La película del jazz latino
"Calle 54" lleva al cine a los grandes de un género en ascenso
Si una de las marcas registradas que el espectador puede descubrir en cada película de Fernando Trueba es el profundo amor que el realizador expresa hacia cada uno de sus personajes, el sentimiento está lejos de agotarse en la ficción.
"Calle 54", el más reciente trabajo del realizador madrileño, es un musical protagonizado por nombres muy conocidos de la escena jazzística actual. Pero, por sobre todo, es un profundo acto de amor de Trueba hacia el jazz latino, esa música que, según sus palabras, "no sólo es la más abierta y rica que uno pueda encontrar en este momento, la menos limitada. Es la música que cambió mi vida".
El director de "El sueño del mono loco" y "La niña de tus ojos" llegó a Buenos Aires para acompañar las primeras exhibiciones en la Argentina, dentro del IIIFestival Internacional de Cine Independiente, de "Calle 54", que rodó entre diciembre de 1999 y marzo de 2000.
En el film, que tendrá estreno comercial entre nosotros el 31 de mayo, con distribución de Buena Vista Internacional, hay algunos nombres muy familiares para el público argentino, sobre todo el que está habituado a seguir el mundo del jazz. Leandro "Gato" Barbieri, presentado en el film como "el revolucionario del jazz latino y uno de los escasos supervivientes del espíritu de mayo del 68 ", es uno de los artistas elegidos para hablar y tocar en el film, y compatriotas como Darío Eskenazi y Diego Urcola participan como intérpretes junto a la banda de Paquito D´Rivera.
"Cuando yo estudiaba en la facultad, nuestro favorito era el Gato Barbieri -recuerda Trueba en el bar del hotel donde transcurre su estada porteña-. Estábamos entre el 72 y el 75, una época maravillosa de Barbieri, la de "Latinoamérica". Era para nosotros un ídolo y cada vez que venía a Madrid, arrasaba. Yo no lo conocía antes de la película, como a Tito Puente, y pensé que iba a ser difícil tratarlo. Pero ambos demostraron ser muy abiertos y colaboradores".
La inclusión de Barbieri, un nombre que no responde estrictamente al concepto que hoy se tiene del jazz latino en los Estados Unidos (más asociado a los ritmos caribeños y a Miami), tiene que ver con la decisión de Trueba de hacer una película ligada a los gustos del director.
"Yo hice una película sincera, guiada por una selección personal, no académica. Yel ejemplo es Jerry González, alguien que casi no vende discos, pero que representa como nadie al jazz latino. Además, sobre la gente que está en la película no tenía que investigar nada, simplemente necesito amar aquello que tengo delante de la cámara", dice como fundamento de algunas ausencias que a algunos les llamaron la atención, como las de Arturo Sandoval y Eddie Palmieri.
Considerado uno de los realizadores más reconocidos de España, con grandes presupuestos y estrellas a su disposición, más de uno se sorprendió cuando Trueba decidió encarar este proyecto musical, que terminó costando unos dos millones y medio de dólares, guiado por un espíritu proselitista, el de dar a conocer la música de la que es fanático y difunde cada semana en su país en un programa radiofónico titulado "Manteca".
"Lo difícil -explica- era convencer a la gente de que podía hacerse una película en 35 milímetros, seis cámaras y sonido ultrasofisticado sobre una cosa tan poco comercial y multitudinaria. Gané un cierto crédito en España por mis películas anteriores y quiero usarlo para proyectos menos obvios, que salen a tiro del corazón. Quería hacer un homenaje a esta música que me ha dado tanta energía, felicidad, sensaciones nuevas, y transmitirla a la gente que no la conoce".
Trueba se entusiasma al contar que, gracias al film, se modificó el diseño de exhibición de títulos en las disquerías madrileñas, desde las cuales se relanzó a todos los intérpretes que aparecen en la pantalla. "El jazz latino es un árbol que se ramifica día a día y que no tiene límites", señala.
-Llama la atención que una música tan caliente haya sido objeto de un film rodado en pleno invierno neoyorquino.
-No he elegido el frío, pero estaba allí y en vez de evitarlo me tiré de cabeza a él. Lo único que tenía claro es que yo quería ver los pies de Bebo Valdés andando por el hielo de Estocolmo, pero en Nueva York nos encontramos con la ola de frío más brutal de la década. 22 grados bajo cero, algo inhumano. Cuando le dije a Paquito que quería tomarlo saliendo de su casa con el auto descapotable me dijo:"En el barrio van a pensar que estamos locos, que nos hemos tostao.. ."
-Es inevitable pensar en una comparación entre "Calle 54" y un documental como "Buena Vista Social Club".
-Las etiquetas, quieras o no, siempre te las ponen, pero tú también eres libre de hacer lo que quieras. No voy a pegarle a quien califica mi película de documental y entiendo que es una forma convencional de definirla, pero mi sensación es que se trata de un musical. Hay mucha más música en "Calle 54", exactamente 85 minutos, que en la mayoría de los últimos musicales de Broadway. Además, "Buena Vista..." es un película sobre los músicos y la mía es sobre la música. Hemos partido del amor por un género musical y no de un éxito discográfico.
-"Calle 54" parece un cable a tierra entre dos proyectos suyos muy ambiciosos, como "La niña de tus ojos" y "El embrujo de Shanghai", su próximo film.
-No lo tomé así. Simplemente me gusta esta clase de cambios. Ir de "La niña...", un film de época rodado en Praga, a Nueva York a grabar música es estimulante. Me gusta poder ir por el mundo, rodar aquí y allá , sentirme en cualquier sitio como en mi casa. Además, yo creo en la globalización, no en la económica que nos j... todo el tiempo, sino la que hacemos nosotros, que elegimos la patria, la música y el cine independientemente de donde venga.
Entre Shanghai y Hollywood
Trueba considera a "El embrujo de Shanghai" -la película que está por hacer, inspirada en el relato de Juan Marsé, con Ariadna Gil, Antonio Resines y Fernando Fernán-Gómez- como el mayor desafío de su carrera. "Me siento en un lío tan grande que a veces me dan ganas de echarme a correr y esconderme, porque no sé si voy a saber hacer una película tan complicada. Es que es una mezcla muy realista por un lado y muy fantasiosa por otro. Se mezcla una historia con niños como protagonistas, película de época, barrios que ya no existen, la necesidad de crear una Shanghai imaginaria...
-"Loco de amor", donde aparece su pasión por el jazz latino, fue su primera película norteamericana. ¿Volvería a hacer cine en Hollywood?
-No me veo allí por ahora, aunque, como decimos en España, nunca digas de esta agua no has de beber ni este cura no es mi padre (risas). Pero es que Hollywood está muy aburrido, se hacen películas muy malas. Hace poco, hablando con directores mexicanos y orientales, acordamos crear un movimiento mundial para que en el año 2003 nadie viera una película norteamericana, ni buena ni mala. No se trata de una actitud antiyanqui, porque todos amamos el cine americano clásico, yo el primero de todos. Pero simplemente es un acto para apoyar la supervivencia del cine en el resto del mundo, para que exista en cada país una cinematografía propia.
-¿Sigue visitando a Billy Wilder cada vez que viaja a Los Angeles?
-La última vez que lo vi fue hace un año y medio y por primera vez no se podía mover, así que tuve que ir a verlo a su casa. Estaba muy bien, sentado con una manta sobre las piernas, siempre entrañable y conversador. Siendo una persona con tanto para decir, quiere que le cuentes qué vas a hacer. Hablamos del libro de entrevistas que hizo con Cameron Crowe, el director de "Casi famosos" y me dijo que una semana, en la lista de best sellers del New York Times, estaba arriba de "Conversaciones con Dios". Estaba feliz de estar un puesto por delante de Dios.
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