La primera vez que Claudia le dio un beso a Diego tenía 15 años, la última vez que le acarició la frente, 58. En el medio la pobreza, los primeros triunfos, el éxito en Europa, la esposa de Diego Maradona, la "jabru" que se casó en el Luna Park, la que vivió las buenas desde la tribuna y se puso al hombro las malas, la "ladrona", la engañada, la que dejó todo por su familia, la "mala madre", la empresaria y la mujer que se escondía para que sus hijas no la vieran llorar.
Desde hace años que escuchamos que hay varios Diegos: el jugador, el ídolo, el adicto, el de México 86 y el de Punta del Este del 2000; entonces ¿por qué no pensar que también hay varias Claudia Villafañe? Porque, seamos sinceros, es muy difícil para cualquiera pasar una vida sentada a la diestra de "Dios".
Así se sinceraba Claudia con Susana Giménez en su programa: "Me daba vergüenza decir que era ‘Claudia Maradona’, por eso mantuve mi apellido. En su momento fue un problema, porque no lo usaba ni en documentos ni en nada. Siempre fue mi manera de ser, sentía que era la manera en la que me tenía que comportar". Claudia y Diego se conocieron cuando nadie más los conocía. Dos seres anónimos a los que la vida cruzó casi por casualidad. Él era una promesa en ascenso, con pasado de potrero y sueños de campeón que acababa de mudarse de Villa Fiorito a Villa del Parque. Ella, una alumna prolija y aplicada que estaba en segundo año de un colegio católico.
No creían en el destino, que los reunió en el PH de la calle Argerich 2747. Los Maradona en el fondo, los Villafañe al frente, conectados por un pasillo largo en el que se encontraron, conversaron y se sonrieron desafiando al chiflete que los atravesaba, allá por octubre de 1976. "No sabía quién era -contaba ella desde Miami para el programa Versus-, hacía poquito que había debutado en primera y yo no sabía de fútbol. Él dice que se enamoró de mí el día que me vio de atrás con un pantalón amarillo".
Dos años después, la familia Maradona cruzaba Warnes rumbo a la avenida San Martín, y se mudaba a Lascano 2257, más cerca de la cancha de Argentinos Jrs. donde Pelusa jugaba. Su felicidad era completa, porque para entonces ya había pasado el baile del Club Social y Deportivo Parque donde, con Roberto Carlos como celestino, Diego le había jurado a Claudia amor eterno.
Yo te propongo
"Yo te propongo darte mi cuerpo después de amar, y mucho abrigo. Y más que todo, después de todo brindarte a ti mi paz. Yo te propongo, de madrugada si estás cansada, darte mis brazos. Y en un abrazo hacerte a tí dormir" cantaba desde los parlantes del baile el brasileño, y también Diego al oído de Claudia apropiándose de las palabras. Fue el primer beso de la pareja, el 28 de junio de 1977.
Novia y fan desde ese momento, "la" Claudia comenzó a recortar, etiquetar y guardar en álbumes toda mención que saliera de Diego en los medios. La costumbre siguió durante muchos años, aunque con algunas intermitencias: "La primera vez que apareció una supuesta novia quise quemar todo. Me acuerdo que la foto de la chica había salido en el diario Crónica, en la contratapa. Pero en ese momento él estaba concentrado, así que lo que contaba no era verdad" se sinceraba la protagonista con Susana. Tal vez en ese momento todavía no lo fuera.
Con los goles del Diez llegaron también las tentaciones, y el tiempo mostró que ninguno de los dos estaba preparado para ellas. "Al principio sufrí y lloré mucho por el tema de los celos -contó Claudia más de una vez-. A lo mejor venía una chica y le sacaba el vaso, lo intentaba seducir, y yo era chica. Pero con el tiempo me di cuenta de que me lo hacían a propósito, entonces cambié de actitud y aprendí a soportarlo".
Los flirteos comenzaron en Buenos Aires y se trasladaron a Barcelona. En 1982, Diego Maradona iniciaba su carrera en Europa, según él la etapa más brillante de su trayectoria futbolística: "Estaba en mi mejor momento, corría sin tocar el piso". Según una entrevista que le dio ella a Jorge Rial en 2014, el comienzo de la pesadilla: "Yo no me daba cuenta cuando estaba drogado y jamás lo hizo delante mío. Pero en España fue la primera vez que consumió droga".
Como sucede con tantos otros adictos, la curiosidad se transformó en dependencia y el recreo en adicción. Con el agravante de que, llamándote "Maradona", todo se potenciaba y ni siquiera el cielo tenía límite. Que un caño de más, que una gambeta de menos, fama, millones, mujeres, el pase al Nápoli, las fiestas interminables y las múltiples noches enteras sin dormir de las que Claudia quedaba relegada. Diego tropezaba solo, y mal acompañado.
Había pasado menos de un mes del mundial de México, de la mano de Dios y del mejor gol en la historia del fútbol mundial, cuando Claudia supo que estaba embarazada. Dalma Nerea nació el 2 de abril de 1987, pero la felicidad no fue completa. Porque los meses de embarazo estuvieron bombardeados por noticieros italianos reproduciendo hasta el hartazgo las imágenes de la habitación 509 de una clínica napolitana. En su interior una chica de 22 años llamada Cristiana Sinagra -que compartía con Villafañe color de pelo y ojos saltones- aseguraba que el bebé que había tenido el 20 de septiembre de 1986 era hijo de Maradona: "Le voy a poner Diego Armando Junior porque nació de una relación que tuve con Diego, el jugador del Nápoli".
Maradona lo negó y Claudia le creyó: "Por supuesto que le creí. Estaba embarazada de Dalma, miraba la tele y veía al nene y a la mamá diciendo que era hijo de Diego. Él vino a mi casa a desmentírmelo. ¿Cómo no le iba a creer?", le preguntaba retóricamente a Susana reviviendo la angustia de entonces.
Brindarte a ti mi paz
La familia que soñaba Claudia se completó con la llegada de Giannina Dinorah el 16 de mayo de 1989. Del otro lado del océano y por más de veinte años, Diego Sinagra tuvo que ver cómo su padre juraba por "la Dalma y la Giannina", sus únicas hijas. Y por Claudia, claro.
En 1992, la justicia terminó dándole al nene el apellido Maradona, luego de que el jugador se negara en tres ocasiones a hacerse un examen de ADN. Algo parecido pasó años más tarde con su otra hija, Jana, que había nacido el 4 de abril de 1996, y pudo llevar el apellido paterno recién desde 1999.
"Aceptar no significa reconocer. Tengo dos hijas con mi amor de toda la vida y estoy pagando con dinero equivocaciones pasadas", se justificaba el jugador. Pero era Claudia la que iba todos los meses al banco a cumplir con el trámite: "Yo era la encargada de depositar la cuota alimentaria de Diego y de Jana. En esos momentos él no tenía manager y yo me encargaba de todo. No lo hacía obligada, sentía que si le podía dar una mano estaba bien. Muchas veces le preguntaba por sus otros hijos pero él siempre me lo negaba. Yo creía que algunos problemas que él tenía eran por estar guardando cosas que no decía", contaba en 2017.
Y esos "problemas" eclosionaron en Punta del Este, el 4 de enero de 2000. Diego no se despertaba, había entrado en coma. En un estado crítico fue ingresado al Sanatorio Privado Cantegril de la ciudad uruguaya. Fue su partido personal más difícil pero salió, con lo justo pero salió. ¿Y Claudia? Claudia durmiendo a su lado en el piso, en una colchoneta inflable, acomodándole las almohadas y el suero, asegurándose que en la tele de la habitación no apareciera ninguna información sobre él. Cuidándolo como siempre, para siempre.
"Fue lo más feo que nos pasó a las tres -le explicaba Villafañe a Santiago del Moro durante su paso por Quién quiere ser millonario a comienzos de este año-. Las chicas eran chicas, y Dalma se puso todo eso al hombro. Salió a enfrentarse a la prensa, a hablar. Yo no me animaba, no me gustan las cámaras, y sintió que tenía que ser ella porque trabajaba en la tele. Fue un momento súper difícil. Gracias a Dios, y a él que quiso se pudo salir. Así terminó una batalla fea que lo hizo perder un montón de cosas sin darse cuenta. Por suerte eso quedó atrás y resurgió. Siempre supe que él iba a salir, no sé por qué, quizás pensando en mis hijas. Pero cuando sentís que se puede ir es fuerte. Me aferré a la virgen". El precio de aquel episodio fue muy caro para los dos.
El 7 de marzo de 2003, Claudia Villafañe presentó los papeles de divorcio en el Juzgado Civil N° 77, habían pasado trece años desde aquel multitudinario casamiento en el Luna Park, con vestido de Elsa Serrano y más de mil invitados. Desde Cuba, un Maradona en rehabilitación se quedaba sin palabras. "Mientras lo pueda ayudar seguiré visitándolo, pero eso no quiere decir que siga enamorada o que quiera volver con él" decía entonces, incondicional a pesar de todo. Y no le falló. Porque dos años más tarde, Diego Maradona resurgía de sus cenizas para conducir La noche del 10, y ella estaba ahí, sonriendo a la distancia. El amor se había terminado, pero quedaba un sentimiento todavía más profundo que los mantenía unidos.
Independizada del padre de sus hijas, sino afectiva al menos profesionalmente, Claudia Villafañe probó primero con la producción teatral, y luego con la organización de eventos (vocación que descubrió al organizar los 15 de Dalma, y que todavía realiza). Gracias al primero de los rubros comenzó una relación con Jorge Taiana, con el que empezaron como conocidos, después como amigos y luego como pareja. Siempre con perfil bajo, puertas adentro.
Aun hoy la fecha de inicio es incierta pero ronda el 2005 (o más o menos). Así se lo recordaba con Susana: "Él trabajaba con el director de una de las obras que habíamos contratado. Pasaron años antes de formalizar una relación. Desde un primer momento tomé la decisión de no presentarlo, porque sentía que mis hijas estaban muy expuestas a toda la vida del papá, y exponer la mía también era otra cosa para ellas. Entonces decidimos eso de común acuerdo con Jorge".
Los intentos de reconquista de Diego y los pactos de no agresión duraron poco. En 2015 Maradona le inició una causa por fraude inmobiliario en Estados Unidos, y otra por haberse quedado con una colección de camisetas valuada en millones. Ella contrarrestó con demandas por calumnias, injurias y violencia de género. Dalma y Giannina quedaron en el medio, incondicionales de la madre pero con el inmenso dolor de enfrentarse pública y privadamente con el padre que nunca las dejó de amar. En diciembre de 2019 hubo un intento de reencuentro, Giannina subió una foto familiar con sus padres, su hermana y su hijo Benjamín. Se los veía felices, pero lamentablemente no alcanzó. El mismo destino que los unió, esta vez había decidido separarlos para siempre.
El 25 de noviembre, Claudia Villafañe lloró desconsolada junto al cajón de Diego Armando Maradona, abrazada a Dalma, Giannina y Jana. Ella le había prometido estar en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, durante toda la vida, y cumplió. Como dijo en más de una entrevista a lo largo de los años: "Era lo que sentía, a mí nadie me puso un revólver en la cabeza para hacer nada. Era lo correcto".
Producción de archivo: Juan Manuel Trenado
Edición fotográfica: Dante Cosenza
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