La monja 2: la nueva secuela del universo de El conjuro mejora la puntería de su predecesora
Nuevamente la hermana Irene deberá luchar contra fuerzas demoníacas que no le darán respiro
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La monja 2 (The Nun II, Estados Unidos-Reino Unido/2023). Dirección: Michael Chaves. Guion: Ian Goldberg, Richard Naing y Akela Cooper. Fotografía: Tristan Nyby. Edición: Gregory Plotkin. Elenco: Taissa Farmiga, Jonas Bloquet, Storm Reid, Anna Popplewell, Bonnie Aarons, Katelyn Rose Downey. Calificación: Apta para mayores de 13 años. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 109 minutos. Nuestra opinión: buena.
Cinco años atrás, el estreno de La monja confirmó dos profecías: en primer lugar, que el terror nunca dejará de concebirse a partir de series y continuidades, ciclos de eterno desvío, y en segundo lugar, que aún la peor de las películas puede convertirse en un éxito. La monja fue la peor deriva de la cosmogonía de El conjuro y quizás su mayor éxito. Y su nueva secuela confirma no solo la vigencia del nuevo clásico ideado y exprimido por James Wan, sino el rendimiento de una premisa que tiene un arraigo inmemorial: la lucha entre el bien y el mal. En este caso, a las posesiones y exorcismos que habitaron dentro de los contornos de El conjuro como fenómeno se agrega una imaginería católica de monjas, iglesias y santería que evoca a las fuerzas de aquel terror satánico de los 70 que tantos clásicos dejó para la historia.
La monja 2 supone un notable salto de calidad respecto de su antecesora, no solo en el desarrollo del guion, sin tantos caprichos y lagunas, sino fundamentalmente en la concepción de la puesta en escena, más inquietante a partir de la exploración de un miedo que no depende de sustos aislados sino de un sentido del terror más profundo. El cambio se debe a que esta secuela estrena director: sale Corin Hardin, cuya experiencia provenía del videoclip, signado por la constante fragmentación, y entra Michael Chaves, fogueado en el género con La llorona (2019) y en el mundo de El conjuro con El conjuro: El diablo me obligó a hacerlo (2021), la última entrega de la saga. Chaves entiende, sobre todo en la primera mitad de la película, que no necesita tanto despliegue de efectos sino modelar una atmósfera espesa e inquietante en la que apenas deambulan sus protagonistas, esperando la irrupción de un mal que habita en el mundo desde siempre.
La historia retoma el desenlace de la primera parte. Cuatro años después, la hermana Irene (Taissa Farmiga) intenta olvidar la traumática experiencia rumana que dejó su lucha contra el demonio Valak, vestido con el hábito de una monja. Pero la reaparición demoníaca la convoca: extrañas muertes ocurren a lo largo de Europa, situadas en las iglesias, signadas por blasfemias y ritos satánicos. Lo que en el relato asoma bifurcado, por un lado el derrotero de Valak escondido en el alma de su portador, y por el otro lado el de la sufrida Irene, llamada a la lucha celestial, confluye en un internado de señoritas en Francia, escenario de un final más que apoteótico. La renovación que traen los guionistas Ian Goldberg, Richard Naing y sobre todo Akela Cooper (esta última principal colaboradora en Maligno y M3gan), quienes exploran el material de Wan con sencillez y astucia, permite conducir la película a un estado de terror casi existencial.
Es que la mejora de esta secuela radica en la creación de un estado de duda permanente que atraviesa la voluntad de los personajes y la eventual disputa entre la fe y el escepticismo. No solo la concepción de un espacio interior real pero siempre ominoso y la aparición de la Monja como una presencia muda y aterradora, sino también la elusión de los sueños explicativos de la primera en virtud de una persistente amenaza indecible dan cuerpo a una película oscura y efectiva, que en su desenlace se aferra a gritos y golpes de efecto, pero que consigue hacer de su personaje un verdadero enclave del Mal y no una deriva rentable de una saga famosa.
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