decorado y sobre todo desde las incontables banderas de los distintos barrios de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires que se colgaron en el estadio. Y no por casualidad. Fue la estrella la que guió e iluminó las dos incendiarias noches de La Renga, que corroboró el buen momento por el que está pasando el rock de las almas callejeras.
Para las almas rockeras este es un fin de año especial. Un fin de año vestido de fiesta y embanderado con los colores de la pasión. Un fin de año iluminado por las bengalas del sentimiento incontrolable. Un fin de año que huele a rito tribal y que encuentra en el corazón de las canchas de fútbol el lugar adecuado para la ceremonia.
En esta oportunidad la excusa fue La Renga y el estadio de Atlanta. Al igual que el mes último habían sido Los Piojos en la cancha de All Boys y de la misma manera que el mes próximo serán los Redondos en el estadio de Racing Club de Avellaneda.
La historia se repite y la fiesta pareciera ser la misma. El rock que toma las calles y se apodera de las almas de miles de jóvenes está quizás en su pico más alto de convocatoria y la banda de Mataderos, en dos calurosas noches de noviembre, se reafirmó una vez más en el lugar de privilegio que supo ganarse en los últimos cinco años a base de sudor y credibilidad rockera, que le dicen.
En casi tres horas de show, La Renga disparó toda su artillería pesada contra los más de veinte mil seguidores que concurrieron a cada uno de los conciertos. Con un repertorio que se posó como eje en su último álbum y que recorrió buena parte de su carrera, Chizzo, Tete y Tanque, con la fiel compañía de "los rengos" Manu y Chiflo en vientos y la participación de varios invitados, desataron el delirio generalizado con su clásico rock sanguíneo y primario al mejor estilo AC/DC.
A esta altura se puede decir que La Renga logró crear un rito que va más allá de sus canciones, que supera cualquier cosa que la banda pueda hacer en escena. Lo escencial es estar allí y disfrutarlo. Vivir la fiesta rocanrolera por excelencia a pleno, con los fuegos artificiales, las banderas, los petardos y ese folclore futbolero repleto de pasión.
Así es el show de La Renga, con lo que pasa debajo del escenario como principal protagonista. En la primera de las dos jornadas en Atlanta, Chizzo recibió a su público recordando la última vez que el grupo había tocado en Capital Federal un año atrás, en el mismo lugar.
Pero ahora se había duplicado la apuesta y por eso el agradecimiento a sus "amigos" -léase fiel público de La Renga-. Porque los "amigos" saben cada una de las letras con infalible memoria y por ello el coro multitudinario se llevó buena parte de los laureles en todas las canciones.
La buena estrella de la Renga
Así como la mayor parte del público rockero argentino sintoniza con similar fervor la música y los ritos de ciertas bandas -en este caso La Renga, Patricio Rey y Sus Redonditos de Ricota, Los Piojos y Divididos entre otros-, los músicos también comparten el mismo sentimiento y por lo tanto, los invitados que llegaron hasta el escenario montado en Atlanta no causaron ningún tipo de sorpresa: fueron los "amigos", los de siempre.
Primero subió Ricardo Mollo, la guitarra de Divididos, para deslumbrar con su digitación en "Reíte" acompañado por una boca gigante como escenografía. Luego el ex Sumo volvería al escenario para "Hacia la libertad" y "La balada del diablo y la muerte". Más tarde, Los Piojos le devolverían la visita que Chizzo les hizo un mes atrás cuando Andrés Ciro y compañía fueron anfitriones en la cancha de All Boys.
La banda del Palomar y el grupo de percusión La Chilinga -que dirige Daniel Buira, baterista de Los Piojos- le pusieron el sabor ríoplatense a "Me hice canción" y el ex problemático "Blues de Bolivia", aquel tema que envolvió a los integrantes de La Renga en una polémica diplomática con el país vecino. También se hicieron presentes sobre las tablas el conductor radial Tuqui y el ex guitarrista de la banda, Locura. Exhaustos por el calor de la jornada, el público le brindó al grupo una despedida conmovedora cuando, ya de madrugada, los músicos se despidieron hasta la próxima y sobre el escenario sólo quedó la estrella de cinco puntas. La misma estrella que ilustra la portada del último disco de la banda y que sigilosamente vigiló el show desde las pantallas, desde el decorado y sobre todo desde las incontables banderas de los distintos barrios de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires que se colgaron en el estadio. Y no por casualidad. Fue la estrella la que guió e iluminó las dos incendiarias noches de La Renga, que corroboró el buen momento por el que está pasando el rock de las almas callejeras.
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