La otra cara de Lynch
Con su nuevo film apuesta a la emoción y a la sensibilidad.
CANNES (De una enviada especial).- Por primera vez en su carrera, David Lynch ha filmado una historia que no ha salido de su pluma. El guión de "The Straight Story", el nuevo film del realizador de "Corazón salvaje", "Terciopelo azul" y "Carretera perdida" fue escrito a cuatro manos por su mujer, Mary Sweeney, y John Roach.
El punto de partida fue la historia del verdadero Alvin Straight publicada en The New York Times, en 1994. El verdadero Alvin murió dos años después, pero Seeney no había olvidado aquella aventura que, según declaró, la había impactado por "la fuerza, el coraje y la sabiduría de ese viejo". Fue así que buscó a los hijos de Straight y consiguió finalmente los derechos para escribir el guión que Lynch, a contracorriente del estilo que marca su cine, llevó a la pantalla.
Puesto a explicar esta vuelta de tuerca en su filmografía, en diálogo con un grupo de periodistas extranjeros del que forma parte La Nación , el director sostiene: "Cada ser humano tiene muchas cosas dentro de sí y nunca sabe qué es lo que lo va a impactar en un momento determinado. Lo que me fascinó del guión de "The Straight Story" fueron los sentimientos y las emociones que encerraba. Esa es una de las cosas más maravillosas que puede tener el cine".
Signos de interrogación
Respetuoso de la máxima según la cual el que avisa no es traidor, Lynch hace las advertencias del caso: "Esto no quiere decir que de ahora en adelante mi filmografía vaya a seguir siempre por ese camino -aclara-. El próximo film podrá ser salvaje, oscuro y loco. De verdad no lo sé aún. Como tampoco sé bien por qué me decidí a filmar "The Straight Story". Mentiría si dijera que estaba en la búsqueda de una historia que me permitiera hacer otro tipo de cine. No fue así y, además, creo que si uno se plantea racionalmente qué tipo de película va a ser y aqué tipo de público quiere llegar y en qué clase de films quiere que su obra se inscriba, lo más probable es que las cosas no salgan bien".
Cuando se le pregunta cómo y cuánto le impactan las alabanzas que cosechó su película, tanto de boca del público como de la crítica, Lynch se muestra mesurado: "Lo más hermoso para un realizador es la sensación de estar haciendo un trabajo que ama -dice-. Una vez terminada la película, lo mejor que a uno le puede pasar es sentir que efectivamente el film es lo que debía ser. De allí en adelante, cuando la obra sale al mundo, es imposible saber lo que va a pasar con ella. Puede gustar o no. En eso no hay recetas ni certezas posibles".
-¿Cómo se explica que con este film centrado en la aventura de un viejo, usted haya ido a contramano de las leyes del marketing que ponen a la juventud en la cima de los valores y que, sin embargo, "The Straight Story" fascine a la platea?
-Es que Brad Pitt no estaba disponible -bromea Lynch-. Independientemente de la edad del personaje central, cualquier espectador tiene un padre o un abuelo, y con eso alcanza para ver la película y conmoverse. El secreto está en que Richard (Farnsworth) es tan hermoso y el espíritu que deja adivinar su rostro es tan rico, que la gente se enamora de él. Yo mismo, que conozco las imágenes del film de memoria, no me canso de ver esa cara en la pantalla.
-Después de ver "The Straight Story" al espectador le queda la sensación de que envejecer, por lo que ha visto en la pantalla, no es algo necesariamente desagradable.
-Que el film produzca esa sensación es algo realmente muy bueno. Yo también experimenté ese sentimiento que usted describe. Aprendí con esta película que si queremos hacer algo podemos hacerlo cualquiera que sea nuestra edad. Puede ser que en la vejez no sea tan fácil hacerlo igual a los demás, pero también es verdad que podemos encontrar nuestro propio modo de hacer lo que queremos. Además, comprendí que al envejecer dedicamos más tiempo a pensar porque tenemos dentro la riqueza de los recuerdos. Lo bueno de ese balance es que nos da la oportunidad de corregir algunas cosas antes de que sea demasiado tarde.
Imágenes del futuro
CANNES (De un enviado especial).- "Los films en 35 mm morirán en breve porque el sistema digital es mucho mejor y está a la vuelta de la esquina", sostiene David Lynch, al tiempo que confiesa que su chiche nuevo es el photoshop que acaba de incorporar a su computadora.
Este hombre asombrado por las nuevas tecnologías cosechó elogios en el festival de cine más prestigioso del mundo por un film cuyo principal valor reside en una historia simple interpretada por actores convincentes. ¿No será que los efectos especiales, las triquiñuelas de la informática y la abundancia de recursos ultrasofisticados son puro cuento a la hora de hacer blanco en la sensibilidad de la platea?
"Obviamente, en cine la historia es lo más importante -responde Lynch a La Nación -. Pero las nuevas tecnologías son grandiosas por la riqueza de posibilidades que nos proporcionan. Gracias a ellas, en un futuro cercano la calidad de la imagen va a ser mucho mejor, el realizador va a manipular todas las cosas que aparecen en cuadro, y ya no existirá la suciedad que conlleva el celuloide. Pero, el gran peligro es que uno termine perdiéndose en medio de esos fuegos artificiales y olvidando la historia que quiere contar".
Cuando se le pregunta si también desaparecerá en el futuro el rito de compartir imágenes dentro de un cine, Lynch es terminante: "De ningún modo. Esta ceremonia que no va a morir jamás. La gente necesita compartir experiencias. Uno va a poder ver películas con una excelente calidad técnica en su propia casa, pero nadie va a renunciar a dejarse llevar junto con otra gente por las emociones que despierta lo que ocurre en la pantalla. Lo mismo pasa con la radio. Al oyente le hace bien saber que otros están escuchando el mismo programa en el mismo momento que él".
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