La nueva vida de Cabito: alejado de los medios, cuenta su arduo camino para bajar 140 kilos y anticipa el negocio que abrirá
A un año de sufrir un infarto, el exintegrante de Basta de todo señala que ya está bien de salud y preparando su proyecto gastronómico en Parque Chacabuco; por qué piensa que las FM hoy “son un embole”
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Si en materia de salud la pandemia fue una situación dramática para todo el mundo, para Eduardo Massa Alcántara, conocido popularmente como Cabito, fue aún peor. Aquejado por complicaciones luego de haber bajado 140 kilos tras hacerse una operación bariátrica, estuvo internado en grave estado. Hoy, ya recuperado, planea su nuevo reto gastronómico: administrar un bar histórico. En diálogo con LA NACION, Cabito cuenta cómo vivió uno de los años más complicados de su vida, analiza la corrección política en las radios y relata cómo se lleva con su nuevo físico: “Al principio me veía en una foto y no me reconocía”.
“Sufrí un infarto en una vena del pie”
Estuviste con muchos problemas de salud en 2020, ¿ya estás mejor?, ¿volviste a tu vida normal?
Ya estoy recuperado, tratando de cuidarme un poquito. Cuando el año pasado estuve mal de salud, no te das una idea la cantidad de gente que se preocupó por mí. Ni hablar de los que no me conocen, pero conocidos también: desde el ministro de salud de la Provincia de Buenos Aires al ministro de la Ciudad. De un lado y del otro de la grieta, aunque yo no creo en la grieta.
¿Qué es lo que te pasó?
Cuando bajás tanto de peso y te hacen una operación bariátrica, tenés que seguir tomando vitaminas porque no asimilás los alimentos de la misma manera que lo hace una persona que no está operada. Cuando como, hay un montón de vitaminas que no se absorben, eso es porque me achicaron el estómago, pero también te sacan parte del intestino. A mí me chupó un huevo y nunca tomé esa vitamina, y terminé entrando a la guardia por una infección en un pie y se dieron cuenta de que estaba re anémico. Se me hizo un infarto en una vena del pie, me dijeron: “Menos mal que te pasó ahí y no en el corazón”.
Esa infección te terminó salvando…
Sí, cien por ciento, porque yo no tenía ningún síntoma, sólo tenía frío todo el tiempo. Malestar nada, cansancio tampoco; solo frío y yo se lo atribuí a la baja de peso. Estaba con la campera hasta dentro de mi casa. Pero también tenía un cuerpo nuevo, de 220 y pico de kilos pasé a 77/78 kilos. Cuando me internaron estaba en 72 y yo mido un 1.80… muy flaco.
¿Te resultó complicado que tu cuerpo cambiara tanto y tan rápido?
Para tu cabeza es un cambio, ahora tengo poco equilibrio, porque con 200 kilos la gravedad está en un lado y en 70 se te va a otro lado, es completamente distinto. Acostumbrarse a lugares donde antes no podía pasar. Pasé de ser talle 4XL a ser M. Antes me compraba la ropa que quería cuando viajaba a Estados Unidos, pero acá solo podía comprar la que me entraba.
¿Es un miedo volver a subir de peso?
A veces sueño que vuelvo a ser gordo; es raro verte en fotos, veo fotos viejas y siento que no soy yo, y me veo en algunas fotos de ahora y me pasa lo mismo; perdés un poco de pertenencia, no sabés quién sos. Ahora me acostumbré, pero al principio me sacaban una foto y me pasaba de largo con la vista, no me veía flaco. Ahora me invitan a una casa y están esas sillas de plástico y mi impulso es no sentarme, porque yo rompía esas sillas. Ahora veo gente más gorda que yo sentarse, y las envidio porque yo no puedo aún. Mi novia me dice a veces que me siente a upa de ella y yo le digo: “¿Estás loca?”.
¿Lo hablaste con un psicólogo todo eso? ¿Cómo se maneja no sentirte en tu propio cuerpo?
Lo tendría que haber hablado en su momento, lo subestimé. No me afectó tanto, pero lo debería haber tratado; te recomiendan que lo trates. Es raro cómo te cambia la vida, inclusive en la percepción del resto y las cosas que te dicen. Hay mucha gordofobia. Alfredo Casero siempre fue “El Gordo Casero”, gordo es la única palabra que te pueden seguir diciendo en un medio de televisión y no pasa nada. A Baby Etchecopar lo asaltaron y dijo: “Se me tiró encima un gordo oloriento”. Si decía se me tiró encima un “puto oloriento” o cualquier otra cosa le hubieran saltado con todo, pero gordo vale. Hay una gordofobia impresionante en los medios de comunicación… como también hay mucha utilización de la mujer.
-¿En qué sentido lo decís?
Fijate que los programas de televisión están llenos de mujeres, pero tienen que ser lindas. No hay mujeres fuleras y tipos fuleros hay un montón, imaginate que yo estuve en la TV siendo feo y gordo y hay 500 más así, pero las chicas que están en TV no solamente tienen que ser inteligentes sino también lindas y eso está mal. Además, cobran menos que los hombres. Cuando yo me fui de la radio, dijeron que había que poner a una mujer. La chica que pusieron en mi lugar con un presupuesto ya asignado que era el de mi sueldo, entró cobrando el 30% menos de lo que yo cobraba para el laburo que yo hacía, ¿entonces pusiste a una mujer o usaste a una mujer? Usaste a una mujer. No estoy diciendo que las chicas que están en televisión no se lo merecen, todo lo contrario, digo que además de tener capacidades tienen que ser lindas. No hay fuleras en los noticieros, pero fuleros hay un montón… salvo (Rodolfo) Barili que es un muñeco, aparte lo banco porque es hincha de San Lorenzo.
Si las mujeres tienen que ser lindas y talentosas para estar en TV, ¿qué tienen que hacer las personas gordas?
Los gordos de televisión, me saco yo porque no voy a hablar de mí al respecto, son súper capaces. Lanata te puede gustar o no, pero no podés negar su capacidad; Alfredo Caseros te puede gustar o no, pero no podés negar su capacidad… y mirá que yo me peleé mil veces con él, pero es un gran actor, lamento que no haga más humor porque fue uno de los tipos que más me hizo reír en mi vida. Se nos fue, pero Enrique Pinti es otro ejemplo, mega talentoso. María Marta Serra Lima era otra súper talentosa. No ves gordos en TV con poco talento, pero hay muchos flacos que es inexplicable cómo están ahí.
“Antes éramos más incorrectos”
A finales de 2018, una noticia sorprendió a los históricos oyentes de Basta de todo, el programa de radio de Metro que marcó a una generación con su estilo, sus latiguillos y sus secciones: Cabito dejaba de formar parte del mismo. Acusaciones cruzadas de por medio, hoy, a la distancia, cuenta que cortó vínculo con los integrantes (Matías Martin continúa siendo su conductor) pero que no guarda rencor. “Hace rato que no veníamos hablando. Sí con mucha gente de la radio y algunos excompañeros con los que ya seguía hablando, pero con nadie del aire”, señala cuando se le pregunta si, en medio de sus problemas de salud, alguien de ese equipo lo llamó. Y aclara: “No está mal que no lo hayan hecho, no tenemos relación ya. En su momento fuimos muy amigos, después dejamos de serlo. Es como un matrimonio que se rompió, pero hay mucho respeto. Yo sigo creyendo que Matías (Martin) es uno de los mejores entrevistadores que hay en los medios de comunicación”.
¿Tenés ganas de volver a los medios?
Me encantaría volver a los medios, a la radio, sobre todo. En la televisión también la paso bien, pero no hay tanto programa que podría hacer, MasterChef Celebrity lo haría, pero no creo que me convoquen. Me divertía ser panelista, ¿pero en cuál? De chimentos no sé nada, no puedo decir quién es el nuevo novio de la China Suárez, tampoco me importa mucho. En realidad, hay muchas cosas que sé, porque tengo amigos famosos, pero jamás las contaría al aire.
Recién hablabas de la imagen que hay que tener para salir al aire. En ese sentido, ¿la radio es un aliado?
Ahora los programas de radio se transmiten en video, no estoy muy de acuerdo y ninguno que hace radio debe estar contento. Porque la radio tiene eso que la otra persona tiene que imaginarte, es algo que no sucede en ningún otro lado… de lo más lindo que tiene la radio. Ojalá nunca muera, pero los chicos de menos de 30 no escuchan radio en la actualidad.
Ahora están los podcasts…
Están bien, pero hay algo en la no inmediatez de lo que sucede que a mí no me termina de convencer del todo. Antes nosotros teníamos una nota en Basta de todo si te la perdías, cagast..., no pasaba nunca más. Ahora podés escucharla el mes que viene y el conocimiento deja de tener un valor en sí mismo. El tener que estar acá genera pertenencia con el oyente, yo me preocupaba por generar un lenguaje, meter latiguillos o frases que se metan en la boca de todos como las guarangadas. Igual, parecía que yo decía barbaridades todo el tiempo, pero yo hacía metáforas. La gente se ríe de lo que puede imaginar. Yo te puedo decir una barbaridad con una metáfora y el que no entiende, no entiende. Una vez me acuerdo que había una chica al aire que estaba muy excitada y yo le dije: “Me parece que a vos te burbujea el tuco”. Esa es una barbaridad conceptual, pero a vos te causó gracia porque te imaginaste un tuco burbujeando, pero si estás con un nene de seis años no sabe de lo que estoy hablando. Hay una construcción, no es que tirás por tirar; trataba en lo posible, no siempre me salía porque el vivo te genera una red que no tenés, de ir siempre al límite pero yo no decía la palabra en sí. Yo hablaba de colectora en vez de hablar del sexo anal y hasta Tinelli lo llegó a decir por la televisión después... ahí me di cuenta de que llegué.
¿Eso te jugó en contra con el cambio de época y paradigmas que hubo?
Siento que no. Primero muchos señalaron porque nosotros los viernes le hacíamos preguntas a las chicas; las preguntas estaban consensuadas y quienes venían sabían qué les íbamos a preguntar; segundo, eran todas metafóricas; tercero, valía mentir; cuarto, preguntarle a una mujer por su sexualidad no es faltarle el respeto, poner el acento en eso es poner es decir que está mal que una mujer tenga sexualidad. Le hice las mismas preguntas a Yayo, ¿a un hombre se le puede preguntar y a una mujer no? Siento que el respeto pasa por otro lado. Además, yo no soy eso. Siempre cuento esta anécdota, pero había venido David LaChapelle, que es un fotógrafo que me encanta y estaba en una exposición en el Malba, y vino un pibe y me dijo: “¿Cabito qué haces acá? Vos tenés que estar en Cocodrilo, no en el Malba”. Me puse a pensar y llegué a la conclusión de que está bien que piensen eso porque es la imagen que yo construí, yo soy del Malba y no soy de Cocodrilo, no voy a prostíbulos ni a cabarets, ni siquiera tomo alcohol y la gente se piensa que estoy tirado en mi casa tomando whisky de la botella. En radio te encontrás defendiendo cosas que no defenderías, si estamos todos de acuerdo no funciona. Cuando hacíamos eso fue el máximo momento de Basta, estábamos Matías (Martin), Gaby (Schultz) y yo, y entendíamos bien ese juego de llevarnos la contra. Si Gaby decía que la pizza de muzzarella era la más rica del mundo, yo le respondía que la mejor era la de ananá… nunca comería pizza de ananá, pero yo salgo a defenderla. Obvio que, hasta cierto punto, no hago humor con desaparecidos, o Malvinas o el Holocausto, después con cualquier cosa, si no es imposible. Alguien se tiene que ofender, si no es imposible. Landriscina hubo uno solo y si te ponés a hilar finito se burlaba de la gente del campo, ¿de qué manera hacés humor si no? Hay que volver a revisar algunas cosas, hay algunos grises que hay que rever en pos del humor.
¿Ves eso en los programas de radio de ahora?
Los noto demasiado correctos, demasiado diciendo todo lo que tienen que decir y eso es un embole. Me aburro mucho, hago mucho zapping de radio; a mí me gusta la radio de gente que habla y lo último que me gustó a mí era lo que hacía Migue Granados y Martín Garabal (Últimos Cartuchos), me sentía como uno más escuchando, eso era lo que pasaba en Basta los primeros ocho o diez años, éramos más incorrectos. Después te bajan línea, te dicen por acá, por acá tampoco y te cierran las puertas y terminás acorralado. Hacés todo bonito, todo que sí.
Cabito, recargado: planea abrir su propio bodegón
Mientras las ganas de volver a los medios siguen latentes, Cabito no se detiene y proyecta abrir un bodegón propio, a partir de la renovación de un bar histórico. Un “boliche” de los de antes, con milanesa irresistible. “Estoy por abrir un restaurante nuevo, recuperando un bar histórico en Parque Chacabuco que se llama Baromero. Vamos a abrirlo en un mes y medio. Es un bar histórico que tiene más de 100 años. Estamos en obra ahora, aunque lo vamos a dejar estructuralmente como está. Estamos renovando la cocina para que quede como queríamos nosotros, para dar un mejor servicio.
¿Cómo va a ser?
Va a ser un bodegón, una cantina típica de barrio donde vamos a poner todo detrás del producto buscando sabores simples, pero bien ejecutados. El concepto de bodegón se fue perdiendo con el tiempo y se fue bastardeando. Cuesta bastante laburo encontrar un lugar donde la milanesa esté rica. Más allá de que la milanesa nunca va a ser como la de tu mamá, por la carga emotiva que tiene, en general le ponen muy poco cariño a la materia prima y muy poco cuidado a la hora de la elaboración.
¿Esto se da por la situación económica que se vive en el país?
Los primeros perjudicados fueron los bodegones: las recetas seguían siendo buenas, pero la materia prima se fue degradando, abaratando. Nunca el plato final va a ser superior a la materia prima, la parte que compone el plato está buenísima, pero si usás un tomate malo va a ser un plato malo. Todo tiene que ser lo mejor posible y ese costo se va a trasladar al cliente. Ese igual es otro tema, a la gente le está costando acceder; igual creo que la gastronomía va a pasar por cuatro años muy buenos desde ahora en la Argentina.
¿Por qué?
Hoy por hoy, dólares no vas a poder comprar y la guita no te la querés guardar porque el mes que viene se convierte en la mitad de lo que tenías este mes; entonces, ¿qué haces? Satisfacción inmediata: salir a comer afuera, comprarse una remera, no son grandes gastos, pero si no la que tenés desaparece. También creo que es algo que aprendimos de la pandemia, no sabemos qué va a pasar, un día estás y otro día no estás más, creo que la gastronomía en ese revoleo va a salir beneficiada. Si te fijás hoy en los restaurantes hay bastante gente, están llenos. No es que nos está yendo bien a todos y que sobra guita de todos lados, porque la situación económica afecta a todos de manera pareja: el que antes tenía mucha guita e iba a comer cuatro veces por semana afuera ahora va a tres, el que iba a dos va a una y el que iba una va cada 15 días, pero la cultura del argento de juntarse a comer, siempre termina siendo el programa ideal. Sobre todo, cuando ya tenés más de 30. La cultura de la sobremesa que tiene el argentino no sucede en otros lados.
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