"La Pasión de Cristo", turbadora
La crudeza de la película puede impresionar más a los cristianos que a los judíos
NUEVA YORK (International Herald Tribune).- Al ver el nuevo film de Mel Gibson, "La Pasión de Cristo", me quedé pensando que son los cristianos y no los judíos los que deberían ser impresionados por este film.
Las crudas imágenes de Gibson invaden la confortable religiosidad de los norteamericanos, que desde hace mucho se ha alejado de los ribetes más duros de los Evangelios. La mayoría de los norteamericanos celebran en iglesias donde el ensangrentado cuerpo de Cristo está ausente de las cruces o se lo representa de maneras tan abstractas que no hay rastros de sufrimiento.
En los sermones norteamericanos, también el énfasis, muy a menudo, está en el terapéutico "lo que Jesús puede hacer por mí".
Hace más de 60 años, H. Richard Neibuhr sintetizó la creencia de un cristiano norteamericano acomodaticio, que hoy en día ha llegado triunfalmente a ser aprobada: "Un Dios sin cólera, que lleva a los hombres sin pecado al reino sin juicio a través del ministerio de un Cristo sin cruz".
A pesar de sus excesos, el film de Gibson, cargado de símbolos, es un bienvenido repudio a todo eso.
¿Es violenta "La Pasión de Cristo"? Sin dudas. A pesar de que Mel Gibson, el creyente, se identifica con un movimiento tradicional que rechaza al Concilio Vaticano II, el Mel Gibson artista despliega acá una sensibilidad totalmente católica, que desde la Edad Media ha considerado a Jesús el salvador sufriente coronado con espinas. Martín Lutero también habría reconocido en este film su propia teología de la cruz. Pero hay un rasgo peculiar aquí. En su preestreno en los Estados Unidos, Gibson invitó mayormente a clérigos evangélicos conservadores que respondieron reservando grandes cantidades de entradas para sus feligreses. ¿Y qué hay de tan extraño en esto? Contrariamente a la película de Gibson, el protestantismo evangélico es esencialmente no visual. Como descendientes espirituales del ala izquierda de la Reforma, los evangélicos norteamericanos son herederos de una tradición iconoclasta que produjo el "desmantelamiento de los altares", que comenzó a fines del siglo XVI, cuando los protestantes radicales sacaron el cuerpo de Cristo de la cruz.
Para los puritanos, exhibir el cuerpo de Jesús representaba lo que consideraban el culto al ídolo de los papistas. Hoy, los santuarios evangélicos pueden ser identificados por la falta de estimulación visual; es raro ver estatuas o vitrales con figuras humanas. Para los evangélicos, los símbolos están en el sermón y el canto: iconos verbales. Es una sensibilidad diferente.
Por esta razón creo que el público evangélico se conmocionará por lo que verá. Y como lo ha dicho Gibson en repetidas oportunidades, él realmente quiere impactar.
Los católicos se encontrarán en un terreno familiar: ellos, al menos, han mantenido el ritual de rezar el Via Crucis, una práctica de la Cuaresma que, como la película de Gibson, se centra en las 12 últimas horas de la vida de Jesús. Por el contrario, los bautistas sureños y otras iglesias mayormente fundamentalistas no observan la Cuaresma y hasta los católicos han disminuido la tradición del ayuno y la abstinencia que conmemoraban la Pasión de Jesús.
De hecho, el film de Gibson deja afuera la mayor parte de los elementos de la historia de Jesús que la cristiandad norteamericana hoy más tiene en cuenta. Su Jesús no demanda la experiencia de "renacer", para lograr la salvación, como lo hace la mayoría de los evangélicos. Tampoco cura a enfermos o exorciza demonios, como lo destacan los pentecosteses. No promueve causas sociales, como lo hacen los grupos liberales. Ciertamente, no realiza cruzada alguna contra la discriminación sexual, como algunas feministas creen que hizo; tampoco postula que todos poseemos una divinidad interna, como creen los agnósticos de hoy. Uno no puede imaginarse a este Jesús uniéndose al amanecer a un servicio New Age de Pascuas, frente al Pacífico. Como Jeremías, Jesús es un profeta judío rechazado por los líderes de su propio pueblo y abandonado por sus discípulos, que él mismo había elegido personalmente.
Además de sufrir una terrible golpiza, es cruelmente tentado a la desesperación por Satán, en el que millones de cristianos practicantes no creen más, y muere obedeciendo a un Padre celestial que, según los criterios actuales, sería acusado de abusar de su hijo. En resumen, este Jesús carga una cruz que no muchos cristianos están listos para compartir.
Por supuesto, es fácil contrastar las costumbres cristianas del tercer milenio con la historia de la Pasión de Cristo. Como muchos otros norteamericanos, los cristianos desean desesperadamente saber que son amados, en el sentido de las palabras del antiguo himno protestante: "Así como soy". Pero el amor de Dios, como le gustaba decir a Dorothy Day, "es duro y peligroso" y requiere una real transformación. No es de la clase que imaginan los buscadores espirituales de hoy que están "con" las religiones asiáticas.
Significativamente, la Pasión y muerte de Jesús es el principal elemento en la historia de los Evangelios que otras religiones no aceptan. En el islam, Jesús no muere en la cruz, ya que un destino así no es el apropiado para un profeta de Alá. Entre los hindúes y budistas, Jesús, a menudo, es considerado un maestro espiritual, pero la historia de su sufrimiento y muerte es considerada impropia de un sabio iluminado. Como Buda, el verdadero liberado trasciende el sufrimiento y la muerte. Pero Jesús se somete a ellos, voluntariamente, según los cristianos, por los pecados de todos. Si Estados Unidos fuera una nación de lectores de la Biblia en lugar de personas que sólo la poseen, creo que un film como el de Gibson no causaría tanta alharaca. Si bien no pienso que "La Pasión de Cristo" sea antisemita, de verdad creo que brinda a los cristianos una "enseñanza".
Pero la lección tiene más que ver con los olvidados fundamentos cristianos que con quién mató a Jesús.
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