La película que pisa fuerte para el Oscar
La red social, más conocida como "el film de Facebook", llega a nuestras salas mañana y te contamos por qué es el estreno del año; por Milagros Amondaray
Pertenecer. La red social es una película que habla sobre la necesidad de ser parte de algo, de entrar a un club, a una fraternidad, a un grupo, a una habitación. El ser recibido. "Me gusta". "Han aceptado tu solicitud de amistad". Facebook, ya sabemos, es un club donde uno decide a quién quiere dejar entrar y/o qué quiere mostrarle a quién. Todo se reduce a quién le damos lugar en una nuestra fraternidad personal. La película de David Fincher que se estrena mañana es, indudablemente, una de las películas del año: se ocupa de la génesis de Facebook, tiene a grandes actores llevándose puesto el guión y tiene ese guión que es, básicamente, lo que hace que todo se mantenga en orden y que el film supere el karma de lo efímero. La pregunta es: ¿A alguien le va a importar La red social de acá a diez años o va a quedar obsoleta? Claro, ahora todos hablan de Mark Zuckerberg, pero ¿a quién le va a interesar cuando aparezca otro joven genio con otro gran invento? La respuesta es la película misma.
La red social es consciente de que lidia con un tópico actual, pero se expande, sale del ultimate social club y elabora una suerte de alegoría tragicómica sobre la vida como gran grupo del que entra y sale gente. Entonces, la respuesta a si tendrá inminente fecha de vencimiento es negativa. Aunque no podamos hoy sentenciar su permanencia, sí podemos confirmar su grandeza. Con un aval crítico unánime - como hace mucho que no se veía - y una polémica que venía adherida desde el vamos (Mark Zuckerberg dijo que muy poco de lo que se muestra es cierto), el film cubre cuatro campos y, en todos, triunfa.
Big Ideas
El primero de los campos es el tema base. La película se centra en las dos demandas que recibe Zuckerberg (la del co-fundador Eduardo Saverin y la de los gemelos Winklevoss y su socio Divya Narendra) y su defensa en ambos litigios antes de llegar al "arreglo". Ese ida y vuelta entre abogados, demandado y demandantes, sirve para catapultar una serie de flashbacks que nos muestran el momento previo y el instante mismo de concepción de Facebook, el efecto dominó que causó y la gloria posterior medida por ese primer millón de usuarios que causa, a su vez, la ruptura de la amistad entre Zuckerberg y Saverin.
Más allá de que la película tome como caballito de batalla a Facebook (a fin de cuentas, los nombres de los protagonistas son los mismos, no estamos ante las licencias poéticas de Gus Van Sant), ya con su título brillante, sabemos que "la red social" de la que se habla es la red social en la que estamos involucrados todos. La mayoría de los individuos queremos, en algún momento u otro, ser aceptados por alguien. El film muestra cómo Zuckerberg comienza a esbozar su "proyecto" la noche en la que lo deja su novia. ¿El despecho conduce a la creatividad? La red social, como si estuviera diciendo que las mejores canciones de amor son las que hablan de rupturas, es brillante en ese aspecto. Le inventa al joven genio una novia para insinuar que las ideas más interesantes son las que surgen de momentos clave, del desasosiego, del desconcierto que te hace decir: "¿Por qué no te gusto?".
Aaron Sorkin, el hombre walkie-talkie
La primera escena de La red social ya delata que el guión es de Aaron Sorkin. Su Mark Zuckerberg no podría ser de otro: verborrágico, ácido, veloz, topadora. Sorkin, guionista de grandes películas como A Few Good Men y, sobre todo, de la subvalorada The American President; y de grandes series como The West Wing y la cancelada-que-lloramos Studio 60 on the Sunset Strip, hace lo que mejor le sale: pasarse de rosca. Y es consciente. Se ríe de eso. Su Zuckerberg es el hombre que siempre te va a correr la zanahoria. Si hay dudas acerca de la perdurabilidad de La red social amén del tema que toca, esa duda se disipa cuando Sorkin les da a los personajes líneas brillantes que exceden Facebook, que se ocupan de los vaivenes de la amistad cuando hay dinero de por medio, de criticar al sistema educativo universitario con sus exigencias ("¡Esto es Harvard!, todo el mundo está inventando algo") y, sobre todo, del deseo de pertenencia que se exacerba en ese ambiente.
Por eso, las licencias creativas que se toma van todas en función de esos tópicos. Sorkin, el hombre de la inteligencia catódica, ficcionaliza y muestra a Zuckerberg desde la paradoja: el joven que crea el producto más aceptado es, a su vez, solo aceptado por el producto que crea. Con problemas para sociabilizar pero con una capacidad para darte vuelta con una frase, el creador de Facebook es (en la película y de la mano de Sorkin), un personaje magnético, carismático, que implementa el estilo walk and talk del guionista pero quien también puede hacerte girar desde una silla, mientras mira la lluvia caer.
El curioso caso de David Fincher
Ya hice un mini post en el blog sobre este director de filmografía tan extraña, tan despareja, tan susceptible a ser discutida. Si de por sí hacer listas es divertido, con el cine de Fincher lo es aún más, porque nos movemos desde The Game hasta La habitación del pánico o de Zodíaco a El curioso caso de Benjamin Button, bajando el nivel de excitación. Si hay algo que no le podemos discutir al director es su falta de riesgo. No cualquiera se prende en una remake de Millenium y no cualquiera filma El club de la pelea así, intravenosamente. La red social, en el aspecto de realización, también abre una discusión: ¿Es más una película de David Fincher que un guión de Aaron Sorkin o al revés? El punto es que ese guión arrasa con todo continuamente y cuesta encontrarle al film un sello personal que la identifique como obra de uno y no de otro.
Como los espectadores intentamos seguirle el paso a Zuckerberg personaje, Fincher hace lo propio con el guión, pero con mayor astucia, con un nervio que hace que la película se mueva a la velocidad de una cinta de correr. Como ejemplo está la memorable secuencia de competencia de remo, que ahí sí, sin palabras, se ilustra todo lo que está en la película: el ritmo, la fuerza, la lucha de poderes y, nuevamente, la persecución de la zanahoria, la necesidad de tener la llave para acceder a la más codiciada puerta.
Éramos tan indies
Eso. Éramos. Si a Jesse Eisenberg lo vivían comparando con Michael Cera, entonces los paralelismos deberían morir aquí mismo, con esta actuación. Es decir, olvídense del Jesse de Historias de familia, de Adventureland, de Zombieland. ¡Adiós personajes con problemas para verbalizar! En algún punto, el Zuckerberg de Eisenberg, por su incapacidad para entablar vínculos, tiene algo de aquellos otros papeles, pero el actor logra, por primera vez, cargarse una película al hombro (con ayuda de Andrew Garfield y Justin Timberlake, sorprendentes ambos), desafiando a Sorkin y ejecutando todas y cada una de esas palabras que conforman monólogos y diálogos enreverados, divertidos, placenteros y contraataques sencillamente geniales: "¿Respondí adecuadamente a tu pregunta condescendiente?", inquiere Zuckerberg, altivo y uno piensa si es posible que Eisenberg se lleve el Oscar.
De todas las críticas entusiastas que recibió La red social, destaco la de Philip French para The Guardian, quien pone al film de Fincher a altura de Rashomon: "[la película] toma ideas sobre la confianza, la amistad, el emprendimiento, la ambición, la traición y la codicia y las lleva a fascinantes nuevas áreas de experiencia". Por todo esto y las razones que ustedes mismos elaboren post-visión, La red social no es "la película de facebook". Es la película del año. Es una invitación cinematográfica a la que es imposible declinar. Un film al que, irresistiblemente, le queremos poner el cartel de "Me gusta".
Participación.
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