La película del papelón de los Oscar encontró a su villano
La firma auditora PwC asumió la "total responsabilidad" del error del que habla el mundo; la Academia de Hollywood inició una investigación
La película del papelón histórico de los Oscar es una mezcla de relato de suspenso y comedia de enredos que ya encontró a su villano. Se llama Brian Cullinan, es uno de los miembros más destacados de la firma Pricewaterhouse Cooper (PwC) en los Estados Unidos y fue el responsable de un doble error: primero entregó el sobre equivocado con el nombre de la mejor película y después no supo actuar a tiempo para corregir el error.
El nombre de Cullinan aparece expresamente mencionado en uno de los dos comunicados oficiales mediante los cuales PwC asume la "total responsabilidad" de la monumental equivocación, tal vez la más grave de los 89 años de historia de los Oscar. Una gaffe que puede dar por terminado un vínculo histórico de relación entre la Academia de Hollywood y PwC, encargada de contar y auditar la votación del premio, así como de custodiar el secreto del veredicto, en 83 de esos 89 años.
"Cullinan se equivocó y entregó el sobre con el premio de mejor actriz protagónica en lugar del sobre con el de mejor película a los presentadores Warren Beatty y Faye Dunaway", indica uno de los dos comunicados de PwC, que habla explícitamente de un "error humano". También se indica allí que una vez comprobado el error "no se siguieron los protocolos establecidos para corregirlo de forma suficientemente rápida por el señor Cullinan o su socia". Se trata de Martha Ruiz, la otra auditora de PwC. Cullinan y Ruiz, los únicos que conocen antes de la ceremonia los nombres de los ganadores, se ubican, según el protocolo, a los costados del escenario, uno a la izquierda y otro a la derecha, para entregar según el orden establecido el sobre con el ganador de cada categoría al presentador que se ocupa de anunciarlo.
Una debilidad
En las últimas horas se reconstruyó la historia de Cullinan, presidente del Consejo de los Estados Unidos de PwC y socio principal de la Academia, que al parecer tiene debilidad por las estrellas y el mundo Hollywood. Minutos antes de anunciarse el premio a la mejor película, Cullinan publicó en su cuenta de Twitter una imagen (luego borrada) de Emma Stone con su flamante estatuilla como mejor actriz. Enseguida le entregó a Beatty el sobre equivocado y desde ese momento todo fue confusión en el escenario.
Lo más insoportable de aceptar para PwC y la Academia fueron los interminables dos minutos y 33 segundos durante los cualesLa La Landquedó ante los ojos del mundo como la dueña del trofeo a la mejor película. Hasta que uno de sus productores, Jordan Horowitz (dueño del gesto más noble y elegante de los últimos tiempos en Hollywood), tomó el sobre correcto y les dijo a sus colegas de Luz de luna que el premio mayor les correspondía a ellos.
A las excusas de PwC les siguió el comunicado oficial de la Academia, en el que pide disculpas a Beatty, Dunaway, los directores y productores de ambas películas y todos los fans de los Oscar. La entidad organizadora de la ceremonia insistió en que la firma auditora asumió la "total responsabilidad" del error, pero a la vez abrió una investigación y determinará de aquí en adelante "las acciones más apropiadas" para evitar un episodio similar en el futuro. Otros les echaron la culpa al diseño y a la tipografía de los sobres con la mención de cada ganador. Allí se leen en letras enormes los nombres de los triunfadores y es mucho más pequeña la mención de cada categoría, lo que acentuaría la confusión.
Ayer, en las páginas de The Hollywood Reporter, se indicaba que habría llegado el momento para la Academia de romper lazos con PwC. Desde esta perspectiva, la gravedad del episodio está muy por encima de cualquier circunstancia histórica y el larguísimo vínculo entre la Academia y la firma auditora.
Pero allí también se dice que la posibilidad de una eventual ruptura aparece muy complicada a raíz de los múltiples compromisos que tiene la relación entre ambas entidades y, sobre todo, del complicado sistema de votación fijado por la Academia para los Oscar, que requiere un delicado y minucioso trabajo de supervisión. En la publicación se sugiere que cualquier posible litigio podría darse sólo en el caso de que la Academia y PwC no llegaran a un acuerdo financiero para compensar los costos de la ostensible negligencia exhibida ante los ojos del mundo en la noche del domingo último.
Suerte echada
Por ahora, lo que queda claro es que Cullinan, que llevaba cuatro años encargado de la custodia del conteo de votos y de los sobres con los nombres de los ganadores, muy difícilmente volverá a cumplir con esa tarea. El auditor quedó muy mal parado, además, con la difusión en distintos medios durante las últimas horas de las fotografías que fue enviando a las redes sociales desde la estratégica ubicación que ocupaba en el escenario mientras se desarrollaba la ceremonia.
La Academia de Hollywood tiene la costumbre de reunirse un mes después de cada ceremonia de los Oscar para evaluar los resultados de la velada y establecer ajustes y correcciones. Ese encuentro se produjo esta vez de manera urgente, pocas horas después de la ceremonia y luego de esa deliberación se resolvió dar a conocer el comunicado oficial de disculpas.
Lo que la Academia seguramente no analizó hasta ahora de manera orgánica fue el resultado de la ceremonia en materia de números. Más allá de la repercusión mundial del escándalo por el sobre equivocado, el rating de la fiesta número 89 de la historia de los Oscar quedó por debajo de las expectativas, con 32.900.000 televidentes en Estados Unidos, la segunda entre las más bajas desde 2000, apenas por encima de los 31.800.000 televidentes de 2008. La más alta de los últimos 17 años se registró precisamente en 2000, con 46 millones y medio de televidentes.
Esos números dejaron en una posición incómoda con vistas al futuro a Jimmy Kimmel, pese a los elogios que recibió en varias reseñas de la ceremonia. Kimmel tuvo que volver precipitadamente al escenario en el momento final al ver el estado de confusión planteado alrededor de los sobres. Cuando comenzó el alboroto estaba sentado entre el público con la idea de cerrar la transmisión con otro gag relacionado con su viejo "enfrentamiento" con Matt Damon.
"Iba a decir que cualquiera que fuese el ganador, el que perdía era Matt, porque él es un perdedor nato", reconoció anteanoche, de nuevo al frente de su show nocturno que se transmite desde un estudio ubicado en la vereda de enfrente del teatro Dolby, sede de los Oscar. "Fue el final más extraño en la televisión desde Lost", bromeó.
También habló del momento de confusión, duda y balbuceo que vivió Beatty antes de cederle a Dunaway el anuncio erróneo del triunfo de La La Land. "En otras palabras -expresó Kimmel-, Clyde tiró a Bonnie debajo del ómnibus."