Masterchef, la receta de un éxito
Los jurados del ciclocoinciden en la cocina como en el set: admiran la espontaneidad de los chicos y aseguran que nunca hubieran concursado en un reality
Tienen nacionalidades diferentes. Sus estilos gastronómicos también lo son. Sin embargo, a la hora de evaluar a los participantes en MasterChef y MasterChef Junior, el italiano Donato De Santis, el francés Christophe Krywonis y el argentino Germán Martitegui siempre están de acuerdo.
"Muchas veces pensamos diferente, pero las decisiones las tomamos por unanimidad. Dos o tres veces nos costó ponernos de acuerdo en el programa, pero finalmente llegamos a una decisión única. En general intercambiamos opiniones, pero o Christophe nos convence a Donato y a mí, o viceversa", cuenta Martitegui. "Somos tres cocineros distintos. Como hay pintores distintos o futbolistas distintos. Cada uno tiene características particulares, pero en los conceptos generales de la gastronomía estamos de acuerdo", agrega De Santis. "Es más, lo que cocino yo siempre les gusta a Germán y a Donato. Lo que cocinan ellos siempre me gusta a mí. Hay mucho «respetó» entre «nosotros» a nivel de nuestra gastronomía", aporta Krywonis. "Dijo «respeto» y «nosotros»", aclara Martitegui, antes de la carcajada general, sobre la particular acentuación que caracteriza el habla de su colega francés.
"Los tres respetamos las opiniones de los otros. Hemos tenido discusiones sobre si un huevo pasado por agua se cocina tres minutos, tres minutos y medio o cuatro. Pero son cosas menores. De gustos. No se cae el mundo por hacerlo de una u otra manera. Todos cocinamos diferentes tipos de comida, pero nos gusta lo que hacen los otros dos", sentencia Martitegui, luego de que se acallan las risas por la broma a su colega que no pierde el acento de su idioma original. "Seguimos aprendiendo de nuestro oficio cuando entablamos este tipo de intercambio de opiniones entre nosotros. Es enriquecedor", sostiene Christophe.
–En lo que no dan el brazo a torcer es cuando discuten sobre la manera de hacer un plato en cada uno de sus países.
De Santis: (riendo) -Ah, no. En mi caso intento ser un mensajero, un misionero de la cultura gastronómica de mi país. No acepto que quieran adueñarse de la cocina italiana.
Martitegui: -Esto es algo que es típico entre los chefs. Aparece un plato y uno se lo quiere adjudicar a su país. Pasa siempre, con muchas recetas. Es muy graciosa la manera en que cada uno exagera su nacionalismo. En nuestro caso es más una broma que una discusión seria.
–En cámara se los ve muy serios y formales. ¿Son de hacer muchas bromas entre ustedes?
De Santis: -Por supuesto. Al principio, cuando recién nos conocimos, éramos más serios, más formales entre nosotros. Ahora que tenemos confianza nos divertimos más.
Krywonis: -Son muchas horas de grabación. La seriedad la guardamos para las devoluciones a los participantes. Fuera de cámaras todo es más distendido.
–Así se los nota en el programa con los chicos, no tanto con los grandes. ¿Cuáles son las diferencias para ustedes al encarar una u otra versión?
Krywonis: -Los chicos tienen una espontaneidad que no tienen los grandes. Ellos no compiten, juegan. Los grandes compiten y se olvidan de la esencia de cocinar por placer. A veces por soberbia, por temor o por lo que sea se olvidan de lo que son y nosotros nos damos el gusto de ponerlos en su lugar. Con los chicos eso no pasa, son naturales.
Martitegui: Son situaciones muy diferentes. A los grandes los tratás como a un cocinero en tu cocina. La gracia de la propuesta es que un cocinero amateur se enfrenta a una exigencia profesional. Es como la señora a la que todo el mundo le elogia su tarta de manzana y cuando la trae ante nosotros le encontramos diez errores. Con los chicos es totalmente diferente, porque tratamos de enseñarles, de motivarlos, de hablarles muy positivamente sobre lo que están haciendo.
De Santis: -Los grandes entran como queriéndote demostrar como sea que ellos saben. Los chicos no tienen eso. Actúan como son ellos y no tratan de estar en pose.
–¿La manera que tienen de tratar a los chicos es fruto de una decisión de no lastimarlos o es porque ellos los conquistaron?
Martitegui: Una vez que estás frente a un nene, sonaste. Él controla absolutamente la situación. Uno se desarma. En mi caso, antes de estar frente al primer chico tenía pánico. Mi contacto con chicos es cero y no sabía cómo iba a reaccionar.
Krywonis: -Estuvo muy bien porque les empezó a hablar con normalidad, sin hacer tonos especiales ni nada de eso. Desde entonces lo apodamos "Chaplin", porque se parecía a Carlitos Chaplin en la película El pibe.
De Santis: –El desafío es poder decirles positivamente lo que hicieron mal, sin hacerte el payaso ni el chico. Ellos son muy inteligentes, saben muy bien lo que quieren y están perfectamente preparados para que les hables con madurez.
Krywonis: –A veces son tan maduros que no nos parecen niños. Siempre repetimos la pregunta de cuántos años tienen, porque nos asombra cómo cocinan algunas cosas.
–¿Qué otras cosas les sorprendieron a cada uno en estas temporadas de programa?
Martitegui: -Un gran aprendizaje para mí fue ver los prejuicios que uno tiene sobre las personas cuando no las conocés y cómo esos prejuicios se caen al conocerlas. En todas las temporadas ninguno de los que yo pensaba que eran los mejores en el primer programa me parecieron los mejores con el correr de los episodios y tampoco llegaron a la final. Elba fue mi gran sorpresa. No esperaba que fuera lo que fue cuando la vi al principio. A la gente la tenés que conocer y motivar para saber lo que realmente es.
–¿Qué cosas les resultaron divertidas?
De Santis: -A mí me divierten las devoluciones que hacen los participantes. Nosotros las vemos recién cuando salen al aire porque se graban aparte. Allí tienen una actitud distinta de la que muestran en el piso cuando están con nosotros. Las de los chiquitos, sobre todo, son muy divertidas.
Martitegui: -Es cierto. Pero divertido, lo que realmente fue divertido fue cuando fuimos a cocinar al Ejército, nos metieron en un tanque de guerra y cuando teníamos que salir Christophe no pasaba por la puerta.
Krywonis: (conteniendo la risa) -A mí no me divirtió nada. No te digo dónde me duele todavía por el empujón que me dio con el pie el soldado para conseguir que saliera.
–Si ustedes estuvieran empezando, ¿se anotarían en un concurso como MasterChef?
Martitegui: - Yo no. Necesito prepararme mucho para hacer un plato. No podría ponerme a improvisar como se hace en MasterChef. En uno de los episodios tuvimos que cocinar en lugar de los participantes y yo no la pasé nada bien. No me resultó para nada fácil.
Krywonis: -Yo tampoco. No me sentiría cómodo. Pagué el derecho de piso de otra manera. Equivocándome, quemándome los dedos, teniendo que limpiar cacerolas y cubiertos. La televisión llegó a mi vida de casualidad. Fue gracias a Dolly Irigoyen, que me insistió para que fuera a un programa. Nunca fue un sueño para mí trabajar en este medio. Cuando empecé, Donato fue el faro que tuve como referente de un chef en televisión. Hoy trabajar a su par es un honor. Pero estar en el lugar de estos chicos, ni loco.
De Santis: -De joven participé en algún concurso, pero mi llegada a la tele fue por otro camino. En los años 80 trabajaba en uno de los restaurantes más famosos de Italia. En la cocina estábamos el chef y cuatro ayudantes. Vinieron a filmarnos de la televisión y el chef era muy tímido. No decía nada y la presentadora sufría como loca. Yo me metí para ayudar un poco y a partir de allí la chica me empezó a preguntar solo a mí. Después tenían que venir toda la semana a grabar. Yo pensé que el chef se molestaría, pero al contrario, me pidió que saliera en cámara en lugar de él. Así empecé y acá estoy.
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