La nueva vida zen de Matías Camisani: fue 31 veces a la India y toca el sitar
Modeló con Pancho Dotto en los 90, pero se enamoró de los templos de Asia y ahora hace música para ayudar a meditar; “No siento contradicción porque trato de obrar en consecuencia de lo que pienso”, señala
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Pocos mundos parecen tan distantes como el del show business del espectáculo televisivo y el de la espiritualidad de la filosofía oriental. Sin embargo, si se logra dejar los prejuicios de lado, se puede encontrar una perfecta comunión entre ellos. Está India, un país donde las producciones de Bollywood se graban a pocos metros de los más hermosos y misteriosos templos budistas.
El mismo caso parece darse en la vida de Matías Camisani, quién llegó a la fama en los 90′ por modelar para Pancho Dotto y hoy rige su vida bajo la filosofía oriental.
“No siento contradicción porque trato de obrar en consecuencia de lo que pienso. El conflicto tiene que ver con prejuicios, más desde el afuera”, asegura Matías en diálogo con LA NACION antes de agregar: “Me encanta tocar a las tres de la mañana en un boliche, pero también me encanta viajar a India y meterme en un templo”.
El inicio de los 2000 fue un momento clave en su vida. El nacimiento de su primer hijo, sumado al reciente descubrimiento del pensamiento oriental lo llevó a tomar la decisión de dejar el modelaje de lado para dedicarse a su verdadera pasión: la música.
“Se fue decantando un poco las ganas de vivir de lo que me gusta”, explica ante la consulta de qué fue lo que llevó a dejar la comodidad del modelaje por la incertidumbre del mundo musical. “Lo mismo me pasa con la fotografía, estuve haciendo presentaciones y muestras de fotos antes de la pandemia; un proyecto de la India, obvio”, suma.
Todos los caminos llegan a India
El país asiático es una constante en sus respuestas. De ahí tomó muchas de las cosas que hoy lo identifican: se volvió vegetariano, medita, sigue el pensamiento budista (aunque asegura que no se siente capaz de catalogarse así) y hasta tocar el sitar, uno de los instrumentos musicales más emblemáticos de la cultura hindi.
“Me cambió la cabeza y me hizo sentir la necesidad de viajar allá cada vez que pueda”, señala antes de revelar la cantidad de veces que visitó el país asiático: “Fui 31 veces a la India, conozco casi 50 países, no es que solo fui ahí, pero siempre quiero volver”.
De ahí salió Mukunda Vibra Sounds, una banda que fundó con la madre de una compañera de escuela de su hija, en la que crean un ambiente musical ideal para ayudar en la meditación zen, gracias al uso del sitar y de cuencos tibetanos. “Yo creo que las personas tenemos algo predestinado, no sé si viene de vidas pasadas o futuras, pero a mi India me pasó por encima”, subraya.
Sin embargo, admite que a veces se cuestiona el por qué de este enamoramiento por ese maravilloso país: “A veces me lo pregunto estando allá, inmerso en ese caos de sudor y de gente que te escupe la cara cuando te habla, que son millones y millones y los sentís alrededor todo el tiempo, pero no tengo una razón que me lo explique certeramente”.
“Me gusta comer esa comida, vibrar de esa manera, el respeto que tienen por la vida y los animales, comulgo con un montón de ideas, más allá de la música y la comunidad. Me fue atrapando y me empezó a interesar todo. Leí libros, vi novelas y películas, entiendo un poco el idioma”, detalla con entusiasmo.
Aunque claro, admite que todo se dio por una casualidad: “La primera vez que fui fue en 1998. Estábamos con la mamá de mis hijos (Dolores Barreiro) dando una vuelta por Maldivas y en un momento dijimos: ‘Crucemos a India a ver qué onda’. Pero estábamos bastante reticentes, no teníamos mucho apego a la idea, no sabíamos nada y teníamos ese prejuicio de que es un país re pobre. Sin embargo, descubrimos otra cosa”.
Esta pasión lo convirtió en un experto en la materia, a tal punto que junto con una socia empezó a organizar viajes para grupos de argentinos interesados en conocer esa cultura. Una experiencia que se vio afectada por la pandemia del coronavirus.
“Hicimos el primer viaje cuando arrancó la pandemia. Yo me tuve que quedar hasta que volvieron todos, casi no puedo volver, estuve cuatro días para concretar el retorno, tuve que cruzar la frontera por Misiones, una cosa rarísima”, relata antes de aclarar: “Ahora la idea es convocar otro grupo”.
Además de su banda de música de meditación, Matías es parte de varios proyectos musicales más, en donde el rock ocupa la mayor parte del espectáculo.
El mundo del espectáculo y su otra vida
El modelaje llegó de muy joven a la vida de Camisani, a tal punto que no había cumplido 20 años cuando ya estaba haciendo campañas para las marcas más importantes del mundo en Europa.
“Acababa de terminar la secundaria, tenía 19 años. Era justo cuando había abierto el Alto Palermo, era uno de los primeros shoppings grandes que había en la Capital Federal. Yo arranqué a laburar como vendedor mientras que a la noche iba a estudiar, me ofrecieron hacer un par de laburos como modelo; primero dije que no porque me daba mucho vértigo y desconfianza; me animé a hacer uno y al segundo que me ofrecieron ya renuncié para siempre hacerlo”, rememora sobre sus primeros pasos.
Lejos de negar su vida como modelo, Camisani cuenta orgulloso su experiencia, aunque admite que eso le trajo algunos problemas. “Para los músicos yo era cheto porque venía del mundo de la moda, y para el mundo de la moda yo era el hippie porque venía de tocar la guitarra”, explica.
¿Qué le dejó el modelaje? Para él, un abanico de vivencias. “Fue una experiencia que me abrió la cabeza, aprendí idiomas, viajé por todo el mundo, conocí un montón de gente”, dice y señala que, posiblemente, la mejor experiencia que le trajo el modelaje fue jugar al fútbol con Diego Armando Maradona.
“Dolores trabajaba para El Rayo (programa de TV emblema de los 90) y desde hacía un tiempo estaban atrás del Diego para hacerle una nota. Un día estaba en la cama con fiebre, era invierno, Dolores me llamó y me dijo: ‘Le vamos a hacer la nota al Diego y dice que te vengas a jugar al fútbol’”, recuerda.
“Estaba con Coppola, Lalo, toda la banda… obvio que salté de la cama y a la media hora estaba chupando frío en Coconor. Vino el Diego, me tiró una pechera y me dijo: ‘Mati juega para mí’. Y me volví loco. Después vino la nota que dio la vuelta al mundo, y yo estaba ahí, fuera de cámara de costado”, agrega aún contento.
“Mis hijos no me creen, me dicen: ‘No, mirá si vas a jugar al fútbol con Maradona’”, cierra Matías acompañado de una risa.
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