La perfección de una pintura
"Art (Arte)", de Yasmina Reza, según traducción y adaptación de Fernando Masllorens y Federico González del Pino. Dirigida por Mick Gordon y basada en la puesta original de Matthew Warchus. María Julia Bertotto (escenografía) y Omar Possemato (luces) recrean los diseños originales de la puesta inglesa. Música original: Gary Yershon. Efectos especiales y banda sonora: Mic Pool. Con Ricardo Darín, Oscar Martínez y Germán Palacios. Duración: 85 minutos. Teatro Blanca Podestá, Corrientes 1283.
Nuestra opinión: Muy Buena
No fue una noche de estreno más. En principio, porque los productores desecharon la enojosa rutina de la premiére en la que la antesala dura casi tanto como la misma función, que esta vez comenzó razonablemente en horario. Pero también fue un comienzo de temporada distinto porque el espectáculo fluyó con una comodidad alejada de la habitual sensación de llegar con la lengua afuera que azota a buena parte de las producciones nacionales a la hora de levantar el telón.
Una puesta comprada llave en mano, tal como es el caso de la versión local de "Art", que reproduce a pie juntillas el montaje londinense, quizá reporte el handicap de empezar con mucho trabajo adelantado. Pero, además, se nota que hubo larguísimas horas de ensayo.
Mucho con muy poco
El texto de la francesa Yasmina Reza es mucho más difícil de encarar de lo que podría parecer a primera vista. Porque en el escenario pasa de todo y, a la vez, no pasa nada. Tres amigos de larga data se trenzan en una de esas discusiones bizantinas en las que cuando uno es protagonista después siente vergüenza de haberse enganchado; y cuando uno es testigo involuntario, primero se muere de risa por lo ridículo de la situación, pero después quiere que la tierra se lo trague a partir del momento en que la sangre amenaza con llegar al río.
Imaginarse _valga la metáfora_ el cuadro: el médico Sergio (Germán Palacios) está orgulloso de haber pagado 200 mil francos por una pintura que, según él, es lo más de lo más. Pero para el ingeniero Marcos (Oscar Martínez) es sólo un pedazo de tela blanca que confirma que su amigo se dejó engañar por los espejismos del arte contemporáneo. Puesto a desempatar, el inestable Iván (Ricardo Darín) dirá alternativamente que es blanca, pero no tanto, y que, si uno mira bien, tiene colores, pero no tantos.
Ese debate tan culturoso esconde una pelotera mucho más primaria. En realidad se juega la gran batalla de la rivalidad masculina. Son como bueyes corneándose con palabras cargadas de sorna y con gestos contenidos. Hasta que sobrevienen los estallidos de broncas acumuladas a lo largo de mucho tiempo.
El que fue mentor de su discípulo, se resiste a caer de su lugar. El que fue discípulo y se cree liberado de su mentor, sigue pareciéndosele mucho más de lo que cree. Y el más indeciso del grupo es quien, por muchos momentos, pone el cable a tierra. De ningún modo sería lo mismo si se tratara de un conflicto entre dos, porque de a tres, se sabe, siempre todo es más eléctrico. Son alianzas que cambian súbitamente de conformación. Y hasta cuando se agarran a piñas queda clara la distancia que hay con el tirarse de las mechas propio de las mujeres.
Que esa última comparación no lleve a equívocos. "Art" no es la contracara masculina de esos espectáculos en los que las damas hablan, y muy mal, de los caballeros. Virtud extra de la autora, aunque no se habla mucho de ellas, las féminas tienen una presencia tácita a partir de unos pocos datos aportados por el texto, además del excelente tramo en el que Darín se luce contando cómo el gineceo que lo rodea lo está volviendo loco. Sin embargo, hay otro aspecto medular que trasciende las diferencias genéricas y es la eterna dificultad humana para procesar las diferencias con el semejante.
Un espectáculo redondo
Tanta riqueza de sentidos a partir de un punto de partida tan pequeño habla de las bondades de Yasmina Reza como comediógrafa. Por momentos, su pluma hace acordar a la de sus colegas de la comedia inglesa de salón. Con la gran diferencia de que la autora francesa ya no remite a aquel mundo burgués hoy inexistente, sino que se planta en esta nueva civilización en la que parece no haber clases sociales sino sólo segmentos de consumidores.
"Art" es un espectáculo muy entretenido, de duración exacta y que propone un estilo de diversión que crece y crece hasta ese límite justo en el que todo podría convertirse en un gran drama. Y vuelta a empezar, tal como ocurre luego de la formidable escena en que los tres hombres comen aceitunas, buscando instalar una forzada tregua que una vez más fracasará hasta que alguien vuelva a cantar el próximo finíshela.
La puesta de Mick Gordon, que se basa en la original de Matthew Warchus, es muy despojada. Unos muros altos e impersonales como los de un loft. La simple aparición de otra pintura para marcar que se cambió de ámbito. Tres sillones de distintos estilos que también definen el carácter de cada uno de los personajes. Una iluminación moderna que incluye sectorizaciones para los momentos en que los caballeros expresan en voz alta sus pensamientos. Penumbras fugaces que actúan como breves separadores entre las escenas, acompañadas por ráfagas de música.
El resto, que no es poco, lo ponen los actores. Ricardo Darín y Oscar Martínez están espectaculares. El primero, porque pasa del brillo a la desolación con una facilidad asombrosa; el segundo, porque hace un impagable neurótico de libro. Germán Palacios está a la altura de las circunstancias, no se achica frente a la experiencia de sus compañeros y termina venciendo sus problemas de volumen vocal. En algún momento, cada uno de los tres tiene razón. En algún momento, cada uno de los tres se pone insoportable. Al final cambian las palabras duras por una negociación poética. Justamente por toda esa ambigüedad tan humana, son gente muy querible y recomendable.