El film fue un éxito rotundo y ganó un Oscar por la canción; sin embargo, la actriz desapareció de la escena pública por muchos años y ahora cuenta en sus memorias cómo atravesó esos años
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Más de tres décadas después de su estreno, Dirty Danicing es considerada un clásico de los años 80 y una de las películas más exitosas de todos los tiempos. Ambientada en 1963, cuenta la historia de la adolescente Frances “Baby” Houseman (interpretada por Jennifer Grey), quien tiene una aventura durante un tórrido verano con el instructor de baile Johnny Castle, a quien da vida Patrick Swayze.
Dirty Dancing recaudó más de US$214 millones en todo el mundo y ganó un Oscar por la canción (I’ve Had) “The Time of My Life”. El público se enamoró de los personajes, la música y las icónicas rutinas de baile, incluido el famoso “levantamiento”.
El éxito del film lanzó al estrellato a Patrick Swayze, quien murió de cáncer en 2009 a los 57 años. Pero, no sucedió lo mismo con Grey, quien en unos pocos años desapareció de la escena pública, como si la tierra se la hubiera tragado.
Este 2022 Grey publicó sus memorias, en las que cuenta la razón por la que su carrera cinematográfica no prosperó: una operación de nariz que la dejó irreconocible para el gran público y que hizo que los grandes estudios de cine dejaran de ofrecerle papeles.
El dilema de la operación
En el libro Out Of The Corner (Fuera de la esquina, en alusión a una de las frases más memorables de la película) Grey -quien tiene ahora 62 años- cuenta cómo al inicio de su carrera. Mientras luchaba por obtener papeles, su madre, la también actriz Jo Wilder, le sugirió que la falta de trabajo podía tener algo que ver con su nariz “judía”.
La actriz también pensaba que eso podía ser verdad, pero siempre se había negado a someterse a una rinoplastia. “Tenía casi 30 años y había pasado gran parte de mi vida adulta tratando de amarme y aceptarme tal como era, así que pasar por el quirófano lo sentía como peligrosamente cerca de admitir la derrota”, contó.
Tras el enorme éxito de Dirty Dancing decidió dar el paso y le dijo al renombrado cirujano plástico que la iba a operar que “afinara” su nariz pero le dejara la característica “protuberancia” que tenía en el tabique.
El procedimiento fue un éxito y Gray empezó a obtener más papeles y a ganar dinero por primera vez en su vida. En 1992, mientras filmaba Wind, el director de fotografía de la película notó que un trozo de cartílago sobresalía de la punta de su nariz.
La actriz habló con su cirujano y quedaron en arreglarlo. La idea era simplemente que no se viera ese trozo de cartílago, pero el resultado de esa segunda operación le cambiaría la vida para siempre. Una vez pudo quitarse los vendajes, se sorprendió por lo que vio en el espejo: “No podía entender lo que estaba viendo. Sabía que algo malo había sucedido”.
La segunda operación cambió tanto su apariencia que el gran público ya no la reconocía.
“Parecía que había cometido un crimen imperdonable, el despojarme deliberadamente de lo único que me hacía especial”, señaló Grey, quien era consciente de que su nariz original también era una conexión física con su identidad judía.
“Toqué fondo”
En una entrevista con la periodista Katie Couric en mayo, Grey reflexionó sobre lo que había sucedido. Según dijo, las familias de sus padres eran judíos originarios de Europa del Este y al llegar a EE.UU. se cambiaron el apellido. Y para los judíos que trabajaban en el mundo del espectáculo (su padre es el actor Joel Grey, ganador del Oscar por Cabaret), cambiarse la nariz “era algo normal y se consideraba algo inteligente”.
“Mi madre sabía cómo funcionaba el mundo del espectáculo y ella pensaba que me resultaría más fácil obtener papeles, porque no había muchos papeles para chicas que tuvieran mi aspecto y fueran judías. No había muchas oportunidades y ella quería que yo tuviera más. Quería que yo tuviera la carrera que ella no tuvo”, relató.
Según explicó, tras realizarse la primera operación, “no paraba de trabajar y resultó que su madre “tenía razón”. Cuando tuvo que someterse a la segunda intervención le dijo al cirujano explícitamente que le gustaba su nariz y que “quería una nariz fuerte”.
“Después de la segunda operación el cirujano me sacó los vendajes y algo estaba mal. Me miró y dijo ‘creo que nunca he visto un cambio tan dramático’”, recordó.
“No sé qué hizo pero cambió la proporción de mi rostro, tenía un aspecto diferente de una manera que no tenía sentido. Fue el momento más duro, solitario y confuso de mi vida. Fue muy devastador. Y ser tan incomprendida en todo el mundo durante décadas... La falta de generosidad y humanidad me hirió tanto”, manifestó la actriz, que remarcó que tras esa operación “no podía encontrar trabajo” ni subsistir.
“Decidí tirar la toalla. Nunca más le pedí a nadie que me diera su aprobación o que les gustara”, indicó. A partir de ese momento, tuvo que descubrir quién era sin ese personaje, sin Dirty Dancing: “En esa soledad toqué fondo, y entendí quién era y cuánto valía de una manera que nadie podía volver a quitármelo”. Sus seres queridos la vieron pasar por todo eso “y tuvo que ser muy difícil para ellos”.
La actriz -que ahora trabaja en la producción de una secuela de Dirty Dancing- pasó años tratando de entender por qué el público le dio la espalda tras su cambio de aspecto.“En algún momento pensé que quizás sentían que el personaje Baby era ellos y se sentían muy identificados con ella, porque hay muy pocas películas en las que la protagonista se parezca a ellos, o no sea perfecta o sea más humana, y les dolió que con la operación estuviera diciendo algo sobre ellos, que no eran lo suficiente”.
En ese sentido, concluyó: “Pasé demasiados años pensando en esto y no encontrando una respuesta. Solo me di cuenta de que nadie me iba a rescatar. Fue un drama y me di cuenta de que era una persona muy fuerte. Todas las cosas duras que me han pasado me han cambiado y no querría ser otra persona. Ahora soy más feliz que nunca y me siento muy agradecida de haber sobrevivido. No pienso en mí o en mi nariz, pienso en lo que he contribuido en esta vida, como madre, como amiga”.
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