La noche que cambió la vida de Víctor Heredia
El cantautor celebra el día que debutó en Cosquín hace cincuenta años
Hace cincuenta años Víctor Heredia era un cantautor anónimo de Paso del Rey, que había viajado a Cosquín junto a un grupo de amigos para vivir la experiencia del festival de cerca. Heredia tenía en ese momento 19 años, el pelo largo hippie, un pantalón de corderoy, un pulóver amarillo y unas sandalias, que lo identificaban rápidamente del resto en una geografía de ponchos. Una noche, Reynaldo Wisner, presidente de la Comisión de Folklore, lo vio cantar en una peña y lo invitó a subirse al escenario principal. Ernesto Cabeza de Los Chalchaleros lo vio tan despojado que le prestó su poncho. Así salió a escena, con el pulóver amarillo tapado por el poncho salteño, una guitarra y la única zamba que había compuesto a los 15 años. No mucho más. Esa noche, Víctor Heredia fue ovacionado y se transformó en la Revelación del Festival. Esa noche conoció a Yupanqui, Jorge Cafrune y Mercedes Sosa. Esa noche cambió su vida para siempre.
A partir de ese momento, Víctor Heredia dejó de ser un desconocido estudiante de Letras, un muchacho anónimo de Paso del Rey, para transformarse en un cantautor clave en la cultura popular de América latina. Mañana subirá a la plaza para celebrar ese instante, cuando su destino cambiaba y sus canciones empezarían a formar parte de la banda sonora de los argentinos.
-¿Recordás cómo fue esa noche que subiste por primera vez al escenario de Cosquín?
-Cómo no me voy a acordar. Para mí es parte de mi memoria adolescente, porque fui como turista y terminé en el escenario cantando una zamba que había compuesto a los 15 años. Wisner me escuchó cantar en una peña y me ofreció subir al escenario. Me conocían como "el pibe del pulóver amarillo". Andaba por todos lados. Tenía el pelo largo, pantalón de corderoy y sandalias. Y cuando subí a cantar fui con esa ropa, porque no tenía otra. Ernesto Cabezas de Los Chalcha me vio justo antes de salir y me dijo: "¿Va a salir así mocito?" Imaginate lo que eran Los Chalcha en ese momento. Y me tiró un poncho encima porque me dijo que me iban a matar. Entonces canté "Para cobrar altura". Fue impresionante todo lo que pasó con la gente. Ahí mismo me presentaron a la Negra Sosa, Yupanqui y César Isella. Al otro día fue todo muy gracioso, porque nosotros vivíamos en una carpa en un terreno de una casa que estaba medio destruida. Todavía estábamos jaraneando y no nos habíamos terminado de levantar cuando de repente aparecieron dos tipos de traje. Uno gritó: "¡La cana!" y todos salieron corriendo, pero resulta que eran los tipos de la Rca Víctor que me estaban buscando para firmar mi primer precontrato con el sello, porque me habían visto ganar en Cosquín. De cuento.
-¿Vos fuiste con la idea de hacerte conocido en las peñas y subir a la plaza?
-Yo no iba a cantar. Fui de turista. Una noche fuimos a la carpa de Salta para escuchar a Daniel Toro que cantaba en esa peña. Los sátrapas de mis amigos de Paso del Rey lo convencieron al dueño de la peña, un tal Gordillo, para que cantara. Yo había escuchado a Daniel Toro llorando todo el recital porque era admirador de Los Nombradores. De repente siento que me llaman. Y ahí nomás me tiraron la guitarra y canté. Fue cuando me escuchó Wisner y después se acercó para preguntarme si quería subir al escenario. Con decirte que le avisé a mi papá que debutaba en Cosquín por teléfono.
-¿Vos ya venías cantando, tratando de abrirte camino en la escena?
Ya había participado en unos concursos de guitarreadas en la televisión. Había pasado por un ciclo que se llamaba La guitarreada de oro a los 14 años, y estuve en Sábados continuados. También le había llevado mis canciones a la gente de RCA Víctor dos veces, pero no les gustó lo que hacía. A los 19 años yo estaba en otra, estudiando Letras. Unos amigos me dijeron de ir a Cosquín ese verano y ahí mi vida tomó un giro absoluto.
-¿Cómo fue la repercusión?
Al otro año estaba de gira con Los Chalchaleros, Horacio Guarany y Los Altamirano. Después "la Negra" me amadrinó y me llevaba a todos sus conciertos. Me hacía cantar tres o cuatro canciones en sus recitales y decía: "Tienen que escucharlo a este chico". Yo no lo podía creer. "La Negra" fue una cosa terrible, me ayudó muchísimo.
-¿En esa época tenías una veta más folklórica?
-No, yo componía canciones, pero nunca folklóricas. Había nacido educado más por el pop y el folk de The Mamas & the Papas, Bob Dylan, Pete Seeger. Era otro mundo. Me gustaban los Beatles. De hecho, la única zamba que había compuesto era esa que canté en Cosquín. El repertorio mío era del estilo que salió después como "El viejo Matías".
-¿Cuál era la atmósfera en ese Cosquín de 1967?
-Era un mundo absolutamente distinto. Había una alegría frente al nacimiento de la música y la poesía de manos de tipos como Armando Tejada Gómez, Hamlet Lima Quintana, Ariel Petrocelli, con los que anduve toda la vida después. Había todo un ambiente cultural que los rodeaba como Castagnino y Carlos Alonso. Se sentía más como un movimiento generacional, intelectual, cultural y político. Había mucha esperanza. Estaban cambiando la mirada de la música popular y uno se sentía parte de eso.
-¿Cómo ves hoy a Cosquín?
Cosquín es el reflejo de nuestra vida cultural, social y política en la Argentina. No es una isla. Siempre le dio la posibilidad a los artistas que hacen algo distinto. Eso permitió que aparezcan figuras como Daniel Toro, Jorge Cafrune, la misma Mercedes Sosa y hoy Nahuel Pennisi, que la rompió. Cosquín siempre tiene un conejo en la galera.
-¿Cómo llegás emocionalmente al festival, donde vas a celebrar ese histórico debut en la plaza?
-Siento que llego amparado por esos ángeles, esos tipos maravillosos que me fundaron como el Hamlet, el Gordo Matalía, Ariel Petrocelli, con el que andaba noches sin dormir, recitando por las peñas. Me viene el recuerdo de estar en el camping del Puma y escuchar a Cacho Ritro hacer "Canción de un niño en la calle". Cuando escuché esa zamba, ¡qué sensación, Dios mío! Eso es Cosquín, el que hay que ir a buscar. No podría haber sido esto que soy sin ellos. Uno no se hace solo. Es un barro donde contribuyó mucha gente.
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