La periodista que busca su historia
La conductora de televisión filmó un documental sobre su barrio, Flores, que presentó el miércoles
Canela busca entender su historia. Por eso filmó un documental sobre su barrio, Flores, en el que vive desde hace 35 años y que presentó el día en que esa zona celebró su bicentenario, el miércoles pasado.
Todo comenzó por culpa de un edificio gris que está frente a la casa de la periodista. El solo hecho de mirar por la ventana y ver a ese monstruo de ladrillos la movilizaba tanto como para bucear en los libros de historia. Así, descubrió que esa mole había sido un albergue para mujeres solas y que el terreno donde está construida su casa había sido una gran quinta que había albergado a cazadores. Y, desde ese momento, no pudo dejar de investigar. La idea del documental ya estaba; ahora sólo restaba filmarlo.
Sólo así sintió que era la manera de declararle el amor a su barrio. "Nunca le di pruebas de que lo quería", dice a LA NACION, en el living de su casa.
Ese mismo amor es el que la une a su otra tierra, Vicenza, en Italia. Desde allí, llegó a la Argentina a los 9 años para perder su nombre original, Gigliola Zecchin, por el más dulzón de Canela. Con ese apodo se hizo conocida en la televisión y construyó una carrera de más de cuatro décadas. Hoy, lejos de la TV abierta, conduce en TN el noticiero cultural "Colectivo imaginario".
Desde hace años, decidió cultivar un perfil que define como moderado. "La cabalgata del rating en la TV abierta no me seduce", señala. Canela, en cambio, prefiere el silencio que encuentra en la tarea solitaria de la escritura. En esas horas frente al papel en blanco vuelca su alma, como le gusta decir, para escribir poemas, que ya publicó en dos libros, "Paese" y "Arte povera", o en sus cuentos para niños ("La piedra de la paciencia").
En la esquina de su casa, está su productora Medio Mundo, donde mostró a LA NACION fragmentos del documental que se proyectó en una única función en el cine Atlas de Flores.
Rodeada de cinco monitores, Canela ve el documental que le demandó ocho meses de producción para sintetizar los 200 años de Flores en una hora.
-¿Por qué dirigir un documental sobre Flores?
-Necesitaba hacer una declaración de amor al barrio porque no tengo un vínculo con él. Es que siempre trabajé en otro lado. Nunca di pruebas de que lo quiero. Quiero el tren [N. de la R.: que pasa detrás de su casa] con sus linyeras; quiero la calle en donde vivo, con sus prostitutas y sus travestis; quiero esas callecitas cortitas donde me robaron más de una vez. Deseaba mostrar ese contraste entre un barrio confortable de clase media y un barrio que tiene sus marginados y su pobreza.
-Además de esta tarea de realizadora, ¿recibió propuestas desde la televisión abierta para conducir?
-No sólo que no las he recibido, sino que es muy difícil que trabaje en TV abierta.
-¿Por qué?
-La cabalgata del rating nunca me sedujo. Mucho menos me gustaría trabajar ahora que la competencia es salvaje y, por lo tanto, la gente que mira también lo es. El salvajismo no es sólo de quien expone. En la TV, se busca atraer y mantener la adrenalina a flor de piel. En cambio, yo soy una persona que prefiere la reflexión, el trabajo con las ideas, el goce de lo estético y ese ritmo para la televisión abierta no va.
-Entonces, ¿el cable es su refugio?
-Lo fue al principio. Lo que sucede es que el porcentaje de la población que tiene cable es reducido; son los sectores que tienen mejor situación social. En ese sentido, es un trabajo parcial. Por eso, sigo extrañando Canal 7, en el que hice muchísimos ciclos, que salían para todo el país.
-¿Se animaría a trabajar en Canal 7?
-No es que no me animaría. Es que estoy tan compenetrada con lo que hago que ir a la TV abierta y entrar en el tema del cotejo por el rating... no [Se ríe.]
-¿Se siente orgullosa de que su hija, Aldana Duhalde, siga sus pasos [conduce "El lugar del medio", por Canal 7]?
-Muy orgullosa. A ella le costó mucho dar el paso hacia la cámara. Me decía que iba a hacer cualquier cosa, menos lo que yo hice, y al final terminó haciendo esto. Ella es mucho más completa que yo. Incluso llegó el momento en ya no me pide consejos.
-¿Y usted no se mete en su carrera?
-No, pero de vez en cuando dialogamos sobre experiencias que tenemos en común. A mí me parece fantástico que la gente que está frente a cámaras se forme en la universidad. Porque nosotros hicimos cada barbaridad que con la distancia, ahora, se ve maravilloso.
-Si tuviera que elegir entre la conducción en TV y la escritura, ¿con cuál se quedaría?
-Con la escritura porque es una experiencia que permite profundizar en tu propia identidad y porque llevo 44 años de dar para afuera en los medios. Me encanta vivir lo más intensamente posible, y la poesía, de todas las intensidades, es la más grata.
-En la búsqueda de su historia, ¿se encuentra, como la mayoría de los inmigrantes, dividida entre dos tierras?
- Mi corazón no está dividido. Intento reconocer mis propias raíces. Trato de aprender todo lo que tiene que ver con mi cultura originaria. No me iría nunca de la Argentina. Lo que reconozco es que dentro de mí hay una Gigliola que vino de Italia, que ha padecido y disfrutado de muchas cosas y que ha podido transitar dos culturas.
Y ese recorrido de todo inmigrante hizo que buscara su historia en los confines del Flores que la adoptó y al que le dedicó un documental, tan sólo para declararle su amor.
"Flores 200 años" podría verse pronto por algún canal de TV.
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